El primer gimnasio de España abrió sus puertas en Chueca en 1859

En 1859 el gimnasta francés Alfonso Vignolles abrió en el número 14 de la calle Reina el primer gimnasio privado de la ciudad (y de todo el territorio nacional). Influenciado por la filosofía de Amorós –uno de los fundadores de la Educación Física moderna–, su objetivo no era «formar forzudos», sino poner en forma a hombres «bien desarrollados, sanos y fuertes de cuerpo y de espíritu».

Un buen ejemplo de sus ideales lo encontramos en el texto que se empleaba en los numerosos anuncios que publicaron en la prensa para darle publicidad al emprendedor negocio, en el que existían servicios específicos para mujeres y enfermos y hasta lecciones gratuitas (en horario de 12:00 a 13:00 horas) para personas sin recursos:

Frecuentado por personajes como Manuel Becerra y José Canalejas, el prestigio del Gimnasio Vignolles era tal, que incluso los llamados “apóstoles” de la educación física española recibieron formación en él, como José Sánchez y González de Somoano, quien llegó a regentar un gimnasio en la c/ Almirante.

Incluso se usaba por algunos periodistas como referente a la hora de ilustrar sus noticias, alabando la buena formación que recibían quienes pasaban por sus instalaciones, capaces casi de igualar a los forzudos profesionales:

Hasta algunos periódicos como Gil Blas aconsejaban a los padres de familia que sus hijas recibieran formación gimnástica bajo la dirección de Mr. Vignolles  porque «varias señoritas que asisten al gimnasio de la calle de la Reina han mejorado la salud al adquirir robustez. ¡Cielos! ¿Será posible?», decían el 13 de enero de 1867.

Pero las particularidades de este centro deportivo iban mucho más allá del entrenamiento para conseguir más músculo o agilidad. Se trataba realmente de un gimnasio médico, con duchas escocesas, como muchos de los SPAS urbanos que encontramos por el centro en nuestros tiempos, pero completamente innovadores para la época.

Sebastian Busqué Torró (uno de los pioneros de la Rehabilitación y la Fisioterapia) explicaba en su obra Gimnástica médica, higiénica y ortopédica (1865) todos los detalles sobre la metodología de Vignolles y sus tablas de ejercicios. Según detalla, en el gimnasio Vignolles se usaban mucho las picas, «una especie de astas de lanza» que dos alumnos cogían por los cabos con cada mano para dar soltura a los hombros y ensanchar el tórax, afirmando al mismo tiempo las piernas y los riñones (Fig. 7 de la ilustración inferior).

También habla de su famoso invento gimnástico, la máquina Vignolles, compuesta de poleas, de resortes y de escaleras ortopédicas y con un diseño que perdurará hasta finales de siglo XIX en otros artilugios como los armarios del francés Burlot, que también permiten la realización de ejercicios diversos.

Un artilugio que, según explica Busqué, podían usar hasta mujeres, niños y personas convalecientes «si en los aparatos gimnásticos cuando menos han de vencer la resistencia del peso del cuerpo, aquí pueden trabajar con solos cinco kilos, diez, quince, etc. y al propio tiempo los robustos gimnastas encontrarán sus fuerzas equilibradas con pesos de treinta, cincuenta, cien kilos».

Sin embargo, Juan Gaux, director de otro gimnasio en el número ocho de la calle Barquillo, arremetió duramente contra Vignolles, en La España Médica (1865. nº10), donde publicó un comunicado alegando que de existir algún inventor de la máquina ese era él:

Busqué replicó a Gaux en el El Pabellón Médico de una manera algo más comedida: «Dice el gimnasta Gaux que la máquina del señor Vignolles “sometida a un examen médico no sirve para el objeto”... Los Sres. Burlot y Vian, constructores, expusieron un cuerpo de máquina que fue adquirido por el Dr. Blaud, quien ha hecho la feliz aplicación de acompañar los ejercicios gimnásticos con ciertos procedimientos hidroterapéuticos. El Sr. de Vignolles dicurrió el medio de adicionar a la idea, ya realizada, de usar las poleas como instrumentos mecánicas para los ejercicios gimnástícos... aumentando otro cuerpo a la máquina y completándola con la escalera convexa. Si el principio mecánico en que está fundada es el mismo que la del Sr. Gaux, preciso es confesar que éste ha iniciado la ejecución de una idea que en aquélla está completamente realizada. Dedúcese que no siendo el Sr. Gaux inventor de la máquina de Vignolles... y que no demostrando como lo hará, la inutilidad de este precioso medio, da a conocer el móvil apasionado de su escrito; estamos dispuestos a sostener con él una discusión honrosa, pero nunca una polémica que repugna tanto al buen sentido del público como a la dignidad de hombres que se estiman y se aprecian».