El Congreso de Móviles gana madurez y el negocio desplaza a las novedades

La nueva ubicación del Mobile World Congress (MWC) en el recito Gran Vía, de Hospitalet de Llobregat, ha aportado madurez al certamen que, con nuevo récord de asistentes, se ha convertido más en una feria de trabajo que en un escaparate de novedades, y en el que se ha constatado la preocupación del sector por la regulación.

Tras casi morir de éxito en Montjuïc, donde había celebrado sus cinco ediciones anteriores, el Congreso de Móviles ha estrenado este año la capitalidad de Barcelona en el ámbito de la movilidad con un nuevo hito de inscripciones, que han llegado a las 72.000, lejos de las 67.000 del año pasado.

Entre los participantes, que han pagado entre 600 y 5.000 euros para asistir al salón, se encuentran representantes de todo el sector (operadores, fabricantes, desarolladores de aplicaciones, etc), muchos de los cuales son altos ejecutivos de las principales compañías del mundo.

Más de 3.000 periodistas acreditados de más de 1.500 medios de comunicación han acudido además a este evento, en el que se han mostrado las nuevas tendencias del universo de la movilidad, las novedades de las principales operadoras del mundo, lo último de los fabricantes de hardware y software móvil o todo lo relacionado con el mundo de las aplicaciones.

De lo visto estos cuatro días, destaca, en el capítulo de ausencias, la de Apple (ya histórica) y la de Google, mientras que, entre los asistentes, ha llamado la atención la apuesta de los fabricantes de “smartphones” por terminales cada vez más grandes, rápidos y baratos, como los presentados por Sony, LG, Nokia o ZTE.

El retrato robot del móvil estrella es el de una terminal de diseño “monoblok”, con pantallas táctiles de unas 5 pulgadas, equipada con tecnología NFC, que permite pagar acercando el aparato a un terminal, con cámaras de hasta 13 megapíxeles y procesadores de cuatro núcleos.

Son, por tanto, móviles más potentes y rápidos que, por su tamaño, se asemejan e incluso convergen con las tabletas.

La compañía taiwanesa Asus ha presentado el Fonepad, una tableta de 7 pulgadas que funciona como teléfono y que saldrá a la venta a 219 euros, mientras que Nokia ha lanzado dos modelos “fáciles de usar” que costarán 15 y 65 euros, respectivamente.

Sony ha anunciado, por su parte, el inicio de un año de “ruptura tecnológica” con su móvil inteligente Xperia Z, y su nueva tableta Xperia Z, superfina y 10,1 pulgadas de pantalla, mientras que Samsung ha estado presente con productos ya conocidos en uno de los stand más grandes de la feria.

El Firefox OS, sistema operativo desarrollado por Mozilla para móviles inteligentes basado en la web y que apoyan Telefónica y Vodafone, ya ha empezado a tomar carrera y Sony, LG y ZTE han anunciado que lo utilizarán en alguno de sus terminales.

La preocupación por la regulación del sector ha llevado al presidente de Telefónica, César Alierta, a cargar en el primer día del Congreso contra los “monopolios”, en referencia a Google y Apple, sobre los que los reguladores no actúan.

Por su parte, la vicepresidenta de la CE y responsable de Telecomunicaciones, Neelie Kroes, ha apoyado las tesis de Telefónica de un mercado único digital ante el retraso de la 4G y ha anunciado que se invertirán 50 millones de euros para impulsar la tecnología móvil de quinta generación (5G) y situar así a Europa a la cabeza de la industria móvil mundial.

Telefónica ha avanzado además que en un futuro próximo el acceso a internet por banda ancha móvil combinará la tecnología Wi-Fi (sin cables) con la red de cuarta generación (LTE) o la 3G.

El congreso ha vuelto a tener un gran impacto económico en el área de Barcelona, sin prácticamente plazas hoteleras libres en decenas de kilómetros a la redonda y donde la limusina de alto nivel se ha convertido estos días en un usuario más de la red viaria de Barcelona.

La principal cita mundial de la telecomunicación móvil ha dejado en Barcelona y su área metropolitana más de 300 millones de euros.

A cambio, ha complicado la movilidad durante esta semana, aunque menos que otros años, además de conseguir con el cambio de ubicación alejar las manifestaciones de protesta del lugar de encuentro.