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Musulmanes y cristianos de Bangui rompen su muro de odio por un día

Musulmanes y cristianos de Bangui rompen su muro de odio por un día

EFE

Bangui —

En una escena poco habitual, los habitantes del barrio musulmán PK5 de Bangui salieron hoy a la calle para recibir al papa Francisco durante la visita a la mezquita central, mezclándose sin incidentes con la población cristiana, rompiendo el muro de odio que les separa a diario.

Los cristianos atravesaron la frontera invisible de estas calles casi prohibidas para, por primera vez en mucho tiempo, visitar a los familiares que viven en ellas, aislados por el conflicto que mantienen las milicias de ambas confesiones desde hace dos años, que ha desangrado al país con miles de muertos.

La avenida Barthélémy Boganda, arteria de la ciudad que discurre por el PK5, fue abierta al tráfico para que la gente pudiera acudir a la mezquita y al estadio que lleva el nombre del político nacionalista que luchó por la independencia de República Centroafricana en los años 50, donde el papa ha oficiado una misa.

La presencia de los cascos azules, que tienen su cuartel general en la misma avenida, aunque fuera del barrio musulmán, ofreció una inusual sensación de seguridad al gentío congregado para ver pasar al papa y que, por unas horas, ha podido andar por la calle sin miedo.

Un grupo de mujeres, vestidas con ropas tradicionales musulmanas, esperaba la llegada del pontífice con una pancarta de tres metros: “Los musulmanes desplazados de Bangui dan la bienvenida al papa al PK5”. Otro grupos de mujeres, estas cristianas, también le daban bienvenida con una pancarta similar.

En la mezquita, el mensaje del pontífice es claro: cristianos y musulmanes son “hermanos” y deben decir “no” al odio, a la venganza y a la violencia en nombre de Dios. Y los centroafricanos, entregados a la esperanza que ha traído, le hicieron caso.

Centenares de musulmanes se acercaron a los alrededores del estadio Barthélemy Boganda siguiendo al cortejo papal y, en una imagen insólita, algunos incluso saludaron y abrazaron a los cristianos que esperaban para entrar al recinto donde el pontífice celebró su última misa antes de partir hacia Roma.

Entre gritos de “¡La paz ha vuelto!, ¡La guerra ha terminado!”, los asistentes ofrecieron una imagen de concordia y hermandad que hacía mucho tiempo que no se producía.

“Es un día hermoso para los musulmanes. No creíamos que podía llegar, pero así ha sido y hoy he podido abrazarme con mis hermanos cristianos. ¡Es un milagro!”, explicó a Efe Amza Mahamat, un musulmán que vive en el PK5.

A pesar del buen ambiente reinante, no todo el mundo estaba por la labor de dejar a un lado las viejas rencillas. En un tono medio burlón, una grupo de mujeres ataviadas con ropa de colores personalizada con el rostro del pontífice cantaba: “¿Habéis visto, musulmanes? El papa ha llegado a casa”.

En el interior del estadio, que no se utilizaba para eventos deportivos desde hace mucho, miles de personas aguardaron con impaciencia la llegada de Francisco y no pararon de agitar banderitas, palmas y cruces de maderas.

Esta vez no hay teléfonos móviles para retratar la histórica llegada del pontífice. Los centroafricanos son de los más pobres del continente y muchos no pueden permitirse el lujo de comprar un teléfono con cámara.

Es un día de celebración y de olvido. La visita del papa a un país al que casi ningún presidente se atreve a viajar es un gran acontecimiento y la mayoría prefiere disfrutar del día antes de volver a la triste realidad de su hogar.

Solo con su mensaje de reconciliación y paz, el papa Francisco no puede acabar con un conflicto que viene de lejos y que tiene muchas heridas que cerrar, pero ha conseguido que los centroafricanos se reconcilien por un día.

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