Madrid homenajea a Los últimos de Filipinas: acto militar, oración y escultura pistola en mano

Chamberí se está especializando en acoger actos en los que se pronuncian muchos vivas a España. Ocurrió hace un mes con el homenaje a la Constitución y el izado de una bandera de 7,5 metros de largo, y ha vuelto a suceder este lunes, cuando el distrito celebró la inauguración del monumento a Los últimos de Filipinas en un acto del Ayuntamiento y del Ejército de Tierra al que respondieron decenas de ciudadanos y que sirvió de homenaje a los 54 soldados que resistieron en el sitio de Baler entre 1898 y 1899, cuando la guerra ya había acabado y España había dado por perdidas las islas.

La instalación del monumento era una promesa de Martínez Almeida, que incluyó como el primero de sus seis compromisos electorales para Chamberí y ha conseguido levantarlo en tiempo récord en el cruce de la calle Alberto Aguilera con la plaza del Conde Valle de Suchil. Este lunes, el propio alcalde de Madrid se encargaba de inaugurarlo junto al Jefe del Estado Mayor, rodeado de más de un centenar de militares (entre miembros del Estado Mayor, soldados del batallón Filipinas de Palma de Mallorca y el Regimiento Inmemorial número 1), mucho protocolo, himno nacional y otros símbolos patrios.

Mientras la locución preparada por el Ejército de Tierra recitaba la historia de los que calificaba como Héroes de Baler, Almeida pasaba revista a las tropas y saludaba en medio del frío a algunos de los descendientes de aquellos soldados, entre los que había incluso uno de sus tataranietos. La voz en off iba recordando que el monumento pretendía convertirse en “un símbolo para las generaciones venideras”, recalcaba que el desenlace sirvió para conseguir la “inquebrantable hermandad entre los ejércitos de España y Filipinas” y destacaba que los soldados que se acabaron rindiendo en la iglesia de Baler lo hicieron “con el orgullo intacto y el deber cumplido”.

Almeida, después, haría hincapié en este mensaje y añadiría que “reconocer a nuestros héroes es como mejor se construye el futuro de España”. A la vez, elogiaba el trabajo del escultor Salvador Amaya, autor de la estatua a partir de un boceto de Agustín Dalmau, que representa al Teniente Martín Cerezo -quien quedó al mando tras la muerte del Capitán Enrique de las Morenas-, pistola en mano y actitud vigilante. Fue encargado en 2019 por la Fundación del Museo del Ejército, gracias a una colecta por suscripción popular, y regalado al Ayuntamiento de Madrid para su colocación.

La colocación del monumento fue aprobada por la Junta de Chamberí en marzo de 2019, durante la pasada legislatura, pese al voto en contra de Ahora Madrid votó por considerarlo poco adecuado al recordar el pasado colonialista español. Algo parecido sucedió con los cercanos Jardines del Almirante Cervera, que fueron nombrados así después de una aprobación del pleno de la Junta de Chamberí con el voto en contra del partido de Carmena. La exalcaldesa enmendó la plana a sus concejales aprobando después el homenaje a otro militar en Junta de Gobierno. Hoy, la placa de este marinero está situada a escasos metros del monumento a Los últimos de Filipinas

Volviendo al acto de este lunes, después de algunos vivas a España más tuvo lugar otro de los momentos más solemnes: el de la interpretación de La muerte no es el final a cargo de la banda del Regimiento Inmemorial, canción que fue coreada por concejales y diputados de la asamblea de Madrid de PP (Pedro Corral, Javier Ramírez o Inmaculada Sanz) y Vox (Ortega Smith y Monasterio) presentes en el acto, mientras que las del PSOE y Ciudadanos que habían acudido guardaban silencio. También hacía lo mismo -es fácil pensar que no se sabía la letra- el vicecónsul de Filipinas, presente en el acto.

El responso de un capellán y una descarga de fusilería servían para coronar un acto que contó con bastante público asistente, entre los que se vieron banderas de España, mucho abrigo de visón, tímidos vivas al rey y alguna frase fuera de tono, como la de una ciudadana de avanzada edad que pedía a los militares que acababan de emplear sus armas fueran “al Congreso, a terminar lo que no hizo Tejero”. Nadie le hizo mucho caso y el acto prosiguió sin más incidentes.

Familiares de los soldados protagonistas del homenaje tomaron la palabra para explicar que el monumento era “un sueño cumplido” para el reconocimiento de este grupo de soldados que decidió resistir durante más de 300 días al ignorar que su ejército había perdido la guerra. El último acto fue  la entrega de un simbólico puñado de tierra de la iglesia de Baler, recogida al cumplirse 120 años del sitio y que será guardada a partir de hoy en el Museo del Ejército.