Un año de desgobierno en Bélgica
Nunca antes había durado tanto una crisis en Bélgica ni tampoco había estado tan cerca una posible fractura del país desde que el 29 de abril de 2010 el democristiano Yves leterme presentó su dimisión como primer ministro belga ante la posibilidad de alcanzar un acuerdo entre las principales comunidades del país: flamenca y valona.
Al presentar su dimisión, el rey Alberto II de Bélgica tardó varios días en aceptar la renuncia para evitar que la decisión de Leterme acabara en una crisis política como así ha sido al final. Al final la solución más rápida fue la convocatoria de elecciones anticipadas, que se celebraron el 13 de junio del año pasado y en la que vencieron los secesionista flamencos de la Nueva Alianza Flamenca de Bart de Weber.
El arco parlamentario lo componen desde entonces siete partidos políticos que representan a flamencos y valones y que discuten también desde el verano pasado cómo abordar una profunda reforma de Estado a partir de la cual empezar a pensar en un nuevo Gobierno. Respecto a la gobernabilidad, ésta ha sido una misión imposible al antojo de las exigencias y desavenencias de ambas partes. El monarca Alberto II ha nombrado sucesivos mediadores para terminar en continuas crisis y faltas de entendimiento.
La crisis además coincidió con la presidencia de turno belga en el segundo semestre de 2010. Y la UE llamó la atención sobre la imagen que el país daba en plena crisis financiera y económica que hacía peligrar la estabilidad del euro. A los líderes europeos, como Durao Barroso, no les gustó esa imagen en los mercados.
Del otro lado, la población ha mostrado de muy distintas maneras su hartazgo, paradójicamente provocado por una situación que los belgas mismas han votado en las urnas. Por ejemplo, ha tenido lugar una acampada virtual frente a la sede gubernamental para exigir que se devuelvan los impuestos entretanto no se forme un Gobierno. De otro lado, una iniciativa pintoresca es la llamada a dejarse crecer la barba hasta que se forme un nuevo Ejecutivo.
Entre otras protestas más serias, se encuentran las manifestaciones que han desbordado Bruselas, la última con más de 30.000 asistentes exigiendo un Gobierno a la altura de las circunstancias, excepto que los belgas no se ponen de acuerdo en qué circunstancias son las que hay y las que desean.
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