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ENTREVISTA Periodista e investigadora feminista
Una guía contra la “ceguera de género” en los medios: “El periodismo no puede ser neutral ante la violencia machista”

María Sánchez, una de las autoras, en la redacción de elDiario.es Andalucía

Sara Rojas

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Una de cada cinco noticias sobre violencia machista justifica las agresiones y una de cada seis vulnera la intimidad de la víctima. Son los resultados del informe Desenfocadas, realizado recientemente por LLYC para analizar el tratamiento de la violencia de género en medios de comunicación y redes sociales. El interés por resolver el problema de cómo informar sobre violencias contra las mujeres de forma responsable –además de respetuosa con las víctimas y beneficiosa socialmente– se traduce en un total de 48 iniciativas deontológicas publicadas en España entre 1999 y 2022, con el objetivo de establecer los principios éticos que deben guiar a los y las profesionales de la información en la cobertura mediática de esta lacra social.

Con el afán de recopilar todas esas recomendaciones y elaborar un decálogo actualizado para el abordaje periodístico de la violencia machista, nace la obra Tratamiento de la violencia de género en los medios (Tecnos), que se va a presentar este jueves 7 de marzo –víspera del 8M– a las 19.30 horas en la librería la Casa Tomada en Sevilla, contando con una de sus autoras, María Sánchez-Ramos.

Esta sevillana de 29 años se enamoró del periodismo mientras colocaba las portadas del día –antes de entrar al colegio– en el quiosco de prensa de su madre, “donde ella trabajaba de lunes a domingo”. Desde entonces, su perspectiva de periodista e investigadora andaluza y feminista criada en una familia monomarental obrera han marcado su carrera profesional, vertebrada en torno a temas como la representación mediática de las violencias contra las mujeres, la ética periodística y los estudios de género y comunicación. 

Todo ello confluye en la obra que firma ahora junto a otras dos autoras expertas en este campo de investigación: la doctora en Comunicación y docente de la Universidad de Sevilla, Belén Zurbano-Berenguer, y la doctora en Comunicación Social por la Escuela Internacional de Doctorado de la CEU San Pablo, docente en la Universidad Internacional de Valencia y agente de igualdad, Aurora Edo-Ibáñez. Juntas han elaborado una guía con la que combatir la “ceguera de género” que ha imperado en el periodismo hasta el día de hoy.

A las puertas del Día Internacional de la Mujer, María Sánchez charla con elDiario.es Andalucía sobre periodismo, feminismo y la importancia de incorporar la perspectiva de género a la práctica periodística para contribuir a erradicar, desde los medios de comunicación, una “lacra social” como es la violencia contra las mujeres.

¿Por qué es tan importante informar de manera correcta sobre las violencias contra las mujeres? ¿Qué papel juegan los medios ante este problema social?

Los medios juegan un papel esencial para visibilizar, para poner nombre y para concientizar a la sociedad. La sociedad necesita herramientas, que son las palabras, el lenguaje para poder definir qué ocurre y entender la complejidad de lo que ocurre. Porque detrás de una noticia de “muere una mujer” – que debiera ser “asesinan a una mujer”–, detrás de ese titular, hay un problema de tal calado a nivel social, una violación de derechos humanos y de unas consecuencias terribles para la salud pública y democrática de un estado que necesitamos comprender muy bien todas las aristas que tiene. Y no es sencillo. La verdad es que el reto a nivel informativo para los y las periodistas es brutal en este sentido.

Entonces, necesitamos herramientas muy concretas, muy específicas, que nos sitúen y nos den el amparo que nos falta en los planes de estudio, es decir, la perspectiva de género, que en nuestra normativa en España debería estar presente en todas las fases educativas y, como sabemos, lo está parcialmente, gracias a docentes que sí que se han formado y que toman esa iniciativa y ese carácter pionero a la hora de introducir esos conceptos. Por tanto, no es natural que esté per se en la labor del periodista porque no se le ha formado para ello. De ahí que la guía sea interesante para periodistas que están ejerciendo en la actualidad, con indiferencia de su cargo y de su edad. Y también para los jóvenes. La guía también está pensada para esas personas que se están enfrentando en las aulas por primera vez a hacer sus primeras piezas, sus primeras notas y no saben cómo afrontar algo tan específico y tan concreto.

A Ana Orantes le fallamos desde el periodismo y desde la propia sociedad

Tras leer la guía, he llegado a la conclusión de que el periodismo no sólo ayuda a concienciar y sensibilizar a la sociedad, sino que puede servir también de amparo para las víctimas.

Por su puesto, para las propias víctimas y las supervivientes, porque hay algunas que ya no lo pueden contar. Entonces, tener una memoria histórica feminista también es adecentar, dignificar sus vidas y tener una consideración especial a la hora de abordar estas noticias. Y, por otro lado, cuando estamos hablando de las supervivientes, es que nosotras estamos deseosas de relato, de un relato donde se nos ampare, se elimine ese mito del terror sexual, por ejemplo, que hemos vivido tanto desde el caso de La Manada, y donde realmente se nos rearme y seamos conscientes de que tenemos derecho no solo a vivir vidas, sino a vivirlas dignamente y en libertad.

Precisamente, cuentan en la obra que el testimonio de una de las víctimas, el de Ana Orantes en 1997, fue el que marcó un punto de inflexión en la cobertura mediática de las violencias contra las mujeres. Aunque el precio fuera su vida. ¿Qué responsabilidad tuvieron los medios en su asesinato?

La responsabilidad máxima siempre está en el agresor. Ahora bien, a Ana Orantes le fallamos desde muchos sectores, desde el periodismo y desde la propia sociedad que amparó un sistema de violencia continuada y perpretada hacia ella y hacia sus hijos. Era ese secreto a voces. Entonces, en el caso de Ana Orantes, más que el delito de que lo cambiara todo, fue el primer estallido, o sea, el que dinamitó lo que vino después, ese súmmum de violencia, ese continuum de violencia se posicionó en el mapa con Ana Orantes, pero era un secreto a voces. ¿Por qué? Porque estábamos hablando antes de problemas de índole privado que saltó entonces al escenario público.

A Ana Orantes le han seguido otras mujeres asesinadas tras dar su testimonio en medios de comunicación. Una de las recomendaciones de la guía es recoger el testimonio de las supervivientes. Teniendo como precedentes estos asesinatos, ¿cómo podemos los periodistas calibrar que no estamos poniendo en peligro a las víctimas al recoger sus voces?

Es súper pertinente la pregunta porque, por un lado, tienes que humanizar la historia y tienes que dignificar y dar voz a a las supervivientes, pero a la vez siempre teniendo en cuenta que no esté en riesgo por participar en tu nota. Y si es así, usar el anonimato, por ejemplo. Se trata de buscar las herramientas para ampararla y también entender cuáles son los procesos de la violencia de género, es decir, no acceder a ofrecerle el altavoz mediático y recoger sus testimonios en momentos crudos de debilidad o de dificultad en la relación.

El periodismo que se ha hecho hasta el día de hoy en España ha sido un periodismo que tenía ceguera de género

Aunque el caso de Ana Orantes puso en evidencia las consecuencias tan graves a las que podía conducir un ejercicio profesional irresponsable, el periodismo también ha logrado impulsar avances en el terreno de la erradicación de la violencia machista, ¿cuáles?

Por ejemplo, al calor del trabajo de los medios y del movimiento feminista, se empiezan a recoger en España los primeros datos sobre las víctimas de violencia de género, sobre los feminicidios. El Estado empieza a contabilizarlos oficialmente en 2003. Sin embargo, desde diarios como El País o plataformas como Feminicidio.net ya se computaban antes. Es decir, los movimientos feministas y el periodismo a la vanguardia frente a las instituciones. De hecho, en el caso de Feminicidio.net ya se computaban cuando las víctimas eran menores y el Ministerio de Igualdad ha tardado hasta 2012 en incluir la violencia vicaria dentro de las estadísticas. O por ejemplo, hasta 2022 no ha sido cuando ha empezado a computarse las víctimas que no tengan una relación sexoafectiva con el agresor, pero que son también feminicidios. La nueva inclusión dentro de las estadísticas oficiales será contemplar a las mujeres que se suicidan en el marco de la violencia de género. Así se ve cómo los medios captan realmente la necesidad social, a veces antes que las propias instituciones.

Si todavía faltan variantes del problema que incorporar a las estadísticas, ¿las cifras que manejamos hoy reflejan la dimensión real del problema?

Raquel Osborne, investigadora que aborda la cuestión de las cifras de la vergüenza, dice que los datos atienden a una política, es decir, a una mirada sobre el problema y, de hecho, un poco menos de la mitad de Europa ni siquiera se cuentan los casos. ¿Cómo se puede elaborar una comparativa entre violencia contra las mujeres a nivel internacional o a nivel europeo si ni siquiera las estadísticas los recogen? Ese registro esconde un rol a nivel político de querer ejecutar esas políticas, de aceptar que esa violencia existe y de poner las herramientas del Estado al servicio de la ciudadanía a la hora de computar, de dar medidas, de crear políticas, de crear leyes de amparo. Las leyes al fin y al cabo van elaborándose detrás de la vanguardia social, o sea, atendiendo a los intereses y a los temas de debate público que nos inundan. Muchas veces irrumpe antes en las calles y después en la academia.

El feminismo viene a cambiarlo todo, por eso genera polémica

Hablando de las cifras, ¿qué opinas del argumento de las denuncias falsas tan recurrente en el discurso de los negacionistas de la violencia machista?

Yo cito mucho a Ana Bernal y su libro de los bulos machistas. Pero además de armarte de datos y de formación feminista y de perspectiva de género, muchas veces tienes que desactivar los bulos desde el humor. Por ejemplo, la Federación de Mujeres Jóvenes hace un trabajo en redes sociales brutal a la hora de resignificar desde el humor esos mismos espacios que coloniza la manosfera. Así se pueden derribar tales falacias y, sobre todo, con mucha perseverancia y pedagogía.

Ese es otro reto de los medios, ¿no? Además de combatir la lacra social de la violencia contra las mujeres, tratar de sortear la desinformación asociada a los discursos que la niegan.

Es que per se es polémico. Y me parece paradójico que una defensa tan clara de los derechos humanos sea un tema que nunca está exento de polémica. Al final yo creo que es es porque el feminismo viene a cambiarlo todo. Viene a cambiar las estructuras del poder. Por eso genera polémica, porque al final es una afrenta a cómo se ha ejecutado el poder en todos los niveles. Y también porque cala en lo identitario. Cuando voy a dar formaciones en los centros educativos en la ESO, veo que mi discurso, pese a que sea al amparo de los derechos humanos, se toma como una afrenta personal porque te viene a decir que tu visión y tu mirada de cómo te habían explicado que es el mundo no es tal. Y eso juega con tus valores, con tu identidad, con tu familia, con cómo concibes el amor incluso. El feminismo realmente viene a emancipar a las mujeres. Entonces, en algunos aspectos los hombres pueden percibir que se le arrebatan privilegios, pero eran unos privilegios violentos, que enfrentaban a nivel social por estar pisoteando derechos que no les correspondían.

Que se haya institucionalizado el antifeminismo gracias al acceso de la ultraderecha en este país ha hecho muchísimo daño al debate social

Uno de los puntos del decálogo es utilizar la terminología correcta para nombrar la violencia contra las mujeres, ¿qué opina del término “violencia intrafamiliar” que han tratado de implantar partidos como PP y Vox?

Totalmente descartable. La ultraderecha ha venido a hacerse punk, como si fueran antisistema, cuando realmente estos debates son antiguos. Que se haya institucionalizado el antifeminismo gracias al acceso de la ultraderecha en este país ha hecho muchísimo daño al debate social. Y eso es un problema. En el informe Desenfocadas, Llorente y Cuenca (LLYC) demuestran que el negacionismo en los medios se multiplica en las redes sociales, entonces, ese también es uno de los problemas que tenemos con ese periodismo ejercido desde el negacionismo, que causa mucho daño también porque tiene un efecto amplificador en las redes sociales.

Pero es que además ese debate ya se tuvo en su momento. Cuando se elaboró la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral para la Violencia de Género se abordó que el término idóneo era violencia de género, aunque queda circunscrita a relaciones sexoafectivas, pese a que no tuviera por qué serlo. Por eso los términos de violencia contra las mujeres son tan útiles, igual que la violencia machista porque pone el punto donde lo ha de poner.

Volviendo a al tratamiento mediático de estas violencias, otro caso paradigmático de lo que no hay que hacer en periodismo es el de las niñas de Alcàsser: ¿hoy su cobertura mediática sería muy diferente a la de entonces en 1993?

Uf. Yo sueño con ello. Espero que sí. Espero que los medios lo cubrieran hoy de manera distinta. Yo pienso que estamos en una tónica positiva a la hora de cubrir las violencias contra las mujeres, precisamente porque hay una especialización, hemos avanzado, hemos incorporado la perspectiva de género, la perspectiva feminista a las redacciones. Y eso se ha materializado, por ejemplo, con editoras de género o corresponsalía como Ana Requena en elDiario.es. Entonces, esa figura hace que se profesionalice y que se vea que el periodismo que se ha hecho hasta el día de hoy en España ha sido un periodismo que tenía ceguera de género. Era un periodismo que no amparaba a la mitad de la población y, por tanto, estaba incompleto.

Y además de la profesionalización en perspectiva de género, la propia ciudadanía también en esta cuarta ola feminista empuja en redes sociales y demanda de los medios cierta calidad democrática. Son quienes les dicen “oye, tienes que informarme bien sobre esto, las mujeres no mueren, son asesinadas”. Con una ciudadanía educada en torno a la calidad democrática, a un consumo mediático sano, quizás se va a valorar mucho más una noticia súper bien desarrollada de violencia contra las mujeres que un titular barato de clickbait. En definitiva, a partir del caso de La Manada y del tren de la libertad, España ha avanzado muchísimo en cuanto a incorporar la pedagogía feminista. Sin embargo, todavía quedan casos como el que vivimos en televisión con la desaparición de Diana Quer, cuando un programa dio en exclusiva las prendas de ropa, el outfit que llevaba Diana el día de su asesinato. Eso fue en 2016. Así que hay mucho por hacer aún, pero vamos en esa senda.

¿Cuáles son las principales áreas de mejora en la cobertura actual?

Primero, conceptualizar bien lo que son las violencias contra las mujeres, es decir, que son una violación de derechos humanos, un ataque a la dignidad y la integridad de las víctimas, un problema de salud pública. Conceptualizar y dar un contexto porque no son sucesos y ni casos aislados, sino historias fruto de un desarrollo histórico de violencia hacia las mujeres.

Por otro lado, huir del sensacionalismo. Es muy, muy importante sopesar algunas decisiones pensando en qué va a causar la información que voy a recoger en mi noticia o el mensaje que voy a reproducir en mi programa. Muchas veces pensamos que al informar de manera detallada sobre el modus operandi vamos a concienciar más, cuando en realidad eso no explica nada y lo que hace es revictimizar más a la mujer. Cuando nos planteemos qué meter en una noticia sobre violencia contra las mujeres, conviene recordar incluir los recursos que tengan en esa ciudad o en esa comunidad, que tenga utilidad para otras mujeres que puedan leerlo y se sientan identificadas.

Se hace un buen periodismo cuando se incorpora una perspectiva de género

¿De qué manera podemos contribuir desde los medios a erradicar la violencia que sufren aquellas mujeres que quedan silenciadas e invisibilizadas de las estadísticas oficiales por la forma de medición de las cifras?

Tu pregunta es súper oportuna. La respuesta es dándole relato, dándoles cabida, haciendo temas, cuando eres consciente de que hay un tipo de violencia que se está invisibilizando o que no se ha tenido en cuenta. Por ejemplo, cuando hablamos todo el rato a nivel mediático de las violencias sexuales, normalmente la enmarcamos en el ocio, la fiesta, la violación múltiple. Pero no abordamos, por ejemplo, las violencias sexuales en el marco de las parejas.

Se han establecido categorías como marcos de framing, marcos de referencia, de manera que cuando se habla de violencia de género automáticamente se piensa en una pareja, obviando todas las violencias que existen fuera del marco sexoafectivo. Y cuando hablamos de la violencia sexual, entra en nuestro imaginario el mito del agresor encapuchado en un callejón oscuro al volver de fiesta y no entra Paco, el marido de Loli, o no piensas en un director de cine afamado. Así que los medios tenéis aún muchísimo rol en la creatividad de repensar estas violencias para dar nuevos relatos y para destruir, al fin y al cabo, esos imaginarios colectivos que se alejan del problema real.

Y también hay mucho que hacer a la hora de abordar quién puede ser una víctima. Porque la respuesta es todas. Parece que tenemos en la mente una mujer apocada, ama de casa, sin formación ni recursos, de mediana edad, aunque los estudios nos indican que eso no es para nada cierto. Y no nos acordamos de casos como el de María Jiménez o Antonia Dell'atte, que a nivel mediático son la imagen de mujeres con ímpetu y poderío e igualmente han sido víctimas de violencia de género. Pero al narrar las historias de las víctimas desde una versión apagada de la vida y sin capacidad de agencia, eso hace que ninguna mujer se pueda ver reflejada ahí.

¿Cuál es la radiografía actual del ecosistema mediático en cuanto a la cobertura de las violencias contra las mujeres?

Nosotras catalogamos tres niveles de compromiso en este sentido: los medios que a partir de profesionales concretos han ido incorporando esa perspectiva de género a su redacción, después están los medios tradicionales que sí que han apostado por la inclusión de la editora de género o libros de estilo concretos que enarbolan ciertas pautas a la hora de abordarlo y, como en un nivel máximo, estarían los medios ya declaradamente feministas, donde se encuentran, por ejemplo, Pikara Magazine, por referenciar alguno. Yo creo que el panorama mediático en España, pese a todo, es favorecedor, es halagüeño.

¿El periodismo feminista es una forma de activismo? Hay compañeras que consideran que es una etiqueta que utilizan para desacreditar su trabajo como subjetivo o poco riguroso.

Yo creo que lo que tenemos que abordar es que un periodismo feminista es un periodismo de calidad, porque brinda esa mirada de la mitad de la población que históricamente ha sido obviada, cuando no silenciada. Se trata de reivindicar esa potencia de calidad que te brinda la perspectiva feminista, sin más. Respeto a quien lo quiera llamar activismo o si no lo quieres denominar activismo, porque para mí es periodismo. Realmente tú estás haciendo un buen periodismo cuando estás incorporando una perspectiva de género y no para informar sobre violencias exclusivamente, sino para cualquiera de los temas que tienes en agenda.

¿Qué les diría a aquellos colegas que desdeñan este tipo de recomendaciones deontológicas al entenderlas como una injerencia en su actividad profesional?

Pues simplemente les diría a estos colegas que hay muchísimas temáticas en las que los periodistas se van especializando a lo largo del tiempo. Véase deportes, véase economía, véase cultura... Y ello requiere de parte del profesional un entreno de su mirada, un entreno de las fuentes, un entreno de los modos de narrar. Entonces, igual que necesitas una especialización concreta para cualquiera de esos campos, también la precisas para incorporar una perspectiva de género, que no se te ha incluido en tu plan de estudios y debiera haberlo hecho. Con lo cual tú estás carente de esa formación. Y ya sea a partir de ti mismo, o a partir de una guía deontológica puedes acceder a muchísimos recursos que van a nutrir tu trabajo.

El periodismo no puede ser neutral ante las violencias contra las mujeres

Además de un decálogo de recomendaciones, ofrecéis también una herramienta para que podemos evaluar nosotros mismos si hemos cumplido o no con esas pautas deontológicas. Si sometemos las informaciones de hoy a ese filtro, ¿suspenden o aprueban?

Cuando hice el trabajo en el que analicé la prensa andaluza ante el caso de La Manada, he de decir que los resultados no eran extraordinariamente buenos, pero se mantenían en una media, es decir, no caían en faltas flagrantes, pero ya se vislumbraba que no tenían todas estas recomendaciones integradas y que hubieran hecho de sus noticias una cobertura excepcional. Digamos entonces que se mantenían en el aprobado justito. Ya hay que valorar si queremos tirar del aprobado justito, o tener noticias que de verdad den dignidad a las víctimas y de verdad cambien la sociedad, para lo cual se necesita formación.

En la guía, invitan a los periodistas a no ser neutrales al informar sobre violencia contra las mujeres. Cuando siempre se intenta asociar el valor de la neutralidad a la práctica periodística.

El periodismo no puede ser neutral ante las violencias contra las mujeres. El feminismo nos da herramientas para que desde el periodismo podamos tomar partido. Debemos tomar partido. Si eres neutral, lo que vienes es a reproducir el sistema patriarcal de siempre.

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