Tras una de mis charlas, una persona me lanzó esta pregunta: “Paco, y tú en un día de mierda, ¿qué haces?”
En ese instante, mi mente buscó la respuesta más técnica: herramientas de gestión emocional, resiliencia, enfoque… todo lo aprendido en años de formación y práctica. Pero algo en mi interior me detuvo antes de dar una respuesta automática. Si respondía como lo haría cualquier persona experta, sería “uno más”. Y cuando quieres ser útil para las demás personas, ser uno más es ser un menos.
Así que decidí ser coherente con lo que defiendo y me mostré sin máscaras:
“Yo en un día de mierda, lo primero que hago es llorar. Y después, utilizo las herramientas que he aprendido para reponerme y transformar esa supuesta debilidad en una fortaleza que me impulsa a seguir adelante.”
Se hizo un silencio. Y lo entendí: la gente no espera líderes perfectos/as, la gente necesita personas líderes más humanas.
Vulnerabilidad Como Motor de Conexión
Durante mucho tiempo nos han hecho creer que fortaleza e invulnerabilidad son sinónimos de liderazgo. Sin embargo, reconocer y expresar nuestras emociones es un acto de liderazgo profundo y necesario en este Entorno Líquido, como lo definió el Filósofo Bauman y de Alta Incertidumbre en el que vivimos.
Cuando una persona líder oculta sus emociones para proyectar dureza, se aleja de quienes quiere inspirar. La verdadera conexión no surge de la perfección, sino de la autenticidad. ¿Por qué? Porque nadie puede conectarse con alguien que parece emocionalmente inquebrantable. La verdadera conexión se construye en la honestidad, en la emoción, en reconocer que todos vivimos días difíciles y que lo que nos une son precisamente nuestras emociones compartidas.
Desde que descubrí esta fortaleza liderando equipos, he mostrado mi vulnerabilidad de una manera natural. Pero aquel día, al compartirlo en público, entendí con mayor claridad el sentido del Liderazgo Humanista: ¿qué mejor forma de liderar que siendo yo mismo? No se trata de perder el control ni de desmoronarse continuamente, sino de darnos permiso para sentir, y desde esa autenticidad, construir fortaleza.
La Mentira (al menos para mí) de la Invulnerabilidad en el Liderazgo
Vivimos en una sociedad en la que, durante mucho tiempo, nos han inculcado la idea de que una persona líder debe ser emocionalmente inquebrantable. La historia está repleta de referentes que se mostraron de esta forma, ocultando cualquier signo de supuesta debilidad.
Pero ¿qué nos enseñan realmente esos modelos de liderazgo? Nos enseñan a vivir enmascarados, a desconectar de lo que somos, de lo que sentimos y de lo que sienten las demás personas y, finalmente, a convertirnos en figuras solitarias, frías, incapaces de conectar desde el corazón para activar desde otro lugar la razón.
Te reto a replantearte el papel de la vulnerabilidad en tu liderazgo. Porque una persona líder auténtica es una persona cercana, capaz de ponerse en el lugar de las otras, de entender la realidad de su equipo desde la empatía y la comprensión. Y, lo que me parece más importante, al mostrarnos vulnerables, damos permiso a las demás personas para serlo también, creando espacios seguros donde todas las personas podemos aportar nuestra verdad sin miedo.
Ser Vulnerable NO es Ser Débil
He aprendido que mostrar vulnerabilidad requiere más valentía que esconderla. Se necesita más coraje para expresar una emoción que para reprimirla, para reconocer que no tienes todas las respuestas o pedir ayuda cuando lo necesitas.
En la vulnerabilidad encontramos nuestra verdadera fuerza: al mostrarnos sin máscaras liberamos el miedo al juicio y abrimos paso a un liderazgo basado en la autenticidad, centrado en las personas que acompañamos y también en nosotros/as mismos/as.
En un mundo que a menudo valora más la eficiencia y el logro que la humanidad, atreverse a ser vulnerable es un acto de rebeldía, de valentía y, sobre todo, de auténtico liderazgo.
La Vulnerabilidad como Puente de Crecimiento
Después de aquella charla, varias personas me confesaron que ocultaban sus emociones y que ese peso las hacía sentir solas. Comprendí entonces el poder de un liderazgo que se atreve a ser humano: la vulnerabilidad se convierte en un puente, en un espacio donde las personas se sienten comprendidas, valoradas y acompañadas.
Ese espacio compartido no debilita: fortalece. Porque cuando nos lideramos primero en privado, aceptando y gestionando nuestras emociones, podemos liderar mejor en público, desde la autenticidad y la cercanía.
Lejos de ser un obstáculo, la vulnerabilidad abre la puerta a un liderazgo más humano y compasivo, capaz de transformar relaciones y resultados
Un Camino hacia la Autenticidad
Te invito a reflexionar: ¿cómo puedes liderar desde tu humanidad? La vulnerabilidad no te resta autoridad, te da credibilidad. Nos recuerda que, antes que líderes, somos personas. Y que lo que más deja huella no es lo que logramos, sino cómo hacemos sentir a quienes nos rodean.
La próxima vez que tengas un “día de mierda”, no huyas de tus emociones. Permítete ser y sentir, llorar si lo necesitas y luego resurgir. Porque en esa autenticidad está tu verdadera fortaleza y la oportunidad de ser una persona líder más cercana, más humana y más real.
El liderazgo que inspira es aquel que se atreve a mostrarse con el corazón en la mano.