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Sobre este blog

Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Estremecidos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (3i); el Rey Felipe VI (4i) y la presidenta del Senado, Pilar Llop (5i) en el centro de la foto de familia de los asistentes a la XXI Conferencia de Presidentes.

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Recogerse. Cerrar las puertas. Bajar las persianas. Limitar el horizonte. Esto es lo que nos sucede durante el otoño. Eso es lo que hacemos las personas cuando el verano nos abandona. El tiempo de las castañas es el retorno a la vida interior. Cuando aparecen las castañas nuestra memoria aumenta. Los días se hacen cada vez más cortos, pero nuestra memoria crece, lo mismo que el frío. Los días cortos producen el frío de la tarde. El frío que predispone a la meditación o al estremecimiento. En este país la meditación siempre ha sido cosa de místicos, alucinados, maestros ignorados y monjas de clausura con cierta tendencia a la levitación, ya que por costumbre la preferencia nacional siempre ha sido utilizar la cabeza para embestir, pero el estremecimiento si parece que se va extendiendo por todo el territorio como un río desbocado adueñándose de nuestras vidas merced no solo a la propagación del virus sino al comportamiento de los partidos políticos.

En mitad de esta peste medieval que no nos garantiza más que la necesidad de protegernos del virus mediante la mascarilla, la higiene, la distancia social y el sentido común, los dirigentes políticos se han enredado en disputas de un sabor rancio, infantil, mohoso, como de escolares en un patio de colegio que se disputan la propiedad del balón imposibilitando así que el partido de fútbol comience. Los gobiernos autonómicos han fallado. Los dirigentes de estas autonomías han mostrado, por lo general, una desidia, una incompetencia, una vagancia tan extrema para tomar las medidas necesarias para contener el virus, que si trabajasen para una empresa privada ya habrían sido despedidos de inmediato; sin derecho alguno a indemnización.

Los dirigentes políticos se han enredado en disputas de un sabor rancio, infantil, mohoso

La derecha, cazurra, cerril, fanática, agresiva como un ariete ciego, comandada por una lideresa alocada que con cada sílaba que pronuncia no solo hace aullar a los lobos sino que derrama por todo el territorio nacional la hiel del odio, insulta al gobierno en el Parlamento generando una atmósfera política con una carga explosiva muy peligrosa y, ya de paso, insulta la inteligencia de nuestros historiadores más prestigiosos colocando a los dirigentes socialistas, Largo Caballero e Indalecio Prieto, dos demócratas que lucharon contra el fascismo, a la misma altura que los generales asesinos, liderados por Francisco Franco, que sumieron a este país en un larguísimo período de oscuridad, miedo, hambre, misas concelebradas, cartillas de racionamiento y boina calada hasta los ojos para tratar de no ver la miseria de un paisaje mudo, gris, de páramos resecos y de ciudades rodeadas de chabolas.

Las disputas callejeras de nuestros políticos también han situado a la Monarquía, lastrada por las injustificables tropelías del lujurioso y codicioso Juan Carlos de Borbón, en el centro del debate. Pero, con todo lo que eso supone para quienes consideramos que la implantación de una República Federal sería el mayor logro histórico al que se puede aspirar en este polvoriento país para disfrutar de una vez por todas de una España laica, moderna, solidaria y desprendida de todos los necios localismos que tanto la dañan, parece que ahora mismo, este país, largamente golpeado por la peste, más que de un debate continuo entre República o Monarquía, necesita, primero, librarse de la peste y, luego, de un impulso democrático para deshacerse de la pesada carga que desde hace siglos soporta.

O sea, de unos partidos políticos corruptos, clientelares, donde se prima más la lealtad que el talento, de una aristocracia gandula, de una iglesia medieval, siempre amparando o al amparo del poder más reaccionario, y de  una burguesía, por lo general, poco ilustrada, pasiva, acomodaticia, satisfecha de su desprecio a toda inteligencia que sobresale y que no tiene más aspiraciones que vivir a cuenta del Estado ocupando un puesto en alguna de las diferentes y múltiples administraciones públicas, - estatales, autonómicas y municipales -, que, tan alegremente, nos otorgamos hace ya muchos, muchos años...

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