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La última campanada de Ana Obregón

Ana Obregón, en la presentación de las Campanadas de 2020 para TVE.

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Ana Obregón, con su innata capacidad para convertir su vida en tema de conversación y hasta cuestión de estado, ha hecho uso de la gestación subrogada para ser madre a sus 68 años. Cuando muchos se identificaban por fin con la verdadera Ana, sin artificios, posados ni brillos, asumiendo todas su décadas y todo su dolor, ella da una nueva vuelta de tuerca a su vida y brinda una última y discordante campanada. Nos daba cuenta de la noticia la revista Hola, verdadero boletín no oficial de nuestro Estado, y desde la publicación de la portada ha sido imposible resistirse a hablar del tema en tertulias y medios y no relacionarlo con la devastadora muerte de su hijo a causa del cáncer. Aquí el debate se oscurece, porque un hijo no es un derecho ni un regalo ni un objeto de consumo, y tampoco un remedio contra la pérdida, la tristeza o la falta de ganas de vivir.

Ana Obregón es la constatación de que una persona con el suficiente dinero puede saltarse lo que establecen las leyes y los tribunales españoles sobre los vientres de alquiler. El Tribunal Supremo dijo en una sentencia de 2019 que en la gestación subrogada la madre gestante y el niño “son tratados como meros objetos, no como personas dotadas de la dignidad propia de su condición de seres humanos y de los derechos fundamentales inherentes a esa dignidad”. El alto tribunal ya había advertido, en 2014, de que los contratos de gestación por sustitución vulneran los derechos fundamentales, tanto de la mujer gestante como del bebé, y son “manifiestamente contrarios” a la ley. También se salta Obregón las normas sobre adopción que no permiten que cualquiera, a cualquier edad, se haga cargo de un niño sin cumplir una serie de requisitos que garanticen su bienestar. En España, las leyes de la adopción permiten adoptar a un niño cuando se tienen entre 25 años y, como máximo, 45. Además, la diferencia de edad entre padres e hijos debe ser mayor de 16 años hasta un máximo de 40.

A Obregón le habría sido imposible adoptar en España a sus 68 años y mucho menos alquilar un vientre. Sin embargo, ya tiene una hija, que habrá costado unos 200.000 euros y de la que se ha decidido que no importa quién ha sido la madre gestante ni su filiación genética. La niña será inscrita en nuestro país porque EEUU expide en estos casos una sentencia judicial que, por el interés superior del menor, es reconocida por las autoridades españolas para inscribir al recién nacido. Todo el asunto solo es cuestión de dinero para la actriz y presentadora, pero reabre un debate en el que se cuelan, una vez más, la explotación y la precariedad. La explotación de la mujer que accede a alquilar su cuerpo para gestar y dar a luz a un hijo que no es ni va a ser suyo; la precariedad de la que no puede tener los hijos que desean por falta de perspectivas económicas o laborales.

No ha sido posible desacralizar la maternidad y dejar de verla como un mandato divino sin someterla a las lógicas de los mercados en los que un bebé es un objeto de deseo y consumo. Esto da lugar a un debate falso y exento de ética en el que parecen razonables todas las posturas: la paternidad y maternidad como derechos, la supuesta libertad de las mujeres para alquilar o vender su cuerpo, el olvido de las granjas de madres de alquiler en países como India o Ucrania. Ni siquiera en EEUU, donde la gestación subrogada es legal en 47 de los 50 estados, y en algunos desde hace más de 30 años, es un debate superado: las agencias intermediarias tienen cada vez más dificultades para encontrar a mujeres americanas que se presten a ser madres de alquiler por las restricciones al aborto en el caso de que la gestación se complique y por las consecuencias negativas sobre la salud física y mental de estas madres gestantes.

El supuesto altruismo de algunas mujeres para parir hijos para otros es la postura más cómoda para los que defienden la regulación de la gestación subrogada. Pero ni esa libertad es posible en contextos de vulnerabilidad ni se ha visto nunca un caso de una mujer de posición acomodada que se dedique a gestar gratuitamente para otros. El altruismo solo es la brecha abierta para la explotación de las mujeres vulnerables y la negación, durante nueve meses, de su dignidad y de sus derechos. Frente a esto, solo hay una postura: en ninguna circunstancia las mujeres se venden, en ninguna circunstancia los niños se compran. 

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