Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El PSOE convierte su Comité Federal en un acto de aclamación a Pedro Sánchez
Las generaciones sin 'colchón' inmobiliario ni ahorros
Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol
Sobre este blog

Este blog pretende ser la primera ventana a la publicación de los futuros periodistas que ahora se están formando en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU. Son las historias que los propios estudiantes de periodismo proponen a nuestros lectores.

La industria discográfica digital batió récords en España en 2017

Spotify utiliza algoritmos para hacerte recomendaciones en función de la música que más escuchas

Ander Garrido

0

David del Río, de 16 años, recorre el camino de casa al Colegio El Salvador Maristas de Bilbao móvil en mano y con auriculares por los que escucha “rap y trap, principalmente”. Lo hace con cuidado y sin poder bloquear el teléfono porque YouTube, la aplicación que usa en ese momento para escuchar música, no le permite hacerlo con la pantalla apagada. Admite que “es muy poco práctico para andar por la calle porque gasta muchísimos más datos y batería que otras aplicaciones”. “No hay necesidad de ver un vídeo si lo que quiero es escuchar una canción por la calle”, dice Anne Romero, de 15 años, que reconoce usar la plataforma propiedad de Google exclusivamente en lugares donde cuenta con WiFi.

A pesar de ello, un estudio del pasado año de la consultora MIDia Research reveló que YouTube es, entre todas las plataformas de streaming —que sustituyen el soporte por el acceso instantáneo— presentes en Reino Unido, la más utilizada por adolescentes para el consumo de música. Le siguen otras como Spotify, que cuenta ya con más de 157 millones de usuarios en todo el mundo.

Helena Arnáiz, de 18 años, y Patrick Ortiz, de 21, son dos de ellos. La primera explica que “es bastante más cómodo que YouTube a la hora de crear playlists y descubrir canciones nuevas con las propias listas que tiene la aplicación”. Ortiz, en cambio, lo hace porque, dice, permite guardar todo lo que escucha. “Es algo necesario para mi forma de oír música”. Él, al igual que el 45% de los clientes de la startup sueca, decidió en su día pagar la suscripción —oscila entre los cinco euros para estudiantes y los catorce euros para cuentas familiares y ya son 71 millones de personas los que se benefician de ella— para disfrutar de ventajas como la descarga completa de álbumes y listas o la escucha sin necesidad de conexión a la Red. Sergio Arroyo, joven universitario cántabro, también decidió pagar, pero por un servicio diferente como Apple Music “por la integración del programa con el ecosistema de Apple y sus dispositivos”.

Actualmente seis de cada diez españoles que escuchan audio por streaming deciden pagar una suscripción. Lejos quedaron los tiempos en los que los reproductores de los pequeños comercios musicales servían para la preescucha de cientos de álbumes todos los días. Ya no hacen falta. De hecho, gran parte de la generación Z o postmillenial, nacida a partir de mediados de la década de los 90, no conoce la sensación de introducir un álbum en una de esas máquinas para escuchar los treinta primeros segundos de cada tema. De los más de 700 millones de euros que el mercado físico facturaba en 2001, solo se salvaron 79,2 millones en 2017 —poco más del 10%—, según datos extraídos del Informe de la Música Grabada que elabora anualmente Productores de Música de España (Promusicae). Y esto, teniendo en cuenta que existe un boom nostálgico que ha amortiguado la caída de los CDs y ha disparado la venta de vinilos —con un aumento del 38,5% en el último año—.

El consumo compulsivo de imágenes es, junto a la irrupción de los dispositivos móviles —antes fueron los dispositivos mp3 y los ordenadores domésticos con conexión a Internet—, una de las razones de esa caída. “Si no tienes una imagen construida de tu producto artístico es muy difícil llegar a tu público. Necesitamos contenido visual constantemente y ciertos cambios no se podrían haber dado sin plataformas como YouTube”, comenta Alicia Álvarez, doctora en Narrativa Audiovisual y colaboradora de las secciones musicales de Tentaciones, Vice y BeatBurguer.

Le sigue el crítico musical Víctor Lenore: “Es una cultura de la imagen más que de la sonoridad. Una canción sin videoclip nunca triunfará porque se vende la música como un complemento de la estética. Es una reproducción de imaginarios del sistema”. Este factor, unido al “pequeñísimo formato”, describe la musicóloga Elisa Rapado, al que el público se ha acostumbrado a consumir, ha cambiado por completo la forma de escucha. “El consumo de imagen es compulsivo. No solo se escuchan las cosas sino que también se ven. La música tiene ahora un soporte visual al que te acoges y, en cierta manera, esto lo hace más accesible. Además, los dispositivos digitales han invadido nuestra vida de tal forma que la multiplicidad de atención se dispersa. La gente ya no se aguanta un concierto o un disco entero, sino que es mucho más fácil ver un vídeo de tres minutos”, aclara.

El mercado en línea es el principal beneficiario. “Redes como Spotify o la propia YouTube se han convertido en medios de comunicación que hacen las funciones que hace veinte años hacían las radios y las revistas especializadas. Es el mismo formato con un sistema diferente”, dice Luis J. Menéndez, redactor jefe de la revista Mondosonoro en Madrid. De hecho, datos extraídos del Global Music Report elaborado por la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI) revelan que el 85% de las visitas de la plataforma de vídeos propiedad de Google son destinadas a vídeos musicales; y entre ellas, nueve de cada diez se visualizan en dispositivos móviles.

Datos y 'streaming'streaming'

Se han alcanzado cifras récord. Según el último informe de Promusicae —que representa a la industria discográfica española—, el formato digital facturó 152,4 millones de euros durante 2017 —un 65,79% del total y un 14% más que el año anterior—. La mayoría se lo llevan las plataformas de streaming, que registraron unos ingresos de 138,3 millones de euros solo en territorio nacional —de los cuales más de 84 provienen de las suscripciones—.

Pese a ello, ciertos expertos dudan de la rentabilidad a medio plazo de este tipo de empresas. Juan Ignacio Gallego, director del máster en Industria Musical de la Universidad Carlos III de Madrid, achaca los problemas financieros que todavía sufren plataformas como Spotify a “los intermediarios”. “Vemos que hay una recuperación de la industria a partir de lo digital, pero se antoja difícil visualizar que pueda ser rentable por sí solo. Hay muchos mediadores entre la plataforma y los artistas y llegan muy pocos ingresos al destinatario final, que es quien produce la música”.

La IFPI, que representa a discográficas de todo el mundo, también muestra que YouTube es la red social que menos paga por reproducción —una media de 690 dólares por cada millón de clics—, mientras que la recién nacida Tidal, que no cuenta con versión gratuita y está dedicada al mercado de la alta fidelidad, paga 12.500 por el mismo número de escuchas. La media de Spotify es de 4.370$.

El rompecabezas que deben dirimir ahora los directivos de la plataforma sueca líder en este tipo de servicios es cómo conseguir, sin disgustar a músicos ni discográficas, obtener beneficios. En 2017, la startup registró unas pérdidas de 1.001 millones de euros pese a lograr sus mejores resultados respecto a ingresos procedentes de anunciantes y de sus usuarios —3.317 millones—. Estos números, que acentúan el problema reflejado en sus resultados de 2016 —entonces perdió 350 millones de euros tras pagar 2.490 en derechos y royalties a sellos discográficos y descontar otros tipos de gastos—, reflejan de qué manera Spotify se encuentra sujeta a sus proveedores.

“Se estima que el 15% de su propiedad es de las tres grandes majors, así que sus dirigentes están atados de pies y manos. Si las discográficas retiran su música, la plataforma está perdida”, sentencia Gallego. La solución encontrada por Daniel Ek y Martin Lorentzon, fundadores de la compañía, fue salir a bolsa el pasado mes de abril. “Hemos incurrido en importantes pérdidas operativas en el pasado, y es posible que no podamos generar ingresos suficientes para ser rentables o generar un flujo de efectivo positivo de forma sostenida”, advertían antes del debut. No les salió mal y sus acciones ganaron un 12% durante su primer día en el parqué de Wall Street.

Aunque el futuro del mercado discográfico parece encaminarse hacia el acceso instantáneo, las plataformas deberán encontrar la fórmula de la rentabilidad. Algunas otras startups como Amazon lo hicieron en su día mediante la producción propia de contenido; otros como Reed Hastings, fundador de Netflix, anclando su producto a una cultura global. Ahora, el mercado espera el siguiente movimiento de Spotify y el resto de empresas proveedoras servicios de streaming con la que esperan volver a ver una completa recuperación de la industria discográfica.

Sobre este blog

Este blog pretende ser la primera ventana a la publicación de los futuros periodistas que ahora se están formando en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU. Son las historias que los propios estudiantes de periodismo proponen a nuestros lectores.

Etiquetas
stats