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La coartada de Rosa Peral, en diez claves

EFE

Barcelona —

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“Yo no tengo ningún plan. No hay ningún plan en el que esté metida con Albert en esta barbaridad. El único plan que he tenido ha sido uno de futuro con Pedro Rodríguez”: así se resume la versión de Rosa Peral, la agente de la Guardia Urbana de Barcelona acusada del asesinato de su pareja en mayo de 2017.

El fiscal solicita 25 años de cárcel por el crimen, que supuestamente cometió confabulada con su amante y compañero de patrulla Albert López en el marco de un triángulo amoroso que se ha convertido en uno de los casos más mediáticos de los últimos tiempos.

Han sido más de 14 horas de interrogatorio, en tres días, en los que ha pasado de la seducción al victimismo, la prepotencia y la indignación, revelando, además de múltiples facetas, una inusual verborrea con la que ha tratado de convencer al jurado popular de la Audiencia de Barcelona que los juzga de que ella no mató a su novio.

Estas son las diez claves de su coartada:

1.“COMO SI FUÉRAMOS UNA PAREJA, PERO SIN SERLO”

Rosa ha negado en todo momento haber tenido una relación de pareja seria con Albert, con quien estuvo de forma intermitente durante cinco años, y ha asegurado que sólo les unía una “relación sentimental”, desmintiendo de este modo que la muerte de Pedro fuera una “prueba de amor” para poder estar juntos para siempre.

“Como si fuera una pareja, pero sin serlo”, ha matizado al fiscal, Félix Martín, quien la ha sometido a un duro cuestionario hasta llegar a espetarle si el crimen “no es más que una diabólica y perversa prueba de amor que los iba a unir para siempre”, lo que la acusada ha rechazado de plano.

Al relatar la relación tóxica que la ataba a Albert -que la incrimina de vuelta-, ha aseverado que estaba “obsesionado” con ella, que “no es una persona normal” y que la atemorizaba, a pesar de que semanas antes de los hechos le regaló un anillo de compromiso que, ha reconocido, usó en ocasiones.

2. CON UN HACHA Y MANCHAS DE SANGRE

Según su versión, la noche del crimen Albert la acosó con mensajes hasta que allanó su domicilio a las tres de la madrugada equipado un “una braga, unos guantes, una mochila y un palo sobresaliendo”.

Seguidamente, le enseñó su pistola, ella se quedó “inmovilizada” y sólo consiguió reaccionar para salir corriendo al piso superior y encerrarse con sus hijas.

Asegura así que no tuvo tiempo ni capacidad de alertar a Pedro y que tampoco presenció cómo Albert acabó con su vida, pero sí vio, en cambio, al procesado en el porche “con un hacha y manchas de sangre en la cara”.

3. COACCIONES Y AMENAZAS

“Me asusté como no me he asustado en mi vida”, ha aseverado para argumentar por qué accedió a cooperar con Albert, a quien ha acusado de coaccionarla y amenazarla a partir de ese momento para que siguiera estrictamente sus órdenes bajo amenaza de herir a sus hijas.

Supuestamente, el acusado la obligó a limpiar el porche, a hacerse cargo del móvil de Pedro y a responder todos los mensajes que le llegaran e incluso a conducirlo hasta la urbanización donde vivía su exmarido Rubén para después prender fuego al vehículo de la víctima en una pista forestal sin cobertura en el pantano de Foix.

Los días posteriores al crimen, ha asegurado, Albert acudió regularmente a su vivienda para controlar todos sus movimientos y revisar minuciosamente su teléfono, lo que le imposibilitó denunciar los hechos.

4. SIN SOSPECHAS DE MUERTE

Con todo, ha garantizado que no sospechó que Pedro había sido asesinado hasta que, cuatro días después, los Mossos d'Esquadra se presentaron en su domicilio para avisarla de que había aparecido el cadáver: “Pensaba que Pedro estaba vivo. A lo mejor estaba bloqueada y no quise verlo”.

Tampoco preguntó directamente a Albert qué es lo que había sucedido porque, ha esgrimido, “no se le ocurrió” pensar que lo podía haber matado por más que a partir de entonces la víctima desapareciera del mapa.

“Me parece inhumano y desproporcional siquiera hacerse una idea así”, ha recalcado en varias ocasiones ante las insistentes preguntas de las partes, a quienes ha rebatido que aunque le “extrañó” que Pedro se hubiera dejado el móvil, la moto y el coche, no se le pasó “por la cabeza” que estuviera muerto.

5. LA FALTA DE PRUEBAS

Otro de los motivos que ha esgrimido para no haber alertado a los mossos ha sido la falta de “pruebas físicas” que incriminaran a su examante ya que, a su entender, sólo contaba con “sospechas” y temía que la policía no la tomara en serio.

No consideró que el móvil de Pedro, que ella guardó, fuera “una prueba importante” ni tampoco las cámaras de seguridad de su urbanización o la fotografía de una mano ensangrentada que localizaron en su teléfono y que supuestamente fue enviada por Albert horas después del asesinato.

A pesar de estar rodeada de policías, tampoco tuvo coraje de explicárselo a nadie -ni siquiera a algún amigo- porque en esos momentos, ha dicho, “no sabía en quién confiar”.

6. SUS HIJAS ANTE TODO

En más de una ocasión Rosa ha intentado aplacar las dudas sobre sus rocambolescas explicaciones desplegando su papel de 'madre protectora' y alegando que lo “único” que podía hacer frente a un hombre armado era proteger a sus hijas y no confrontarlo.

“Ante una persona con pistola lo único que puedes hacer es abdicar y punto. No te puedes enfrentar. Yo estaba con mis hijas”, ha recordado varias veces, en las que ha reiterado que sólo se atrevió a delatar a Albert cuando supo que había sido detenido y ya no representaba un peligro.

7. LA BALA PERDIDA

Una de las principales incógnitas del caso es descubrir de qué forma falleció Pedro, ya que el deteriorado estado de sus restos, totalmente carbonizados, han impedido a la policía determinar la causa de la muerte así como el arma homicida.

Sin embargo, una de las hipótesis que baraja la acusación es que podría haber muerto de un disparo -pues así lo ha sostenido Albert- y que la pistola de Rosa podría haber sido utilizada en el crimen, lo que vinculan con una bala que faltaba en su cargador y que, según la acusada, sigue en su vivienda.

“Si la buscan, la bala que falta está en casa”, ha alegado durante el juicio, en el que ha indicado que ella no tenía pistola porque estaba de baja y que el único que portaba arma y seguía en activo era su amante.

8. VÍCTIMA DE VIOLENCIA MACHISTA

La estrategia de Rosa pasa también por declararse víctima de violencia machista, un planteamiento que su abogada insinuó en su informe de calificación y que la procesada ha vuelto a poner sobre la mesa al aseverar que Albert, a quien ha tachado de “psicópata”, era “muy agresivo” y la “insultaba”.

La acusada ha equiparado su relación con Albert a la de “muchas mujeres que fallecen y han estado con un hombre equis tiempo y no se sabe absolutamente nada” y ha insistido en que creía que, debido a su noviazgo con Pedro, su amante creía que la iba a “perder definitivamente”.

9. EL PAÑUELO

Justamente la ausencia de pruebas concluyentes han convertido el bautizado como “Crimen de la Urbana” en un juicio de detalles y deducciones, entras los cuales el pañuelo de Rosa Peral ocupa un lugar destacado.

De acuerdo con algunas teorías, es la prenda que usó los días posteriores al crimen para esconder las marcas que le habría dejado Pedro al agarrarla por el cuello, en el marco de una pelea matrimonial que habría desembocado en su muerte.

No obstante, Rosa, que ha llevado pañuelo durante todas las sesiones a excepción del primer día que declaró, ha aducido que lo usa “siempre” porque es “friolera” y ha achacado las manchas a ronchas que le salen siempre toda vez que se pone nerviosa.

10. VIDA PERFECTA

En conjunto, la coartada de Rosa Peral se reduce a una misma idea: la ausencia de móvil. Un esperanzador futuro juntos, con un deseado hijo en común e innumerables planes y viajes ha sido el escenario que ha trazado para desmentir la “tortuosa relación” que han dibujado los peritos.

Todo, con el objetivo de demostrar que eran “felices”, que Pedro “se lo daba todo” y que a pesar de algunas peleas “sin importancia” era “el hombre que siempre había soñado”.