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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

PERFIL

La caída de Javier Guerrero, el médico carismático que ha acabado imputado por abuso de menores

Gonzalo Testa

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Buena parte de los vecinos de Ceuta todavía no saben si pueden o quieren creerse el arresto y envío a prisión por abusar presuntamente de menores del doctor Javier, Javi para todo el mundo, Guerrero. En 38 años de carrera, ha atendido o hecho algún favor a algún familiar de casi todos los vecinos de la ciudad en la sanidad pública o su consulta privada. En cualquier esquina se escucha el mismo argumento: “Por un lado es inconcebible que alguien a quien conoces y aprecias haya podido hacer eso y no quieres que se confirme, pero también piensas que todavía sería peor si no hubiera ninguna base real en su arresto… ¿En qué situación quedaría entonces el sistema y las instituciones...?”.

Lo cierto es que a la detención del pasado miércoles y la posterior decisión del juez de decretar prisión sin fianza ha llegado después de diez meses de investigación de la Guardia Civil y de evidencias, como que citaba a algunos menores en su consulta privada sin el conocimiento de sus tutores. Quienes le han acompañado estos meses en su última aventura política rebaten sus argumentos: “Buscó volver a la política como coartada por si todo esto acababa emergiendo”.

Los defensores acérrimos del exconsejero de Sanidad siempre han estado de su lado. La “culpa de todo”, se reafirman ahora, es de “la política”, en la que “nunca debió entrar”, lamentan sus afines. Carlos, el hermano mayor, fundó Coalición Democrática, el germen de Alianza Popular en Ceuta, pero Javier no saltó a las urnas hasta 2015, cuando apareció en el número 5 de la lista del PP encabezada por Juan Vivas. No quiso ser más que diputado raso para no perder sus cuantiosos emolumentos profesionales, pero tras las elecciones de 2019, en las que repitió en el mismo puesto, aceptó una consejería, la de Sanidad.

En pocos meses, consiguió que toda la corporación bendijese que compaginara ese cargo con el ejercicio de la medicina privada para alborozo de sus pacientes y escándalo de algunos compañeros. Duró poco. Tras gestionar la fase más dura de la pandemia con algún contratiempo como la compra de miles de mascarillas a un precio sensiblemente superior al de mercado, el 26 de enero de 2021 dimitió como miembro del Ejecutivo y renunció a su acta de diputado al conocerse que se había saltado los protocolos de vacunación contra la COVID-19 para colarse y recibir las dosis antes de lo que le correspondía.

En su defensa, llegó a alegar que ni siquiera le gustaban las vacunas, aunque volvió sobre sus pasos para limitar su rechazo, por ser diabético, a “los pinchazos”. El doctor nunca ha perdonado a Vivas que le dejase caer o, en el peor de los casos, como insinuó, le empujase fuera de un Gobierno que se siente más capacitado que nadie para liderar.

Despechado, Guerrero volvió a las batas y en mayo de 2021 comenzó a frecuentar los centros de acogida de menores extranjeros no acompañados de la Ciudad, cuyo Servicio de Protección a la Infancia se hizo cargo en apenas 48 horas de más de mil niños migrantes solos desamparados. Quienes le conocieron entonces recuerdan que se convirtió en una especie de “rey mago” capaz de conseguir cualquier cosa en aquel caos.

“Si comprar calzoncillos es delito, lo asumo”

Las cosas empezaron a torcerse a finales de enero de 2022, cuando el Área de Menores apreció en su proceder señales de comportamientos impropios. Guerrero, que después lo negó, pareció asumirlo por WhatsApp: “Si comprar unos calzoncillos y unos calcetines para que jueguen 3 chavales al fútbol es un delito lo asumo”; “Ahora me toca desaparecer”; “Entiendo perfectamente la función institucional [del guardador legal], entiendo lo de los regalos”.

En Ceuta son multitud quienes dicen saber de primera mano que el médico no escatima en obsequios para los niños tutelados, no solo en ropa interior: también chándales, teléfonos… Hijo, marido y padre de personal sanitario, sus superiores en el Hospital Universitario le abrieron un expediente informativo el año pasado y le prohibieron expresamente “proporcionar obsequios de cualquier naturaleza a los menores de edad que se encuentran a cargo de la Ciudad sin la previa y expresa autorización por parte de Fundación SAMU”.

El Área de Menores también alertó al Ministerio de Sanidad de que a veces recibía en su consulta a niños que iban al hospital “de forma autónoma y sin autorización” y “sin el conocimiento y/o consentimiento” de sus guardadores legales. Incluso ante la evidencia, Guerrero siempre lo ha negado todo: “Mentira, mentira”.

La Guardia Civil comenzó a investigarlo bajo secreto de sumario en primavera del año pasado, cuando el Servicio de Protección a la Infancia puso en manos de la Fiscalía los hechos que más le escamaban. En verano, tras abdicar de su intención de aspirar a presidir el PP, fundó su propio partido, Ceuta Avanza, la formación “del lado humano” y “sin ideología” que al poco ubicó en “el centro”.

“Buscó la política como coartada”

En aquella aventura se embarcó junto a dos decenas de exmilitantes del PP que ya la han abandonado en su práctica totalidad. “No es la política la que ha hecho esto a Guerrero, sino él quien buscó volver a la política como coartada por si todo esto acababa emergiendo”, advierte una de las personas que fundaron el partido, donde se ha quedado con una asesora fichada al otro lado del estrecho en el espectro ultraderechista, María Villaverde, como principal bastión.

En sus contadas comparecencias ante los medios, Guerrero, más aficionado a remitir autoentrevistas que a dejarse preguntar, se ha dedicado durante los últimos seis meses a presentarse como un mártir del sistema y de la política, del PP y del PSOE, los dos partidos que sostienen al Ejecutivo local de Vivas, que según pregonan le odian porque a él el pueblo le “quiere”.

“¿Por qué? ¿Por qué?… ¿Porque he sacado un partido político? ¿Porque las encuestas me dan? ¿Porque el pueblo me quiere? ¿Por qué? Espero que el pueblo responda en las urnas”, imploró en septiembre ante las puertas de la Jefatura Superior de la Policía Nacional, que no halló indicio de verosimilitud en las denuncias de algunos adláteres sobre la existencia de empleados públicos dedicados a “coaccionar” a niños para imputarle “lo que no se puede decir”.

En un tuit confirmando su detención presentó su arresto (fruto de una investigación de diez meses) como la respuesta iracunda de las instituciones a la divulgación de la supuesta existencia de una “trama” para “destruirlo”.

Guerrero esgrime su indudable carisma y tirón popular contra todas las informaciones publicadas y las actuaciones policiales y judiciales en marcha seguro de que el pueblo le “quiere” tanto como a Sánchez-Prados, el alcalde médico masón y republicano fusilado en 1936 al que se venera en la ciudad.

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