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Rafa y Marcelo son novatos en el negocio de la hostelería. Acaban de recibir el traspaso del pub Toscana (calle Saturnino Ulargui) y quieren adecuarlo a una necesidad que creen no está ofertada en la cantidad de bares y pubs que se distribuyen por Logroño, “aquí ofrecemos una carta de cócteles buena”, explica Rafa, “me recorrí muchos bares y ninguno tenía buena calidad en coctelería, además también puedes tomarte la copa de toda la vida”. La gente, atraída por la inauguración del local, el cual invita a cócteles multicolor y bandejas con variados comestibles, come y bebe entre charlas animadas y espirales de humo gris que desde bocas, narices y cigarros encendidos surcan el aire para dar ese ambiente tan conocido en la mayoría de locales de ocio españoles.
Por lo menos de momento. Porque, según se rumorea y se refleja en los medios desde hace algún tiempo, el Ministerio de Sanidad planea que, a principios de 2011, entre en vigor una ley, bautizada popularmente Antitabaco, que vetará de humo todos los locales públicos cerrados. De momento los únicos locales públicos cerrados en los que se puede fumar son bares y restaurantes, así que, para buenos entendedores, parece que la Ley va a ir dirigida con su máximo peso sobre establecimientos como el que regentan Rafa y Marcelo.
“Todavía estamos pendientes de ver qué sucede”, Marcelo, como buen principiante de cualquier temeridad, se mantiene al tanto de lo que les sucede a los que compiten en su categoría para saber cómo actuar ante los inminentes obstáculos, “tendremos que observar qué hacen los otros negocios cuando entre en vigor la Ley. A mí, personalmente, me parece bien que no se pueda fumar, porque no soy fumador y afecta a la salud, ahora, si miro hacia el negocio, yo creo que puede generar pérdidas”.
Generar pérdidas. Algo que, hoy en día, asusta a cualquiera. Todo lo que tenga que ver con dejar de ganar duele, pero duele más todo lo que se asocie a perder. Y, desde que hay visos de que la Ley Antitabaco va a ser una realidad, la palabra perder está en boca de la mayoría de hosteleros, y muchos prevén una ruina para sus negocios al asegurar que bares y tabaco son dos conceptos tan asociados como cine y palomitas. O como humo y fuego, mejor dicho.
Y esas pérdidas, calculan los hosteleros, “porque a la ministra (de Sanidad) se le pidió que hicieran un estudio real sobre los daños que va a hacer la Ley, y no lo han querido hacer”, van a ser de entre un 10 y un 15%. Francisco Martínez Bergés, presidente de la Asociación Hostelera de la FER, tiene claro que la inminente Ley va a ser sinónimo de declive económico, “que no se inventen historias de decir que no, que ahí están las pruebas, de todo el daño que han hecho a la hostelería, y está demostrado. Sin embargo la señora ministra y su grupo no han querido hacer el estudio económico del daño que iba a hacerse a la hostelería. Y desde la FER se lo hemos pedido, por activa y por pasiva”.
Además, como también opina Bergés, la Ley parece que está todavía a salto de mata. Es cierto que se ha hablado de ella a más no poder, pero la verdad es que aún es un proyecto que no ha alcanzado sus cotas máximas gracias a esa parada en el tiempo burocrática y política llamada verano español. Desde Rioja2, como muestra, intentamos ponernos en contacto con la Consejería de Sanidad, para saber su opinión acerca de la preocupación de los bares y la posible reconversión de algunos en clubs de fumadores, y sólo conseguimos el contacto. Desde el gabinete de prensa de la Consejería nos comunicaron que nadie quería atendernos, porque era una Ley que todavía no estaba aprobada – una Ley no Ley- y que no iba a haber ni una declaración al respecto. Así que no sabemos si la Consejería de Sanidad está a favor o en contra de los clubs, y, aunque suponemos que en contra, no tenemos los datos suficientes para garantizarlo.
Porque, como se suele decir, hecha la Ley, hecha la trampa. Últimamente, y ligados siempre a los términos prohibición, tabaco, hostelería y ruina, se han escuchado rumores de que muchos locales planean coger el toro por los cuernos y renovarse como clubs de fumadores. Los hosteleros, en vez de ofrecer un espacio para tomar algo donde se puede fumar, planean ofrecer un espacio para fumar donde se puede tomar algo. Parece lo mismo, pero esa tergiversación lingüística supone para algunos la salvación.
Lo que pasa es que, como no hay Ley – aunque haya Ley- muchos hosteleros están sin referentes que les indiquen cómo plantear sus estrategias, sin saber qué hacer ni cómo; a pesar de tener la sensación de que el cuando va a llegar a principios de 2011. “Hay gente que ha preguntado sobre ello”, Martínez Bergés explica la situación en cuanto a la viabilidad de los clubs, “ pero es que todo eso también está a medio regular. Entonces para sacar esas licencias todavía nadie te da el sí definitivo, o el no definitivo. Porque esos clubs privados hasta ahora se habían hecho entre un grupo de socios que se habían preparado un local para ellos donde no se pueden vender bebidas alcohólicas, pero no es una apertura al público. Entonces, como todo eso está también sin regular... es que aquí las leyes las hacemos sin calcular lo que va a conllevar, los daños que se van a hacer, sin hacer un estudio”.
Además, y por otro lado, también se oye que la futura Ley va a ser de las más restrictivas de Europa, algo que cala profundamente los ánimos de los hosteleros, “es que además hay que pensar que en España, el 7% del PIB del país es turístico”, opina Bergés, “y a la hostelería, al turismo, cada día se le están poniendo más trabas, cada día estamos cerrando más. Porque estamos en la Comunidad Económica Europea, pero los holandeses o los irlandeses no tienen nada que ver con nosotros en este aspecto”. El presidente de la Asociación de Hosteleros de la FER entiende que la manera española de vivir dista de la elegida allende las fronteras. Es por eso que puede chocar que la Ley vaya a ser tan dura, incluso se habla de que prohibirán fumar en la entrada de determinadas instituciones o edificios, un poco a lo americano, “además la CEE no le ha dicho a los países de prohibirlo, sino que hay que regularlo”, Bergés considera que hay ciertas cortinas de humo, ejemplo al pelo, para ocultar la realidad a la sociedad española, “la ministra dice que en Europa han dicho de prohibirlo y no es verdad, mienten en cada cosa que dicen”.
Conspiraciones o no, lo cierto es que Irlanda es el único país europeo donde la prohibición de fumar en lugares públicos es total. En los demás países europeos se restringe, lo que pasa es que se restringe muchísimo; las normas para poder fumar en locales públicos son tan duras y tan caras que los propietarios optan por no permitirlo. Martínez Bergés, como hostelero y conocedor del tema, me lo explica “en Inglaterra tampoco está prohibido fumar en los bares, la normativa deja a los hosteleros decidir si el local es de fumadores, con unas medidas de extracción muy fuertes, pero el hostelero podría, en un momento, decidir. Pero lo que pasa es que hay que gastarse 20.000 o 30.000 euros en extracción, y entonces no lo hace. En la mayoría de países de Europa pasa lo mismo, pero es aque los hosteleros no han querido gastarse ese dinero para cumplir la normativa estricta”.
Aquí, si la Ley que se plantea va a ser como se dice, no habrá dinero que solucione el problema. A no ser que sea el dinero para pagar la correspondiente sanción, algo que también tiene en vilo a los hosteleros, “además”, explica Martínez Bergés, “nos exponemos a que cualquier cliente denuncie nuestro local cuando alguien entra al local fumando. Si la ministra hace una ley, que ponga los medios para que esa ley se cumpla, pero que no nos ponga a los hosteleros de guardas de eso, de recaudadores. Tenemos que ser nosotros los que demos la cara”.
Los ánimos están caldeados. Así que reconvertirse en Club de Fumadores puede ser la única opción que salve al hostelero de ser policía, o preso, o parado, pero, por lo visto, las cosas siguen estando difíciles, “y de los clubs privados, no hay una regulación que te marque las pautas para poder hacer un club de fumadores. Porque hasta ahora lo que hay son cuadrillas de amigos que, por ejemplo, hacen un club de puros. Cuando vas a pedir un permiso de eso, nadie te aclara cómo sacar esa licencia. Está en vilo. La última vez que en el Congreso se ha preguntado a la señora ministra sobre cómo está esta la Ley, cómo va, cuándo se va a hacer, dice, ‘ah no lo sé, los técnicos son los que la están estudiando’. Oiga, si usted la ha hecho, usted sabrá”.
Interrogantes sobre la Ley. Interrogantes sobre los clubs. E interrogantes, parece, sobre el futuro. Por fortuna, y aunque puede que correspondientes a una inmensa minoría, todavía hay hosteleros positivos, que ven un futuro cambiante pero no por eso negro; y que incluso apuestan que la futura Ley va a ser beneficiosa para sus establecimientos y bolsillos. Javier Foncea, de la Cafetería Claret (calle Padre Claret), es uno de ellos.
Si este artículo lo empezábamos con dos socios que han comenzado a dar sus primeros pasos en el mundo de la hostelería, en el caso de Javier hablamos de alguien que corre maratones. Con más de 30 años de experiencia en el sector, y con 19 al frente de la Cafetería Claret, su opinión puede que diste de la de casi todos los demás, pero está argumentada por alguien que ha visto muchos cambios en la forma de negocio, y abre perspectivas inmejorables entre los densos nubarrones (de humo).
“Antes”, me comenta Javier, “todo el mundo, después de comer, tomaba un completo”. Lo de ‘completo’ no sé cómo tomarlo, así que le pregunto qué es, “café, copa y puro”, es la respuesta, “pues antes”, continúa Javier, “si no tomabas un completo no se podía decir que fueras trabajador. Y nadie creía que eso fuera a acabar. Ahora nadie pide un completo”.
Javier, como me comenta, prevé cambios en la hostelería, “no ahora. Igual yo no los veo”, dice mientras mira a Daniel, su hijo, que tira una caña con maestría al otro lado de la barra, “pero él sí”, advierte señalándole. Además, los cambios que supone Javier son para bien, “porque ha sido una época muy mala para la hostelería, y no está lo suficientemente valorada”, y, a su juicio, uno de esos cambios van a comenzar con la prohibición de fumar en los bares.
“Mira, te voy a decir por qué la Ley va a ser beneficiosa”, Javier tiene sus argumentos bien pensados y definidos, “primero, porque la gente va a tener más poder adquisitivo. Si prohíben fumar, la gente fumará menos, y eso se notará en el bolsillo”. Hacemos la cuenta entre Javier y yo, tantas veces hecha por fumadores y ex fumadores, del capital extra disponible sólo con que una persona fumara la mitad al cabo del año. Salen unos cuantos euros que gastar en cañas, cafés o pinchos. “Segundo”, prosigue Javier, “porque ganaremos una clientela que ahora no viene porque se fuma, como familias con sus niños, lo sé porque me lo han dicho. Y tercero, porque todos los camareros, todos los hosteleros, fumemos o no, tenemos problemas de bronquios, y eso ganaremos en salud”.
En cuanto la prohibición llegue, opina Javier, el modelo de negocio cambiará, “¿crees que la gente va a dejar de ir a los bares porque no se puede fumar?”, me pregunta, “puede que los primeros meses se note, pero luego irá a mejor”. Javier se muestra muy optimista, “podremos adecuar el negocio de otra manera, poner pastas, tartas, hacer en la parte de arriba un saloncito bonito, para que la gente pase la tarde y esté a gusto, para que tomen un chocolate, un té… Como hacen en el resto de Europa, no podemos ir a la cola”.
Javier lo tiene claro, es cierto que su cafetería es amplia, familiar, un lugar agradable en el barrio con su clientela y sus pinchos, emparedados, tortillas… pero también me explica que para otro modelo de negocio la prohibición puede sentar mal, “para un bar pequeño, que haga 200 euros al día y que, entre impuestos, mantenimiento y demás no llegue a ganar seis euros la hora, entiendo que la situación es distinta porque, si le baja la clientela, no tendrá más remedio que cerrar”.
También aprovecho para preguntarle a Javier sobre la reconversión de algunos bares en clubs de fumadores, pero tiene claro que no va a ser su caso, “sí que lo he oído”, me contesta, “pero si es un club de fumadores no pueden entrar menores de 18 años. Ya no es familiar, se pierde clientela. No es lo que quiero”.
Parece que la prohibición va a sentar mejor a unos que a otros, “yo no fumo”, me comenta Javier, “pero como aprueben la Ley voy a cerrar y me voy a fumar un puro para celebrarlo. El último en fumar aquí seré yo”. Pero nunca llueve a gusto de todos. Javier ha luchado y luchará por su negocio; y Francisco; y Rafa y Marcelo. A pesar de las leyes – o las no leyes- y las ministras y los técnicos.
Bares familiares, o clubs de fumadores; lo que sea por seguir en la brecha. Al fin y al cabo lo único que permanece es el cambio; aunque nosotros sigamos siendo casi siempre los mismos. Los mismos que intentan salir adelante.
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