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Revulsivo a la izquierda

En cierta ocasión, un amigo entendido del mundo del fútbol se esforzó en convencerme de que todo entrenador necesita tener en su plantilla un revulsivo, capaz de cambiar la dinámica de un partido atascado. Al principio, me explicó, todos los técnicos quieren que reine el orden en su sistema táctico pero, si eso no funciona, hay que pasar al plan B. Ahí es donde buscas al jugador que genere oportunidades y siembre el peligro en el área rival. Alguien que sale del banquillo pero, ojo, al que no hay que confundir con un suplente más. El revulsivo, si realmente es efectivo, lleva al técnico a plantearse, en ocasiones, por qué no lo alinea de titular. Y ocurre, a veces, que ese futbolista es válido para jugar desde el principio, mientras, en otras muchas, no lo es. Hay quien no se resigna a chupar banquillo, pero también quien acepta con deportividad esa condición de antídoto, sabedor de que en el fútbol, con el paso del tiempo, se tiende cada vez más a buscar una cierta especialización.

En política pasa algo parecido. Si las cosas no han ido bien en unas elecciones, en las que, por una parte, el fracaso se ha podido deber a lo poco atractivo de una lista y, en otro tanto por ciento, a que estos pasados comicios autonómicos y municipales han tenido un carácter plebiscitario sobre la gestión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, parece que lo lógico sería buscar revulsivos. Poco ilusiona a la hinchada -en este caso, al electorado- que se repitan, más o menos, determinados componentes de la alineación de aquel partido fatídico en el que el rival te pasó por encima sin contemplaciones, como si de una apisonadora se tratara, sin ni siquiera echar mano de algún revulsivo. Y más aun, cuando los hay a mano.

La candidatura para las elecciones del 23 de julio al Congreso de los Diputados, que este miércoles presentó la ejecutiva del PSRM-PSOE al comité regional, encabezada por Francisco Lucas, no deja de ser más de lo mismo respecto a lo ofertado el 28M. A ello hay que añadir la inclusión como número dos de la delegada del Gobierno, Caridad Rives, nombrada para el cargo hace apenas un par de meses -sustituyendo al titular, Pepe Vélez, cuando se confirmó como candidato a San Esteban-, en un signo evidente de que su mandato, de no optar por el escaño y a la vista de lo que se pueda avecinar, podría ser, no diríamos que fugaz, sino efímero, tras un hipotético resultado decepcionante el 23J. 

Era un clamor que los actuales dirigentes del PSRM iban a descartar a la secretaria de Estado de Telecomunicaciones, María González Veracruz, porque su presencia resulta incompatible con la concepción de lo que ellos entienden que debe de ser el partido, pero que se haya dejado pasar la oportunidad de recuperar -y acaso seducir, si no estaba por la labor-, por ejemplo, al alcalde en funciones de Lorca, Diego José Mateos, uno de los más firmes resortes del socialismo regional, es un hecho que, por lo menos, llama la atención.

Entretanto, a la izquierda del PSOE las cosas no van mucho mejor encarriladas. A la espera del complicado acuerdo de Podemos con Sumar, esa anhelada aspiración de la vicepresidenta Yolanda Díaz, en la Región de Murcia los dirigentes de la formación morada, con su coordinador autonómico Javier Sánchez Serna a la cabeza, reclaman que ellos son los que tienen que liderar esa lista. Y, en concreto, él personalmente. 

Sin embargo, parecería hasta lógico que se diera paso a algunas mujeres muy válidas, cuyos nombres se barajan estos días para dar el salto al ruedo político, y que por fin tuvieran su oportunidad. Es el caso de la sindicalista de CCOO, Teresa Fuentes, una de las solventes negociadoras del convenio regional de hostelería que permanecía atascado desde hace tres lustros, o de la profesora de la Universidad de Murcia, Teresa Vicente, impulsora de la Iniciativa Legislativa Popular del Mar Menor, una ofensiva medioambiental para la que se recogieron 600.000 firmas entre la ciudadanía de toda condición y plumaje. Esto sí que también supondría un verdadero revulsivo para esa otra izquierda, la misma que aspira a ser decisiva a la hora de apuntalar a Sánchez para seguir al frente del Gobierno de España.

Con todo y con eso, lo que las encuestas vaticinan es que el PP podría obtener la mitad de los 10 diputados en litigio en esta circunscripción electoral. Y que dos, cada uno, se repartirían el PSOE y Vox, por un escaño de Sumar, si es que estos llegan a tiempo. Un pronóstico tan distinto y distante del resultado de 2019, cuando el PSOE, PP y Vox obtuvieron tres parlamentarios por barba y el décimo fue para Podemos. 

Visto lo visto, a este paso, es muy probable que la izquierda, envuelta en su avispero particular, con tanto enredo y devaneo, ponga la alfombra a las derechas para que lleguen, de una vez por todas, victoriosas y triunfales a La Moncloa. Lo harán desalojando a sus actuales moradores, sin contemplaciones ni miramientos, del timón de la nave que resulta ser este país. Y es que, en determinadas circunstancias, ya se sabe lo que nos dice la sabiduría popular: a enemigo que huye, puente de plata.

En cierta ocasión, un amigo entendido del mundo del fútbol se esforzó en convencerme de que todo entrenador necesita tener en su plantilla un revulsivo, capaz de cambiar la dinámica de un partido atascado. Al principio, me explicó, todos los técnicos quieren que reine el orden en su sistema táctico pero, si eso no funciona, hay que pasar al plan B. Ahí es donde buscas al jugador que genere oportunidades y siembre el peligro en el área rival. Alguien que sale del banquillo pero, ojo, al que no hay que confundir con un suplente más. El revulsivo, si realmente es efectivo, lleva al técnico a plantearse, en ocasiones, por qué no lo alinea de titular. Y ocurre, a veces, que ese futbolista es válido para jugar desde el principio, mientras, en otras muchas, no lo es. Hay quien no se resigna a chupar banquillo, pero también quien acepta con deportividad esa condición de antídoto, sabedor de que en el fútbol, con el paso del tiempo, se tiende cada vez más a buscar una cierta especialización.

En política pasa algo parecido. Si las cosas no han ido bien en unas elecciones, en las que, por una parte, el fracaso se ha podido deber a lo poco atractivo de una lista y, en otro tanto por ciento, a que estos pasados comicios autonómicos y municipales han tenido un carácter plebiscitario sobre la gestión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, parece que lo lógico sería buscar revulsivos. Poco ilusiona a la hinchada -en este caso, al electorado- que se repitan, más o menos, determinados componentes de la alineación de aquel partido fatídico en el que el rival te pasó por encima sin contemplaciones, como si de una apisonadora se tratara, sin ni siquiera echar mano de algún revulsivo. Y más aun, cuando los hay a mano.