Trabajadores de la Transición decepcionados con la lucha obrera buscan ser libres en comunidad en 'Aro berria'
La película recoge la historia de un grupo de jóvenes que pasan del movimiento obrero guipuzcoano a instalarse en una comunidad en las montañas de Navarra donde experimentan con la vida en común y la liberación sexual
Escena de la película Aro Berria de la cineasta Irati Gorostidi ARO BERRIA
En los años 80 un convento en Lizaso (Navarra) albergó una comunidad llamada Arco Iris, un grupo de personas que a través del tantra, el yoga y la meditación buscaban lograr una libertad utópica lejos de la sociedad que hasta aquel momento conocían, el posfranquismo y la Transición. Desencantados y decepcionados por el movimiento obrero de Gipuzkoa, los padres de la cineasta Irati Gorostidi (Eguesibar, 1988) deciden integrarse en la comunidad Arco Iris. Décadas después y tras años de investigaciones, Gorostidi ha llevado su historia y la del resto de los integrantes de la comunidad a la gran pantalla con 'Aro berria', película estrenada en la 73.ª edición del Festival de San Sebastián.
“En un primer momento, la película muestra el movimiento obrero de Gipuzkoa, un momento en el que todo está cambiando, cambian las formas de organización de la lucha y se consigue la firma del Convenio del Metal del año 78, el primer convenio después del fin de la dictadura, con las primeras elecciones sindicales. La película refleja toda esa reforma económica y laboral que recoge los Pactos de la Moncloa y cómo lo vive un grupo de jóvenes que participan en asambleas y se autoorganizan”, explica a este periódico la cineasta.
Sin embargo, la decepción por la desmovilización de los años 80 en comparación con la lucha industrial masiva de los 70 empuja a esos jóvenes a buscar otras alternativas de vida relacionadas con el 'New age', un movimiento espiritual y cultural que surgió en Occidente en la década de 1970, caracterizado por una mezcla de diversas creencias y prácticas espirituales, como el paganismo, budismo, hinduismo y ocultismo. “Pasan de una época que es un hito en la historia del movimiento obrero vasco a acercarse poco a poco a una comunidad en las montañas, un proyecto de vida comunitaria en el que a través de cursos las personas entran en estados de catarsis y de trance a través de diferentes técnicas que tienen que ver con otras comunidades que ya existían en Estados Unidos y otros lugares de Europa y que tenían influencias sobre todo orientales”, detalla Gorostidi, que confiesa que los personajes de su película son inventados, aunque sus historias están inspiradas en la de sus padres y el resto de compañeros de la comunidad.
En su obra se pregunta qué les lleva a estas personas a cambiar radicalmente de vida hasta decidir dejarlo todo atrás y vivir en comunidad. “Para mí, lo más importante de la película o el hilo conductor ha sido tratar de acercarme y entender qué fue lo que atrajo a miles de personas en los años 80 en Euskal Herria a participar en la comunidad, porque parece muy rupturista con todo lo que habían aprendido a nivel social e interno. ¿Hasta qué punto 40 años de dictadura dejan huellas en el cuerpo y el inconsciente? Me llamó la atención cómo después de ese proceso de militancia, de trabajo muy teórico, en la fábrica, de una vida centrada en lo laboral, empiezan a plantearse qué pasa con las estructuras tradicionales de la familia y se replantean las relaciones sexo afectivas”, reconoce.
Escena de la película Aro Berria de Irati Gorostidi ARO BERRIA
La cineasta reflexiona acerca de los prejuicios que rodean la comunidad Arco iris y el hecho de que en muchas ocasiones se relacione este tipo de comunidades con sectas. “Hay mucha prensa que habla de la comunidad Arco iris, pero no ha habido ninguna investigación posterior. Los medios de aquella época se referían a la comunidad como secta. Me parece importante que la película no tenga una mirada que juzgue ni las motivaciones para participar en los cursos o vivir en la comunidad, ni las prácticas que se llevaron a cabo. En ese sentido la película es abierta, aunque también contiene una visión crítica”, sostiene Gorostidi.
Esa visión crítica se basa en las tensiones y contradicciones que existieron dentro de la comunidad entre los propios miembros. “El tema de la liberación sexual, por ejemplo, es uno de los puntos centrales porque después de haber sido socializados en un sistema hiperrepresivo y católico la idea de la libertad sexual es difícil. La película también critica que a la comunidad le falta una perspectiva de género y que no se puede forzar a realizar determinadas prácticas, en ese sentido se hicieron mucho daño a nivel personal, porque la comunidad tenía una lógica absolutamente hetero normativa y la liberación sexual para una persona que ha sido socializada como mujer o como un hombre es algo radicalmente distinto”, lamenta.
Gorostidi busca que, al igual que ella cuando conoció la historia de sus padres, el público que vea su película reflexione sobre la comunidad y debata sin prejuicios sobre la posibilidad de pensar en otras formas de vida en común. “Me encantaría que la película generase conversaciones y reflexiones, que la gente que la vea no conecte con el prejuicio. Creo que lo que se replantearon esos jóvenes en relación con la vida, el trabajo o la forma de relacionarnos tiene mucho que ver con lo que nos planteamos los jóvenes hoy en día y reflexionar sobre ello creo que es un ejercicio interesante”, concluye.
elDiario.es/Euskadi
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