¿Está más limpia Malasaña con Carmena que con Botella? Un repaso a la suciedad del centro

La llegada del calor del verano y, con él, de los malos olores que dejan las basuras, ha reavivado en las últimas semanas un debate que corre el riesgo de repetirse cada época estival, una discusión en la que participan vecinos, partidos políticos, mandatarios... y en la que cada uno barre para casa en función de su ideología. ¿Está más limpia Malasaña con Ahora Madrid que con el PP? La falta de una serie histórica fiable de datos de limpieza por parte del Ayuntamiento hace difícil comparar diferentes épocas con datos empíricos, pero no es imposible.

Somos Malasaña intenta responder a esta pregunta a través de las noticias que este periódico ha ido publicando durante sus casi ocho años de existencia, para comparar si los 500 kilos de basura al año que genera cada vecino de Centro se tardan más o menos en recoger ahora o antes. La basura que cada habitante acumula en Madrid se ha triplicado desde hace 60 años. En 1957 la media era de 107 kilos. Las cotas máximas de residuos se produjeron en torno al año 2000 y hubo un descenso significativo con la irrupción de la crisis entre los años 2007 y 2008. Pero la recogida de más o menos basura no implica que las calles estén más limpias. Depende del servicio y de los recursos destinados a él.

“Madrid está cada día más sucio y hay que hacer algo”. La frase podría parecer sacada de cualquier foro de internet este verano, pero en realidad data del año 2009, con Gallardón aún en la alcaldía y con Ana Botella como concejala de Medio Ambiente. La pronunciaba Hugo, un vecino de San Mateo que, harto de ver cómo la basura se acumulaba un día sí y otro también en los alrededores de su calle, montó un grupo de Facebook para denunciar la falta de limpieza en la zona. Entonces ya se quejaba  de escasez de baldeos, falta de multas y “mano dura”, además de proponer una campaña de concienciación ciudadana.

En aquel año y ante la situación de falta de limpieza en la zona, el PSOE reclamaba “un plan de choque contra la suciedad” y definía así el estado de las calles del centro de Madrid: “Un lamentable espectáculo de cacas de perro, pintadas, orines, contenedores y papeleras rebosantes, botellas y todo tipo de basuras”. Por aquel entonces Somos Malasaña publicaba imágenes como esta con el titular Los contenedores de reciclaje no dan abasto.

El fin a la recogida de muebles y el incivismo vecinal

El fin a la recogida de muebles y el incivismo vecinal

Los madrileños -y malasañeros en particular- se han acostumbrado a tirar sus muebles y objetos voluminosos de casa en cualquier esquina. Esta práctica comenzó a raíz de que Gallardón suprimiera en 2010 el servicio mensual de recogida de muebles y enseres por la crisis económica y la deuda municipal. Desde entonces la limpieza en las calles, que no era buena, empeoró considerablemente, con vecinos colocando sus colchones, tazas del WC, armarios, somieres y todo tipo de desperdicios frente a su portal en lugar de llamar al 010 y usar el servicio gratuito municipal para hacerlo desaparecer.

El programa de recogida de enseres servía para retirar cada año de las calles más de 40 toneladas de muebles en todo el distrito Centro. Aunque el Ayuntamiento no hizo cálculos después, su supresión dejó las aceras llenas de estos desperdicios, que tuvieron que pasar a ser asumidos por los servicios de limpieza nocturna o de reciclaje, eso siempre y cuando sus trabajadores no los dejaran en la calle por no resultar de su competencia.

A la falta de civismo vecinal se respondió con amenazas de multas por parte del Ayuntamiento (también les cayeron a los grafiteros por las pintadas), pero la situación no mejoraba: la asociación Acibu y otros colectivos documentaban la suciedad en las calles e incluso había manifestaciones contra el Ayuntamiento para reclamar mejores servicios de limpieza.

Llegó el año 2011 y el PP volvió a conseguir la mayoría absoluta en las elecciones municipales, aunque Gallardón -el reelegido- dejó pronto su puesto a Ana Botella para ocupar el Ministerio de Justicia. La delegada de Medio Ambiente, sobre la que hasta ese momento había recaído la responsabilidad de la limpieza de la ciudad, pasaba a gobernar Madrid.

El mandato de Botella se vio marcado por los recortes presupuestarios debido a la enorme cantidad de deuda que arrastraba el Ayuntamiento. La limpieza también se resintió: en verano de 2011 se recortó un 33% el servicio, pero los tijeretazos irían a más.

El nuevo contrato de basuras y 2013, el año más negro

El nuevo contrato de basuras y 2013, el año más negro

Los recortes se notaron especialmente en el contrato de recogida de basuras que entró en vigor en 2013 y que bajó un 20% el gasto de golpe. Las empresas adjudicatarias (FCC, OHL, Sacyr y Urbaser) mandaron a la calle -con un ERTE- a un buen número de operarios para poder cumplir con las exigencias económicas de Botella, lo que automáticamente llevó más suciedad a las calles. Imágenes como esta de los contenedores de San Ildefonso (que fueron retirados del lugar para evitar estampas similares) hablan por sí solas.

La situación se agravó todavía más a finales de ese año, cuando una huelga de los trabajadores de esas empresas, que denunciaban aún más recortes además de los despidos ya citados, convirtió el centro de Madrid en un estercolero. Hace ahora tres años, las calles de Malasaña tenían este aspecto y tocaban fondo en cuanto a limpieza se refiere.

Desde ese año y hasta la llegada de Ahora Madrid al consistorio, encontrarse con un barrendero por las calles de Malasaña llegó a la categoría de milagro. También se eliminaron los baldeos generalizados y la limpieza de los orines en las calles pasó a depender en muchas épocas de la cantidad de lluvia que cayera del cielo.

Carmena-Sabanés: aciertos, errores y tareas pendientes

Carmena-Sabanés: aciertos, errores y tareas pendientes

La suciedad en Madrid fue uno de los caballos de batalla durante la campaña electoral de 2015 y una de las razones que auparon a Manuela Carmena a la alcaldía de la ciudad. Para encargarse de la limpieza de Madrid, la primera edil confió en Inés Sabanés, ecologista con una dilatada carrera política y muchas ideas para intentar acabar con la suciedad reinante.

El nuevo Ayuntamiento ejecutó varios planes de choque de limpieza después del verano de 2015 para dar un repaso a una ciudad que estaba sumida en la mugre. En Malasaña se intervino primero la zona norte, luego llegaron los trabajos a la zona sur y después el centro de Malasaña. El impacto de estas medidas se notó, y mucho, en el aspecto general de la zona. Luego se lanzó una  campaña de concienciación para intentar que los madrileños ensuciaran menos y la alcaldesa publicó un vídeobando para llamar a los ciudadanos a cuidar mejor las calles de su ciudad.

En paralelo, Sabanés presionó a las concesionarias de basuras para que mejoraran el servicio y consiguió sacar cientos de barrenderos a las calles (ahora se les ve de vez en cuando, aunque quizás no con la frecuencia deseada). Además, organizó mejor el sistema de recogida de basuras en el centro de Madrid y, en la actualidad, un operario prepara los contenedores antes de la llegada del camión, para que no se quede nada de lo que se deposita fuera de ellos sin recoger (cosa que sucedía habitualmente hasta el año pasado).

En lo que se refiere a Malasaña, en noviembre de 2015 la Junta de Centro acordó medidas excepcionales de limpieza del área y un plan específico (¡Cuidamos Centro!) que, sin embargo, no acaba de dar sus frutos, mientras Medio Ambiente ultima la puesta en marcha de un plan de recogida de cartonaje. El barrio también espera el plan -anunciado pero no puesto en marcha- para colocar urinarios públicos en las calles más castigadas por las meadas en Malasaña, en consenso con los vecinos y comerciantes.

Pese a las medidas, prosiguen las quejas vecinales y el cruce de acusaciones. Los partidos de la oposición y ciudadanos contrarios al actual equipo de Gobierno publican imágenes y vídeos con basura en las calles. Mientras, otras asociaciones más afines a Ahora Madrid comparan el estado actual de Malasaña con el de la etapa Botella con fotografías un tanto forzadas:

Fotografías y comparaciones estas últimas que con un simple paseo por el barrio cámara en mano, en cualquier momento del día -salvo si acaba de pasar el camión de reciclaje- quedan un tanto en evidencia:

Lo cierto es que -a la vista del recorrido histórico reciente que hemos trazado en el artículo- algunos problemas de limpieza se han resuelto y otros no: sigue habiendo puntos negros de la suciedad en Malasaña, los muebles viejos y todo tipo de desperdicios se siguen acumulando en los alrededores de las islas de reciclaje y, en general, en cualquier esquina propicia para ello.  Falta por ver si el nuevo contrato de recogida de papel, vidrio y envases (para empresas privadas, contrario a la municipalización que se prometió en el programa electoral de Ahora Madrid) sirve para resolver parte de esta suciedad.

También se echa de menos una mayor frecuencia en la limpieza de las paredes de edificios y fachadas de Malasaña -la mayoría de ellos protegidos históricamente- puesto que persisten pintadas desde la última limpieza intensiva, que tuvo lugar hace casi un año. También falta reforzar el apartado sancionador: más multas contra los incívicos, como ya reclamó este medio en un editorial el pasado mes de enero. Y tal vez recuperar la recogida mensual de muebles viejos, si el contrato de reciclaje no acaba con las tazas de wáter en las aceras del centro de Madrid