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'Escucha Chile', el programa que burló la censura de Pinochet desde Moscú: “Fue una voz de esperanza en plena dictadura”

Sonia Donoso

Santiago de Chile —
27 de diciembre de 2025 20:19 h

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En medio de la censura, el miedo y las mordazas que impuso la dictadura de Augusto Pinochet en Chile a partir de 1973, un eco emitido a 14.000 kilómetros de Santiago, desde Moscú, logró romper el cerco informativo, trascender las fronteras y convertirse en el cable que conectó el exilio con la resistencia dentro del país para denunciar las violaciones a los derechos humanos.

Radio Moscú, una emisora soviética que tuvo un rol fundamental durante la Segunda Guerra Mundial para los países dominados por el fascismo, comenzó sus emisiones para Chile el 18 de septiembre de 1973, una semana después del golpe de Estado. Como respuesta al golpe militar y bajo la iniciativa del Gobierno soviético y del Partido Comunista de Chile (PC), puso en marcha el programa Escucha Chile, un espacio de 60 minutos dedicado al análisis político y cultural que, además, informaba sobre los horrores del régimen pinochetista.

Escucha Chile, las noticias que la Junta (militar) esconde y prohíbe. Lo que ocurre dentro de Chile y la voz de la solidaridad del mundo”, decía su sintonía de bienvenida.

“El Gobierno soviético apoyó la idea de que Radio Moscú dedicara parte de su programación para Latinoamérica al programa Escucha Chile, una experiencia liderada por periodistas, intelectuales, comunicadores muy comprometidos con el proceso socialista chileno de Salvador Allende (1970-1973)”, explica a elDiario.es el periodista Raúl Rodríguez, autor del podcast Escucha Chile, la voz de la solidaridad (Sonora Media, 2024), nominado a los Premios Gabo 2025.

Quienes informaron desde ahí coinciden que Escucha Chile fue mucho más que un programa radiofónico. “Tuvo un papel fundamental para denunciar, salvar vidas y dar a conocer dónde estaban los detenidos”, dice a este periódico María Victoria Corvalán, una de sus locutoras. Hija del histórico dirigente Luis Corvalán, secretario general del Partido Comunista durante la dictadura, llegó a la emisora moscovita con 19 años, cuando llevaba cinco en el exilio.

“Una red de informantes impresionante”

El primer chileno que habló en esos días por Radio Moscú fue el parlamentario comunista, escritor y filósofo Volodia Teitelboim, quien se encontraba en Italia durante el golpe y fue enviado por su partido a Rusia, donde terminaría dirigiendo Escucha Chile. Meses más tarde, llegaron el escritor José Miguel Varas –premio nacional de Literatura y que se convirtió en redactor jefe del programa– y los periodistas Eduardo Labarca, del diario comunista El Siglo, y Guillermo Ravest, quien difundió el último discurso de Allende por Radio Magallanes antes de que fuera silenciada por el régimen.

“Los soviéticos dieron la máxima potencia a sus equipos de onda corta, que rebotaba en el océano, llegaba a Chile y se podía escuchar con mucha claridad”, cuenta Eduardo Labarca, quien pasó en Moscú ocho años de sus cuatro décadas en el exilio. El programa tenía una audiencia “enorme” –relata– porque ofrecía “las noticias que la dictadura ocultaba”, a través de “una red de informantes impresionante”.

Había exiliados chilenos de hasta 40 países que escuchaban el programa –cuenta Labarca–, incluso muchos lo grababan y lo “imprimían en boletines” para el exilio. Según él, muchas noticias llegaban a través de familiares de víctimas del régimen que llamaban a algún exiliado para avisarle de las detenciones y, luego, eran estos exiliados quienes avisaban a Moscú para que divulgara la información. “La noticia era conocida, entonces, en Chile y en el exilio, y lo que la dictadura había querido mantener en absoluto secreto, se empezaba a difundir”.

Escuchar ‘La Mosca’

Parte importante de la información que transmitía Escucha Chile procedía de la prensa clandestina, como el periódico Unidad Antifascista, dirigido desde septiembre de 1973 por el periodista Marcel Garcés.

“Nos hacían llegar la información de distintas maneras: de forma personal, en cartas, hojas o papelitos y, a la vez, la entregábamos a alguien del equipo para que la mandara a Moscú”, cuenta Garcés, que en los años 80 llegó a formar parte del equipo de la emisora en Moscú. “Trabajábamos muy compartimentados, para que no hubiera posibilidad de, si caía alguien, seguir toda la cadena”, relata.

Tampoco faltaba el contenido de la prensa chilena, que llegaba a Moscú a través de aerolíneas escandinavas. “En el aeropuerto trabajaban varios exiliados chilenos que recogían los diarios que se regalaban arriba del avión y nos enviaban un tremendo paquete en vuelos que llegaban directamente a Moscú”, recuerda Labarca.

Nos transformamos en el programa que escuchaban tanto chilenos como la propia dictadura

Otra forma, mucho más ingeniosa, era a través de envases, en especial en frascos de colonia de la marca Rodrigo Flaño, una cajita verde con letras doradas en la que introducían un mensaje que también viajaba en avión, recuerda María Victoria Corvalán.

“Nos transformamos en el programa que escuchaban tanto chilenos como la propia dictadura”, comenta Garcés. En plena noche, por la diferencia horaria, las familias se reunían a hurtadillas y en silencio absoluto, corrían las cortinas y bajaban el volumen de sus transistores de onda corta con antenas caseras, recuerdan los periodistas. Era el ritual de escuchar Radio Moscú, “la Mosca”, para sus seguidores incondicionales.

Desde la capital de la URSS se emitían tres horas diarias de contenido sobre Chile en dos franjas horarias distintas que repetían la programación. “De todas las redacciones internacionales de Radio Moscú, que entonces transmitía en 20 lenguas, éramos la que tenía más facilidades y libertad editorial”, dice Labarca.

“Una voz de esperanza en plena dictadura”

Uno de los episodios más recordados por los exintegrantes de la emisora es la llamada telefónica desde el programa al campo de prisioneros de Ritoque, en la región de Valparaíso, unos 150 kilómetros al noreste de la capital. Eduardo Labarca contactó en directo con el centro de reclusión para informar a Luis Corvalán, preso en el lugar, de que había sido reconocido con el Premio Lenin de la Paz, un importante galardón que entregaba la URSS.

Los militares cortaron la conexión, pero los prisioneros escucharon la emisión en vivo por un pequeño transistor que atesoraban. “Cuando los presos oyeron la noticia lo celebraron con una botella de pisco que tenían escondida”, cuenta Labarca.

A final de la década de los 80, con una tímida apertura de los medios informativos en Chile, el papel de Radio Moscú “se fue reduciendo” porque “ya no era tan indispensable para saber lo que ocurría en el país”, narra María Victoria Corvalán en su tesis de final de carrera, en la que escribió sobre ello. Escucha Chile se emitió por última vez el 31 de enero de 1990, un mes y medio antes de que asumiera el primer presidente de la democracia, Patricio Aylwin (1990-1994).

“La radio rompió las fronteras y la censura, fue una voz de esperanza en plena dictadura”, concluye Corvalán.

Gracias a locutores, opositores que sostuvieron en la clandestinidad el envío de información a Rusia y a la fiel escucha de exiliados y oyentes, el programa se mantuvo en antena desde el inicio hasta el final del régimen, 17 años sin interrupción.