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La Pescadería que ya no lo es

Cuando acabamos la cata del otro día, teníamos una cierta hambre y nos fuimos a cenar a La Pescadería. Siempre que paso delante de este local me viene a la memoria una famosa frase que se dice en Gijón: “acuérdome yo cuando esto eren cuatro praos”. Traducido a mi situación al ver La Pescadería es, me acuerdo yo cuando esto realmente era una pescadería, hasta no hace mucho, hasta que esta zona se convirtió en un barrio de moda. Esa expresión no refleja nostalgia, es simplemente una constatación, nada más. No le busquéis historias a nada de lo que escribo, lo que digo es lo que pienso, va directo, sin filtros ni complicaciones, soy simple, muy simple. Pues eso, antes era una pescadería y nunca hubiera imaginado que tenía un espacio taaaan enorme, a simple vista no se observaba dicha capacidad, parecía una pescadería normalita. Ahora es un establecimiento moderno, que pertenece al grupo la Mucca, el cual tiene otro local representativo en la zona “La Mucca del Pez”. Hablando del barrio, buscando información sobre este restaurante me encontré con esto y quiero destacar este párrafo “La persona que nos recomendó este establecimiento nos dijo que no nos fijáramos en el ambiente del barrio, pero eso nos lo dijo después, una vez que habíamos atravesado unas calles que no presagiaban el estupendo lugar que estábamos a punto de descubrir. Aunque reconozco que, de haber ido sobre aviso, la sorpresa no hubiera sido la misma.” Yo debo deciros que tras leer este párrafo me sentí, durante un momento, como un negro homosexual viviendo en el East Village en los años 70. Espero lo entendáis y no me vengáis con rollos políticamente correctos. Tal cual me sentí. Y me pregunté donde viviría María José, quien firma este artículo. Posteriormente, leyendo el resto del artículo y los comentarios, observé que un Sr. llamado Vicchis también se preguntaba lo mismo. Los de Directo al Paladar respondían amablemente a este Sr. comentando que la zona de Ballesta es peligrosa y tiene un ambientazo (en el mal sentido) y todas esas cositas, ah, y dato importante, María José (la autora) vive en Baleares (y no sé si sabrá que Magaluf existe). Bueno, yo he de deciros que llevo viviendo en Malasaña desde hace casi 20 años, la he visto cambiar bastante, antes había mucha droga y mucho borracho por la calle y ahora es un barrio chulis con la droga más escondidita y las borracheras más de puertas para adentro… pero siempre ha sido un barrio con carácter y con mucha mezcla y eso creo que es bueno, que debería sorprender gratamente, pero cada uno con sus gustos. Vaya, ya me estoy yendo, como siempre, por las ramas.

Vamos con la descripción del local. Es amplísimo y muy estilo neoyorkino (psi, again), carácter industrial a base de hierro, azulejos blancos modelo ladrillitos típicos de baño de NYC, grandes lámparas colgantes “estoy en una fábrica”. Muchos espacios diferentes, una zona que parece un patio, mesas altas de madera con taburetes, realmente es bonito si no fuera algo cansina la tendencia a esta estética.

Tienen buena música: Morrissey, Radiohead… Os dejo una bonita canción de estos últimos y su vídeo correspondiente:

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=sPLEbAVjiLA&w=560&h=315]

Me gustó particularmente la zona de lavamanos antes de los baños, a continuación encontráis una foto.

Y allá vamos, M. elige un doble de cerveza (unos 2 €, me olvidé del recibo así que no os puedo dar el precio exacto); a él le va la cerveza, me parece que ya lo sabéis. E. se decanta por un pisco de maracuyá (8 €), aromático, dulce y delicado, bastante diferente del pisco tradicional (aquí os hablo de esta bebida). Rico.

Yo elijo un daiquiri de limón (6,5 €), ácido, con cuerpo, fresco, estimulante. Bien hecho.

Seleccionamos varias raciones para compartir. E. se decanta por huevos de corral con patatas a lo pobre y picadillo de chorizo (10 €). Es un plato poco original pero resulta siempre un acierto. El picadillo de chorizo es particularmente sabroso. Se me olvidaba, en la carta ofrecen varios platos de casquería (creo recordar, entre otros, hígado encebollado y mollejas), lo cual les diferencia de las cartas típicas de restaurantes con este tipo de estética; es decir, rompe con el carácter pacato propio de lo cool.

M., por su parte, elige alitas de pollo de corral al horno (10 €). Crujientes, picantillas (para E. excesivamente, para M. y para mí estupendas), con varias especias, ¡muy sabrosas!, y su buena dosis de patatas fritas. Y los Humberts ahí, aparcados en batería. Están calladitos, creo que después de la conversación que hemos tenido en La Cava de la Villa antes de venir para acá ya no tienen ganas de hablar más. Yo no soy muy dada a iniciar conversaciones, así que dejo estar la situación tal cual. Muerdo alita-los miro de reojo-muerdo alita-los miro de reojo-bebo daiquiri-converso-muerdo alita-los miro de reojo-converso-río-miro el local-bebo daiquiri-los miro de reojo-desaparecen. Taciturna, empiezo a pensar que esta vida de trabajadora freelance con escasa relación con el mundo exterior me está creando dependencias peligrosas.

Posteriormente, yo elijo chipirones frescos encebollados (8 €), bien cocinados, sabor a cebolla tierna, ligero gusto marino. Correctos, sin alharacas.

Y, entre los 3, nos decantamos por unos buñuelos de bacalao con salsa de piquillo (7 €). La salsa de piquillo le va muy bien a estos buñuelos, bien fritos, nada grasientos y con agradable y sutil sabor a bacalao.

Para finalizar, como siempre, algo de chocolate. La adicción al chocolate de E. y mía nos lleva, una vez más, a elegir una tarta de chocolate con base de plátano (5 €): muy bien hecha, el chocolate tiene una textura interesante, quebradiza, y sabor intenso. Veo que la combinación chocolate-plátano es una nueva moda. A mí no me gusta por lo poco frutera que soy y porque el plátano en particular me resulta una fruta empalagosa y de sabor absurdo; en cualquier caso, yo veo mejor la “armonización” chocolate-frambuesa, chocolate-naranja, dentro de las clásicas, y chocolate-mango, chocolate-lima dentro de las más modernas.

Este establecimiento tiene una calidad correcta, una estética bonita y cuidada y un precio adecuado. Destacaría especialmente sus cócteles, tienen aromas y matices en sus texturas, lo cual últimamente es difícil de encontrar en muchos de los brebajes que prueba uno por ahí. La cocina es sencilla, de moda, con algún toque más personal (como el tema casquería). Es un buen lugar para los que quieran “dejarse ver”.

La Pescadería, Calle Ballesta 32, Tel. 91 523 90 51. Horario: Lunes, martes, miércoles y domingo de 13.00 a 1.30. Jueves de 13.00 a 02.00. Viernes y sábado de 13.00 a 2.30. Web: http://lamuccacompany.com/la-pescaderia/ Facebook: https://www.facebook.com/pages/La-Pescader%C3%ADa/1425601707652221?fref=ts