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Nuestro futuro es nuestra historia

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La larga noche de piedra y miedo que supuso el fascismo-franquismo en nuestro país ha perpetuado un silencio molesto y peligroso sobre la historia más reciente en las aulas de secundaria, también en buena parte de la sociedad. 

Paradójicamente, el esfuerzo de los y las historiadoras, tanto en el marco de la universidad como fuera del mismo, ha generado una historia cada vez más documentada, profunda y completa sobre este periodo. Conocimiento más que suficiente para deshacer los falsos mitos, mentiras y ambigüedades que interesadamente se difundieron por el propio régimen y se difunden actualmente por sus continuadores (1).

A esta situación contribuyen tres problemas. En primer lugar, y es cuestión general, la dificultad para hacer llegar a la sociedad el conocimiento que se produce en las instancias más altas del mismo, sean universidades, centros de investigación y estudio, o especialistas particulares. Situación esta que está relacionada con la extensión del circuito cultural del capitalismo, acelerada por los dispositivos electrónicos. No es necesario extendernos aquí sobre la facilidad con la que se contagian de un terminal a otro las más burdas mentiras históricas, eso sí bien elaboradas a golpe de talonario por todo tipo de entidades y personas. A esto hemos de añadir un “muera la inteligencia” que va mucho más allá de nuestro país, véanse los alegatos anti intelectuales por ejemplo de Trump, o en nuestro panorama educativo el desprecio por el conocimiento en favor de determinadas “destrezas”.

En segundo lugar, la creciente frivolización de la historia, empleada como argumento para novelas, excusa para fiestas, o entretenimiento en apariencia inocente; de estas aplicaciones se excluye generalmente la historia contemporánea, se reproducen batallas antiguas, medievales o modernas, pero jamás por ejemplo las batallas de la guerra civil. Sería muy desagradable, y la dureza de nuestra historia reciente (por otra parte muy similar a la de muchas de las naciones del mundo, no olvidemos que las guerras se producen siempre por intereses económicos, aunque la propaganda se obstine en otra cosa) se opone a la felicidad del ocio. 

En tercer lugar, la demonización de la izquierda con su largo recorrido desde el franquismo, responsable de generar en el profesorado el temor a ser tildado como tal al abordar en clase ciertos temas, o defender radicalmente los valores democráticos; la acusación de adoctrinamiento pesa como una losa sobre el cuerpo docente de la enseñanza pública, mientras en algunos centros privados sufragados con fondos públicos, de vez en cuando, salen a la luz cosas que suceden bien contrarias a nuestra Constitución y a nuestra democracia.

Además de este contexto ya difícil por sí mismo, la estructura en la que se imparte la asignatura de historia, contribuye a poner también palos en las ruedas. De un lado tenemos la extensión de los temarios que resulta inabarcable, máxime cuando se producen reducciones horarias como la actual prevista en la LOMLOE para cuarto de ESO, precisamente el curso en que toda la ciudadanía, independientemente de sus estudios posteriores, puede tener acceso al conocimiento de su historia más reciente. De otro lado, los libros de texto y materiales complementarios que se utilizan para impartir esta asignatura, a los que salvo contadas excepciones no ha llegado avance historiográfico alguno, cuando no representan un retroceso con respecto a los que se utilizaban en los años ochenta y noventa (2).

Ante esta situación, hace tres años, AFEREM (Asociación para el Futuro de la Educación en la Región de Murcia) contando con el apoyo de las Universidades de Murcia y Politécnica de Cartagena y la Federación de Asociaciones de Memoria Histórica de la Región, lanzó el concurso para jóvenes 'Nuestro futuro es nuestra historia', en el convencimiento de que esto es cierto, y de que en el desconocimiento de nuestra historia nos estamos jugando el futuro democrático de nuestra sociedad. Este concurso no es posible sin la generosidad de algunas de las historiadoras e historiadores más brillantes y prolíficos de nuestro país, comenzando por Francisco Espinosa que preside el jurado,  al que se suman Fernando Hernández, Dolors Marín, Mirta Núñez, Ángel del Río, y especialmente Pedro Egea Bruno de la Universidad de Murcia. Todos ellos dedican tiempo, ilusión y esfuerzo, a veces en condiciones muy complicadas por la exigencia de sus otras tareas, haciendo gala del mismo altruismo con el que han sacrificado miles de horas de su tiempo en los, con frecuencia caóticos, archivos españoles, con el objeto de escribir una historia que se ajuste en la mayor medida posible a la realidad de los hechos, documentando rigurosamente los mismos. Este año el concurso cuenta además con la colaboración de la Filmoteca de Murcia y del Festival de Cine de Memoria Democrática, al haberse añadido la de vídeos cortos a las dos modalidades ya existentes, ensayo y narrativa. Ambas instituciones proyectarán los vídeos ganadores.

El concurso también ha permitido que muchos jóvenes historiadores/as y docentes se conozcan, dando origen a encuentros y foros de discusión, como la celebración de las primeras jornadas de docencia y memoria histórica en Alhama.

El historiador norteamericano H.R.Southworth, señaló que ningún pueblo ha combatido tanto el fascismo como el español, lo combatió en las urnas, lo combatió en el frente y lo persiguió por Europa contribuyendo a su derrota, formando parte o encabezando los movimientos de resistencia, especialmente el francés. Conviene recordar pues a quién debemos las libertades y los derechos que hoy disfrutamos y el alto precio que pagaron por ello; es necesario que nuestros jóvenes conozcan el impulso formidable y generoso que nos ha traído hasta aquí y ha forjado nuestra democracia, es preciso que con el esfuerzo compartido construyamos una historia colectiva que nos permita reconocernos en nuestros más profundos valores, libertad, igualdad, fraternidad, para así avanzar hacia un futuro que está por escribir. 

(1) El Bulldozer negro del general Franco. Fernando Hernández. Pasado y presente. Barcelona 2016

(2) La asignatura pendiente: la memoria histórica democrática en los libros de texto. Enrique J. Díez Gutiérrez. Plaza y Valdes. Madrid, 2020. 

La larga noche de piedra y miedo que supuso el fascismo-franquismo en nuestro país ha perpetuado un silencio molesto y peligroso sobre la historia más reciente en las aulas de secundaria, también en buena parte de la sociedad. 

Paradójicamente, el esfuerzo de los y las historiadoras, tanto en el marco de la universidad como fuera del mismo, ha generado una historia cada vez más documentada, profunda y completa sobre este periodo. Conocimiento más que suficiente para deshacer los falsos mitos, mentiras y ambigüedades que interesadamente se difundieron por el propio régimen y se difunden actualmente por sus continuadores (1).