Detrás de una investigación sobre violencia sexual hay testimonios de víctimas, que muchas veces se recogen tras conseguir un espacio de confianza con las mujeres que denuncian y muchas horas de conversación hasta que eso ocurre. Hay una historia que debe ser trabajada y contada de manera que respete la integridad de la víctima y no la revictimice, pero también que no ponga en aprietos legales al medio o a la periodista. Y una vez publicada, llegan los cuestionamientos y ataques, que en muchas ocasiones generan un gran peligro tanto en la periodista como en las protagonistas de las historias que se relatan.
“La violencia sexual no deja rastro documental. No tenemos sobre la mesa cientos de papeles como en casos de corrupción y eso hace que se nos fiscalice más y no se nos valore, aunque llevemos años de investigación y decenas de testimonios, porque en el fondo lo que se cuestiona es la palabra de las mujeres”, reconoce la periodista de 'El País' Ana Marcos, que junto a la periodista Zuriñe Rodríguez y la periodista Ana Requena, de elDiario.es, han analizado con la moderación de Maider Galardi qué se esconde detrás de las investigaciones en violencias sexuales durante el IV Congreso de Periodismo Feminista de Pikara Magazine.
Las tres periodistas han coincidido en que, el hecho de tener un testimonio anónimo, no supone que la fuente sea anónima, además de que en la mayoría de casos, para evitar denuncias de los supuestos agresores, se les hace firmar una declaración jurada. “Es importante hablar y explicar bien a qué nos estamos refiriendo con fuentes anónimas o no anónimas, porque en realidad creo que de ahí parte buena parte de la confusión que existe ahora mismo con el trabajo que hacemos y que es una confusión que al final creo que no ayuda para nada tampoco a generar credibilidad sobre el trabajo que hacemos. Que tú no pongas el nombre de una persona en un reportaje no significa que esa fuente sea anónima. Nuestras fuentes no son anónimas. Nuestras fuentes no aparecen generalmente con su nombre y su apellido y su identidad real. ¿Por qué? Pues porque la mayor parte de las veces lo requieren. Y porque es una manera de protegerlas de su agresor y de las consecuencias que sabemos que suele tener publicar un reportaje de estas características. Entonces una cosa es anonimizar, que es lo que hacemos, y otra que detrás de ese trabajo no haya ningún tipo de labor periodística y que sea una mera acumulación de testimonios”, detalla Requena.
Según defiende, la profesionalidad de un trabajo periodístico de investigación de un caso de violencia sexual es la misma de cualquier otro trabajo periodístico. “Tienes que conocer a las personas que te cuentan la historia, entrevistarte con ellas, poder hacerles preguntas y hacer una serie de comprobaciones. La relación que acabas tejiendo con esas personas acaba siendo muchas veces muy frecuente, muy estrecha, porque detrás de esas historias hay trauma, dolor y eso implica también generar un vínculo de empatía y de confianza también. Pero tienes que explicarles que tú tienes que hacer tu trabajo”, explica. En este sentido, reconoce los debates que se forman dentro de las redacciones en relación a los casos de violencia sexual. “He discutido con compañeros hombres que decían que el 'yo sí te creo' se carga el periodismo y no. El 'yo sí te creo' es perfectamente compatible con el periodismo”, defiende.
Que tú no pongas el nombre de una persona en un reportaje no significa que esa fuente sea anónima
Para Rodríguez más allá del método feminista es indispensable explicar la estructura patriarcal en la que se lleva a cabo el periodismo. “Una estructura patriarcal impide llevar a cabo el periodismo feminista. Sufrimos presiones externas cuando publicamos que son clásicas, como la derecha o la ultraderecha mediática y que es fácil de identificar, pero luego hay otras resistencias internas que son las que nos encontramos en nuestros medios. Son los vetos de nuestros compañeros, el corporativismo misógino y patriarcal que hay en los medios en los que escribimos y, por último el disciplinamiento del feminismo ilustrado que está operando. A todo esto lo llamo una red de misoginia clientelar”, señala la periodista.
Las tres han dedicado décadas al periodismo feminista en general y a investigar casos mediáticos de violencia sexual de hace años como La Manada o los actuales como las denuncias contra el directo de cine Carlos Vermut, el caso Rubiales o el caso Errejón, entre otros. Gran parte de su trabajo ha tenido repercusiones y ataques hacia ellas por haberse dedicado a investigarlos. “Los medios de comunicación deberían ponerse las pilas mucho más de lo que siento que lo están haciendo con las amenazas, insultos, comentarios de deseos de que te violen, de que te maten...Deberían considerarse riesgos laborales e incluirse en los planes de seguridad de las empresas o en los planes de Igualdad. Los medios de comunicación deberían preocuparse sistemáticamente, no esperar a que suceda algo por si sus periodistas están sufriendo ataques. Deberían crear un mecanismo que el periódico pueda ofrecer para tratar de prevenir, atender y compensar lo que sufren las periodistas”, asevera Requena.
El 'yo sí te creo' es perfectamente compatible con el periodismo
A modo de reflexión final, como estrategia para enfrentar a las resistencias Rodríguez ha hablado de la necesidad de crear una corporación de periodistas feministas de distintos medios para elaborar investigaciones de forma conjunta. “Las periodistas ponemos el cuerpo, nos exponemos, se lanza la noticia y coge una velocidad que muchas veces no podemos controlar, y además nos responsabilizan de lo que pasa después. ¿Cuál es la estrategia para no reventar a las periodistas? Más allá del corporativismo del medio, que está muy bien, porque yo no veo que los medios sepan cuidar todo esto si vemos que hay muchos más quiebres que antes y muchas mujeres después de hacer brillantes trabajos de investigación se quedan sin trabajo o son vetadas. La solución que veo es la unión entre periodistas feministas más allá de los medios de comunicación”, concluye Rodríguez.
Además de la mesa dedicada a las investigaciones sobre violencia sexual, el IV Congreso de Periodismo Feminista de Pikara Magazine ha reunido a una veintena de ponentes entre periodistas, personas expertas e integrantes de movimientos sociales para tratar temas como cómo hacer la perspectiva feminista transversal en los medios, el periodismo feminista ante el avance de la extrema derecha o la autodefensa ante el nuevo panorama de las redes sociales. “La actualidad nos arroya y necesitamos espacios de aprendizaje y de debatir juntas cómo abordamos en los medios, y desde una perspectiva feminista, la violencia sexual o el avance de la extrema derecha, que está provocando que muchas compañeras se exilien de sus países para poder ejercer su profesión”, apuntan las integrantes de Pikara Magazine.
Durante el congreso, se ha hecho entrega del segundo Premio de Periodismo Feminista Lucía Martínez Odriozola, convocado por Pikara Magazine con el objetivo de reconocer el trabajo de estudiantes de periodismo o comunicación audiovisual que incorporen la perspectiva de género a sus trabajos universitarios. El premio está dotado con 300 euros y el reportaje ganador se publicará en la revista.