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Jackie Kennedy, la primera dama que dejó un sello indeleble en la Casa Blanca

Los Obama y los Clinton homenajean a Kennedy con ofrenda floral en su tumba

EFE

Washington —

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La llegada de Jacqueline Kennedy a la Casa Blanca como primera dama en 1961 supuso toda una revolución por su magnetismo, una elegancia que traspasó fronteras y la introducción de rituales sociales en la mansión presidencial que aún sobreviven 50 años después.

Jackie “cambió la vida de la Casa Blanca”, que se convirtió “en una expresión de la personalidad de los Kennedy, de afirmación de sus valores”, indicó a Efe Emilio Viano, analista político y profesor de la American University.

Fue el inicio “de una Casa Blanca más elegante, más internacional, adaptada a las exigencias de los tiempos”. Según Viano, la primera dama ayudó mucho a que Estados Unidos se viera en el exterior “como un país que se estaba modernizando”.

También cambió “la percepción de cómo la esposa de un presidente debía vestirse” en una ciudad, Washington, “muy conservadora” hasta entonces.

Incluso antes de llegar a la Casa Blanca Jackie se preocupaba mucho por su imagen y por tener un estilo propio, enviando cartas con bocetos de los zapatos y sombreros que necesitaba para completar su vestuario a Marita O'Connor, quien trabajaba en los almacenes Bergdorf Goodman de Nueva York y se convirtió en su asistente de compras.

Varias de esas cartas se subastarán a partir de mañana, 22 de noviembre, en Amesbury (Massachusetts), en coincidencia con el 50 aniversario del asesinato del presidente John F. Kennedy.

Pero como dijo de ella Lady Bird Johnson, esposa del entonces vicepresidente, Lyndon B. Johnson, Jackie era “una trabajadora” y su restauración de la Casa Blanca no fue una labor menor.

Recaudó dinero y reclutó expertos para constituir una colección permanente de objetos de la Casa Blanca, transformó el Despacho Oval en una especie de sala de estar y cambió los rituales de los recibimientos oficiales y cenas de Estado, con protocolos que hoy siguen vigentes.

De acuerdo con Viano, la esposa de Kennedy tuvo un papel “más social” que político en la Casa Blanca, en la línea de sus predecesoras, con la excepción de Eleanor Roosevelt, quien tuvo un papel protagonista en el establecimiento de la ONU y la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Jackie no era como Eleanor o Hillary Clinton, y antes de que su marido ganara las elecciones admitió que no conocía la fecha en que se celebran las investiduras presidenciales en el país.

Pero el libro de Michael Beschloss “Jacqueline Kennedy: Historic Conversations on Life with John F. Kennedy”, publicado en 2011, revela que la primera dama tenía sus propias opiniones sobre las principales figuras del gobierno y las compartía con su marido.

No fue coincidencia que aquellos que recibían alabanzas de parte de Jackie, como el secretario de Defensa, Robert McNamara, o el asesor de seguridad nacional McGeorge Bundy, tendieran a tener más poder o a ser promovidos por el presidente.

De puertas para fuera la relación entre el matrimonio Kennedy era idílica, pero en realidad fue bastante tumultuosa, también durante su etapa en la Casa Blanca, sobre todo por las continuas infidelidades del presidente.

No obstante, la muerte de Patrick, su hijo menor y que falleció en agosto de 1963 apenas dos días después de haber nacido a causa de problemas respiratorios, unió a la pareja, según los biógrafos y los recuerdos de personas cercanas a ellos.

Cuando Jackie recibió el alta en el hospital tras la muerte de Patrick, ambos salieron de la mano, un gesto “pequeño” pero “muy significativo” para quienes les conocían bien, tal como describe en sus memorias Clint Hill, un exagente del Servicio Secreto que trabajó para la primera dama.

“Antes de eso eran mucho más moderados y menos dispuestos a que su relación amorosa se manifestara en público”, cuenta Hill.

Nadie sabe cuánto habría durado ese acercamiento, puesto que Kennedy fue asesinado apenas tres meses después en Dallas.

De ese fatídico 22 de noviembre de 1963 muchos recuerdan la compostura y el coraje de Jackie durante la improvisada investidura de Lyndon B. Johnson como nuevo presidente en el Air Force One de camino a Washington.

Varios de los presentes sugirieron a Jackie que se cambiara el traje rosa, cubierto de sangre, que había llevado en Dallas, pero ella se negó. “Dejen (que los estadounidenses) vean lo que nos han hecho”, argumentó.

Jackie dejó la Casa Blanca dos semanas después de la muerte de su marido y solamente regresó una vez, en 1971 y en secreto, para ver junto con sus hijos los retratos que Aaron Shikler hizo de ella y de John F. Kennedy.

Desde que salió de Washington “creo que ella se resistió siempre a conectar emocionalmente (con la Casa Blanca) o con las exigencias institucionales de ser una ex primera dama”, describió su hijo John tras la muerte de Jackie en 1994.

Miriam Burgués

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