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The Guardian en español

Diplomacia agresiva en Twitter: por qué la red social está aumentando el riesgo de conflicto

Donald Trump con el teléfono móvil.

Adrienne Matei

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Twitter está lleno de chistes y lamentos pero eso no significa que lo que se dice ahí sea irrelevante para la geopolítica. Según un informe publicado recientemente por el Centro de Estudios de Ciencia y Seguridad del King's College, en Londres, sobre la forma en que las autoridades y organismos oficiales lo usan, la red social genera consecuencias de largo alcance.

“Los tuits de las autoridades del gobierno pueden contribuir a crear la narrativa pública estadounidense y a hacer más comprensible la toma de decisiones en los Estados Unidos”, escriben la doctora Heather Williams y el doctor Alexi Drew en el informe titulado ‘Escalada a golpe de tuit: gestionando la nueva diplomacia nuclear’. Pero también advierten por las consecuencias negativas. Los tuits, dicen, pueden crear confusión, trastornar las comunicaciones diplomáticas y aumentar las tensiones internacionales.

En 2018 y ante el espanto y la incredulidad de muchos de sus diplomáticos, Trump provocó públicamente a Kim Jong-un cuando escribió en Twitter: “El líder norcoreano Kim Jong-Un acaba de declarar que el 'Botón Nuclear está en su escritorio todo el tiempo'. Que alguien de su empobrecido y famélico régimen le informe de que yo también tengo un Botón Nuclear, pero mucho más grande y poderoso que el suyo, ¡y mi Botón funciona!”.

Trump no es el único líder mundial que lanza andanadas verbales contra los demás en 280 caracteres, o menos. Durante la crisis de enero de 2020 entre Irán y Estados Unidos, el líder supremo iraní Ali Khamenei compartió en la red social una imagen con el rostro de Donald Trump manchado por la huella roja de una mano, como si alguien lo hubiera abofeteado.

Twitter permite compartir mensajes contundentes de forma impulsiva y sin mediación, unas características que según Williams y Drew no lo hacen el “medio ideal para mensajes diplomáticos llenos de matices”. Los autores también señalan que dado que Estados Unidos tiene el mayor número de usuarios (59,35 millones de cuentas) hace que el efecto de la desinformación y de los mensajes de la red social se sienta más entre los ciudadanos y autoridades estadounidenses.

Para los adversarios de Estados Unidos con interés en desviar en su beneficio el debate público estadounidense, Twitter puede ser una herramienta verdaderamente útil. Antes de las elecciones presidenciales de 2016, por ejemplo, la cibercampaña de Rusia trató de influir en las decisiones electorales de los estadounidenses inclinando la balanza hacia Trump.

La capacidad desmesurada de Twitter para difundir desinformación y agrandar malentendidos es especialmente perturbadora cuando se tienen en cuenta sus graves problemas, como los que se pusieron de manifiesto la semana pasada con el hackeo de cuentas de varios usuarios muy influyentes. Elon Musk, Bill Gates, Barack Obama y el candidato demócrata Joe Biden, entre otros, vieron cómo el 15 de julio sus cuentas en la red social eran pirateadas por delincuentes para una estafa con criptomonedas que les reportó un botín de 116.000 dólares.

Según The Verge, en al menos ocho de las cuentas hackeadas los piratas también pueden haber accedido a los mensajes privados y directos, por lo que es posible que aún no hayamos visto todas las posibles consecuencias de ese delito.

El informe y la noticia del último hackeo hacen inevitable una pregunta preocupante: ¿qué pasaría si los piratas informáticos se fijan como objetivo hackear las cuentas de otras autoridades estadounidenses? ¿Y si se proponen sembrar la discordia el día de las elecciones, alimentar disturbios civiles o incluso iniciar una guerra?

No hay duda de que a algunos gobiernos les encantaría conseguir una llave de acceso a las cuentas de Twitter en Estados Unidos. Justo el año pasado, dos ex empleados de la red social fueron acusados de aprovechar los sistemas internos de la compañía para ayudar a Arabia Saudí a espiar a disidentes saudíes y ciudadanos estadounidenses.

La intervención geopolítica hostil de Twitter es el peor de los escenarios, pero hay quien dice que no es del todo descartable. Como escribió la semana pasada el periodista Casey Newton en la newsletter Interface, la forma en que Twitter gestionó el último hackeo “hace que uno se pregunte por las medidas de prevención que la compañía ha tomado ante la posibilidad de que un día los hackers no sean unos codiciosos estafadores de Bitcoin, sino psicópatas o hasta otros actores estatales. Tras lo ocurrido hoy ya no es impensable, si es que alguna vez lo fue, que alguien se apodere de la cuenta de un líder mundial y trate de iniciar una guerra nuclear”.

Según el periódico The New York Times, la cuenta de Trump en Twitter tiene una protección extra contra hackers. Y es cierto que la red social puede intervenir rápidamente cuando detecta fallas de seguridad, como hizo durante el último hackeo al suspender todas las cuentas verificadas. El problema de esa estrategia es que silencia a los hackers malintenacionados tanto como a las valiosas y necesarias fuentes de información veraz.

Pero incluso cuando Twitter ataja rápidamente el hackeo, las consecuencias de un ataque potente de desinformación pueden ser impredecibles. En 2011, los hackers que accedieron a la cuenta de la cadena NBC News para publicar noticias falsas sobre un atentado en la Zona Cero no engañaron a muchos, pero cuando en 2014 fue pirateado el Twitter de la Associated Press para publicar que la Casa Blanca había sido bombardeada, el precio de los activos financieros en el mercado de valores se desplomó, aunque no por mucho tiempo.

Una de las mejores defensas que tenemos hoy contra los piratas informáticos de Twitter es la propia red social, que debe hacerse cargo de sus puntos débiles en seguridad, mejorando su protección frente a nuevos ataques y reduciendo el impacto de los que se producen.

Mientras tanto, la principal amenaza para la estabilidad geopolítica en la era de las redes sociales sigue siendo el pronto que tienen algunos cargos electos para enviar a toda velocidad mensajes agresivos que aumentan el riesgo de un conflicto violento. Como escriben Williams y Drew, “la mejor manera de asegurar que los tuits no empeoren una crisis es que las autoridades estadounidenses se abstengan de usar Twitter en momentos de tensión mayor”.

Tal vez si los líderes mundiales dejaran de insultarse y amenazarse en las redes sociales, podríamos empezar a notar la diferencia entre un episodio de hackeo malintencionado y un día cualquiera en Internet.

Traducido por Francisco de Zárate

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