El extraño caso de la pinza en la nariz

0

En política sucede como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente correcto, está mal”

 E.M. Kennedy

No es maravilla menor lo que una pinza en la nariz puede hacer. Hay que colegir, de las últimas noticias, que una pinza en la nariz es el mejor profiláctico contra todo tipo de corrupción moral o de incoherencia. Veo el negocio de las pinzas especiales para los principios. Hay una holandesa de origen español que se ha forrado al descubrir el coletero que no deja marca. ¿Por qué no patentar la pinza que te exime de la conciencia, de la coherencia y de los principios? Veo diputados con pinza. Veo periodistas con pinza, a veces hasta dos. Veo jueces pinzados. Veo a toda la población cambiando la mascarilla por una pinza -¡qué más da, ya puestos!- que nos evite todo problema, toda reflexión, todo asomo de duda moral. 

-¿Por qué cometió tal tropelía? 

-Oiga, yo llevaba pinza. ¿No ve mi pinza?

  • Bueno, ya pero eso no le exime de…
  • ¿Cómo que no? El fin justifica los medios sólo que eso hiede. De ahí la pinza, ¿lo entiende? Me pongo la pinza y ya ni sufro ni padezco por ser un inmoral redomado

Lo veo fermentar y crecer en todos los ámbitos. 

-¡Usted prevarica!

  • Oiga, lo hice con una pinza reglamentaria y el fin, preservar mi propio futuro, era más importante

Y será adoptado por todo tipo de personajes:

-Emérita Majestad, ¡está defraudando a Hacienda!

-Llevaba una pinza campechana, oiga, y además el fin de asegurarme un futuro si nos echaban de España justifica tal prevención ¿no cree?

La pinza lleva rulando años. Los votantes del PP agotaron las primeras existencias. Lo que no me imaginaba era que la pinza fuera a surgir en las narices de la propia regeneración sin ni siquiera un restyling. Que Jaume Asens se haya agenciado una me pasma. Que Podemos se una a la fiesta ni les digo. Que el PSOE se la pida prestada al PP, no tengo palabras. 

Me pongo la pinza y el mundo es mío. Me pongo la pinza y escribo mentiras, a fin de cuentas el sueldo es necesario. Me pongo la pinza y… ¡ fuera vergüenza!

La cuestión del llamado pacto para la renovación del Tribunal Constitucional es un escándalo. La degeneración del órgano es tal que he leído artículos de catedráticos y otros juristas tanto en medios conservadores como progresistas para pedir, por favor, que no se consume la tropelía. Es cierto que el Tribunal Constitucional está ya muy desprestigiado. Es cierto que se ha encumbrado a este órgano de relevancia máxima en una democracia a personas mediocres. La llegada de Enrique López fue el exponente más relevante de esa tendencia. Verdad es que después de entrar a formar parte del TC, algunos de sus miembros han tenido problemas: véase el propio López conduciendo borracho y de forma delictiva por Castellana o véase el magistrado acusado de malos tratos a su mujer. Pero lo de ahora colma todos los vasos. 

Enrique Arnaldo ya arrastra sus irregularidades. A fin de cuentas tanto a López como a Valdés lo que fuera, o no fuera, les sobrevino. Lo de Arnaldo supone escalar sustancialmente en la degradación porque lo que se le echa en cara precede al nombramiento. Enrique Arnaldo es una mano negra jurídica del PP desde hace décadas y tengo pruebas como las tiene todo el que conozca el percal. Sus conflictos de intereses, su incumplimiento del Estatuto del Congreso, su relación profesional con condenados por corrupción, los contratos prohibidos de su bufete con las administraciones. Todo eso le precede y contra eso dudo que una pinza ni dos pinzas ni 176 pinzas puedan hacer nada. El caso es tan escandaloso que Odón Elorza no pudo por menos que dejarlo en evidencia, aun con la incoherencia que supone dentro del grupo socialista que lo va a respaldar. Eso le honra. Yo creo que votará sin pinza. 

Arnaldo no sólo es un candidato de ideología -no es cuestión de imparcialidad, esto no es un tribunal de justicia- sino de partido. Arnaldo es un soldado y un soldado con esqueletos en el armario. Eso es ir un paso más allá de tener el criterio para nombrar que tenía Calígula, que eso ya se había dado. López jamás tuvo categoría jurídica para acceder al Constitucional y Arnaldo tampoco la tiene. Arnaldo es un jurista mediocre, aunque obviamente algo sabe de derecho parlamentario por ser letrado en Cortes, y López también lo era. La cuestión es que de López no se conocen negocios ni despachos ni contratos más allá de su cerrada afección al Partido Popular, que fue premiada primero con el Constitucional y ahora con una consejería, pero de Arnaldo sí. Ese es el peldaño. 

El Constitucional había que renovarlo pero el precio es relevante. Renovarlo así es premiar el chantaje del PP y tomarle la palabra. Verán, tampoco Concepción Espejel ni Inmaculada Montalbán son juristas de excepción. No lo son. Hay miles en España como ellas que jamás llegarán al TC. Es una cuestión fáctica. De los cuatro candidatos sólo hay uno que sea excepcionalmente bueno como jurista sin que haya voz jurídica, ni conservadora ni progresista, que pueda negarlo. Sáez Valcarcel es muy rojo, ¡oigan, sí!, pero es un jurista excepcional que debería llevar tiempo en la Sala Segunda, su verdadero lugar natural, y que no lo está por cuestiones partidistas y políticas. Es el primer penalista de España y lo ha demostrado en pruebas objetivas. 

La cuestión de la ideología no es tan relevante, el problema es la degradación. Si como en el primer Tribunal Constitucional todos los candidatos fueran incontestablemente excelentes, no habría discusión. Los mejores, los más válidos, los más destacados suelen ser poco obedientes. En el periodismo pasa lo mismo. En todos los ámbitos. No están dispuestos a rendir su prestigio ante los caballos del utilitarismo de un partido. Por eso necesitamos juristas excelentes en el Tribunal Constitucional y que lo sean es lo más relevante, muy por encima de importarnos su adscripción ideológica. Prefiero a un sabio conservador que a un chisgarabís de izquierdas. Un mediocre de partido de derechas, ya me enerva. Un jurista decente no firma determinadas cosas. Así lo hizo hasta el catedrático Ollero, ex senador del PP, cuando la mierda que se pedía era tanta y tan alta que no le permitía salvar su prestigio… ni con pinzas. 

El problema no es el sistema sino su degradación y, en esta ocasión, tanto PSOE como Unidas Podemos van a contribuir a ella. No hay pinza que nos tape los ojos. Tendrán que unir al pack unas orejeras. Veo a los diputados con mascarilla, antifaz y pinza sin poder encontrar el botón ordenado. 

La tan odiada superioridad moral de la izquierda pasaba por no aceptar estos cambalaches ni estas componendas. Obligaba a ser distintos. Exigía no gastar pinzas. Además no tengo claro que sus votantes, al revés que los de derechas, sepan bien dónde comprarlas. 

Cultiven la diferencia, en bien de la democracia. 

Atentamente.