ENTREVISTA Socióloga

Anna Sanmartín: “Está calando en los jóvenes la idea de que los hombres están desprotegidos ante las denuncias falsas”

Marta Borraz

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Poner la lupa a los chicos jóvenes y su relación con la masculinidad. Es el objetivo que se ha marcado el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD con su último informe. Coordinado por Anna Sanmartín, socióloga y subdirectora de la entidad, La caja de la masculinidad. Construcción, actitudes e impacto en la juventud española se erige como una radiografía de cómo los hombres jóvenes se sitúan ante los mandatos y estereotipos de género.

Para ello, el informe, basado en 1.700 entrevistas a jóvenes, utiliza la metáfora de la caja de la masculinidad, que vendría a representar los valores tradicionales asociados a la misma: fortaleza, exaltación de la virilidad, asunción de roles diferenciados por sexo o legitimación de la violencia o el control sobre las mujeres. Y en base a las respuestas, sitúa a los chicos dentro, fuera o al borde: solo el 14% está claramente en su interior, alineado completamente con estos postulados. El 41,3% están fuera y los rechazan mientras que el 44,7%, el grupo más numeroso y el “más complejo” de analizar, según Sanmartín, están al borde. Cuestionan unos mandatos, pero no otros.

¿Qué conclusiones del estudio son las más destacadas?

En general la juventud avanza hacia la igualdad, a velocidades diferentes ellas y ellos, pero al mismo tiempo hay minorías significativas que parece que se van ampliando que comulgan con ciertos postulados. Hemos detectado dos elementos que en estudios pasados no aparecían. Son dos afirmaciones que parecen tener bastante acuerdo, aunque más entre los chicos. Que “la violencia de las mujeres hacia los hombres no se está teniendo en cuenta lo suficiente” y que “los hombres están desprotegidos ante las denuncias falsas”. Nos preocupa mucho cómo está calando esta idea de equiparar violencias o situar a los hombres como víctimas de acusaciones falsas de violencia de género que intenta minar lo que hemos avanzado.

¿Qué influencia puede estar teniendo la extrema derecha en este sentido?

Lo que hace la ultraderecha es pescar en un caladero que ya existía. Se da en estas cuestiones siempre un movimiento pendular: cuanto más visible se ha hecho el feminismo y más legislación sobre igualdad tenemos, se produce una reacción a esos avances. Probablemente había quienes estaban ya ahí, aletargados, pero ahora el discurso se legitima. A través de una contraargumentación presente en redes sociales, partidos políticos, figuras públicas... Es Vox, evidentemente, pero no solo. Hay todo un discurso que ha detectado bien el descontento que hay en parte de la juventud masculina, que se agarra a ciertas certezas que pensábamos ya superadas.

Buena parte de este discurso está muy presente en la llamada manosfera, la comunidad online de hombres contra el feminismo que también ha analizado el Centro Reina Sofía. ¿Hasta qué punto está fomentando estos discursos entre los jóvenes?

Es difícil medir el impacto concreto, pero claramente lo tiene, la penetración de lo digital en la población joven es enorme. Estas comunidades que podrían ser residuales, al ser online acaban calando, llegan a todas partes. Son pocos numéricamente, pero con una agenda muy clara y muy activos, que juegan mucho con el sentido del humor y herramientas como los memes, que suponen una llegada muy potente para la juventud. De otra forma quizá este discurso no alcanzaría tantos espacios.

El estudio apunta a que una minoría de jóvenes están dentro de “la caja de la masculinidad”, pero casi la mitad están al borde. ¿Qué significa estar en esta categoría?

Efectivamente, es el grupo más numeroso. Ponen en cuestión muchos de los elementos que constituyen la masculinidad hegemónica tradicional, pero no todos. Los que están dentro se alinean con una masculinidad tradicional más evidente, pero los que están al borde representan lo que parece una reelaboración de la masculinidad hegemónica hoy en día. Hay muchos elementos que no les encajan si los comparamos con los que están dentro. Aceptan más que en la pareja cada cual debe tener su espacio o que las mujeres no nacen preparadas para cuidar o rechazan que los celos son una prueba de amor, pero son más afines a postulados como que el feminismo no se ocupa de problemas reales y es un arma política, que no se puede debatir con feministas porque te acusan muy pronto de machista o que las mujeres son más manipuladoras.

Sostiene el informe que este grupo es el más complicado de interpretar...

Sí, sus planteamientos están llenos de contradicciones o ambigüedades. Y quizá en ellos está el quid de la cuestión de lo que está pasando en la actualidad con las masculinidades en los jóvenes. Por otro lado, al estar en el borde, no sabemos si están entrando o saliendo ni hacia dónde se inclinará la balanza.

En el estudio se apunta hacia la influencia del llamado posmachismo, que es como se denomina actualmente a la estrategia de adaptación del machismo al nuevo contexto social y cultural.

No podemos afirmar que todos los chicos que están al borde tengan intencionadamente este propósito, pero sí identificamos de forma generalizada estas posturas posmachistas en sus planteamientos. Estos discursos son más difíciles de identificar porque sí ponen en tela de juicio elementos machistas que difícilmente son hoy sostenibles. Se posicionan contra la desigualdad o contra la violencia de género e incluso habrá quienes se declaren feministas, pero al rascar, hay muchos otros elementos que no se cuestionan las desigualdades estructurales o de fondo.

Lo que hace la ultraderecha es pescar en un caladero que ya existía. Se da en estas cuestiones siempre un movimiento pendular: cuanto más visible se ha hecho el feminismo y más legislación sobre igualdad tenemos, se produce una reacción a esos avances

Por ejemplo, las posiciones que directamente niegan la violencia de género adquieren más nivel de acuerdo entre los jóvenes dentro de la caja, pero los que están al borde están más alineados que ellos con lo que comentábamos al principio de que las denuncias falsas desprotegen a los hombres. No van a defender que la mujer, en casa y cuidando a los hijos, ya no estamos ahí. O van a posicionarse a favor de la igualdad profesional, pero probablemente sean muy meritocráticos sin plantearse qué condiciones de base tienen mujeres u hombres. Esta masculinidad hegemónica tiene otra pinta, pero los pilares siguen siendo los mismos.

Los cambios sociales y feministas de los últimos años chocan con la concepción rígida de la masculinidad tradicional, lo que provoca, según ha calificado la literatura científica, un “estrés identitario” en los hombres. ¿Son muchos los jóvenes que están experimentándolo?

Es algo general, sí, que identificamos mucho. La cuestión es que hay valores de la masculinidad tradicional que están puestos en tela de juicio, pero al mismo tiempo la presión en los chicos por aspirar a ese modelo tan encorsetado sigue existiendo y eso es estresante. Porque en realidad es un modelo en el que ninguno encaja. Tener que conquistar constantemente ese espacio les provoca grandes desequilibrios. Lo vemos con los resultados del estudio: quienes están dentro de la caja de la masculinidad se sienten más presionados, ejercen y sufren más violencia, se declaran más infelices, tener más problemas de salud mental e ideación suicida... Aspirar a ser ese 'hombre de verdad' y sostenerlo claramente les genera a los chicos muchos malestares.

¿Y qué hacer ante ello?

No es fácil. Hay que seguir haciendo mucha pedagogía. No tengo la receta, pero creo que habría que intentar llegar a estos chicos, conquistarles. El gran reto que tenemos como sociedad es generar modelos de hombres que sean éticos, igualitarios y también atractivos para la juventud. Porque hablamos de que la masculinidad igualitaria es lo ideal, pero muchos jóvenes no quieren ser ese modelo de hombre. Les cuesta encontrar referentes de hombres a los que quieran aspirar y parecerse. Hay muchos movimientos de hombres que están en este camino, pero falta que esas masculinidades sean referencias públicas.

Por último, y al margen del estudio, en los últimos años las estadísticas sobre violencias machistas nos apuntan a un incremento de los delitos cometidos por jóvenes. ¿Hay más violencia o se denuncia más?

Yo creo que la violencia estaba ahí, pero ahora pasan varias cosas: primero que no teníamos tantos datos como ahora y segundo que efectivamente ahora se detecta y somos capaces de identificar violencias en plural. Probablemente lo que antes no se identificaba como violencia, por ejemplo la de control, que es la más común entre población adolescente, ahora sí. Esto tiene que ver con haber hecho una buena pedagogía, con que las jóvenes están siendo capaces de identificar violencias que antes veíamos menos y quizá pueda haber algo de reacción ante los avances, de reacción violenta. Pero en general creo que no es tanto que se haya incrementado la violencia, sino que ha cambiado la percepción y la capacidad de denuncia.