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Un vertedero ilegal crece en una de las sedes olvidadas tras el fracaso del plan olímpico de Madrid

La escombrera 'olímpica' de La Gavia con las viviendas al fondo / I. Blanchart

Raúl Rejón

A mediados de agosto de 2016, un vertedero ilegal crece en lo que debería haber sido el recinto para descensos de aguas bravas de los frustrados Juegos Olímpicos de Madrid. El legado para la ciudad derivado del olimpismo que tanto exige el COI para bendecir una candidatura ha derivado en abandono municipal de 330.000 m del llamado parque de La Gavia: en el espacio conviven enormes aparcamientos vacíos, las esclusas secas para regular el agua y, ahora, un largo reguero de basura.

La posibilidad de organizar unos JJOO se ha convertido en un anhelo por el que los responsables de las ciudades sacrifican enormes recursos. En la estela de la candidatura vale casi todo. Madrid apostó fuerte y durante mucho tiempo a la baza de los juegos. La sede olímpica para el eslalon de piraguas y canoas fue una de las piezas de ese puzle.

La ubicación del canal de aguas estaba situada en el sur de la ciudad, al lado de un nuevo barrio llamado Ensanche de Vallecas. Allí se abre un campo de lomas. Con parte del perímetro vallado, recibe el nombre de parque de La Gavia. Al doblar de julio a agosto, La Gavia es un secarral con algunos esqueléticos árboles plantados y otros que han crecido de manera espontánea. Para diseñarlo, al calor del sueño olímpico, el Ayuntamiento de Madrid presidido por Alberto Ruiz-Gallardón (PP) contrató al arquitecto japonés Toyo Ito. Las primeras fases de construcción se llevaron más de siete millones de euros, según los datos municipales.

Hacia las lomas discurren algunos viales de asfalto medio cortados que acaban por convertirse en pistas de grava. Los escasos vehículos que se adentran levantan una buena polvareda. ¿Dónde van? En muchas ocasiones a descargar escombros, restos y basura a los lados del camino. Así se ha ido formando una escombrera irregular en forma de cordón en la nunca culminada sede olímpica del piragüismo de aguas bravas de Madrid 2012, 2016 y 2020.

El Comité Olímpico Internacional subraya constantemente que los Juegos “tienen la fuerza para desarrollar beneficios duraderos” y ser un “tremendo catalizador del cambio en la ciudad anfitriona”. A esto lo llaman “el legado” y debe aparecer en los informes de las candidaturas.

El proyecto para tratar al menos el 80% de las aguas residuales que fluyen a la bahía de Guanabara en Río de Janeiro fue uno de los pilares de la ciudad brasileña para llevarse la edición de 2016. En plena celebración de los Juegos, aquellas aguas cariocas son todavía una letrina.

Tres presentaciones

En 2004, durante la preparación de la intentona olímpica de Madrid para 2012, se presentó el proyecto del canal de aguas bravas en La Gavia. El alcalde Alberto Ruiz-Gallardón se paseó por el espacio con el luego premio Pritzker Toyo Ito. Y se aseguró que la instalación deportiva se levantaría fuera o no Madrid la sede olímpica. Serviría para, al menos, los 5.000 federados en piragüismo inscritos en la región. No hubo Juegos. Tampoco se acometió el curso para piraguas.

Pero con la siguiente candidatura, la de 2016, el equipo de Ruiz-Gallardón volvió a pasear a los examinadores del COI por el recinto de La Gavia como sede de las aguas bravas en mayo de 2009. El proyecto sirvió para mover tierras, asfaltar aparcamientos y adjudicar, en definitiva, trabajos por valor de siete millones de euros.

La propuesta de 2020, esta vez con Ana Botella al frente, incluyó, una vez más, esta sede deportiva en el proyecto olímpico de Madrid. El desastre de Buenos Aires en 2013 le dio carpetazo.

El actual Gobierno municipal de la ciudad (Ahora Madrid) cuenta sobre el recinto que hay destinados “1,5 millones para acondicionar lo ya ejecutado: mobiliario urbano, farolas o reparar caminos” y que, para más adelante, “se ha decidido diseñarlo en un proceso participativo con los vecinos para lo que llevamos meses reuniéndonos con ellos. Este proceso está en fase final, y en otoño se licitará el proyecto con las decisiones conjuntas”, explican. El plazo se lleva a 2016-2018.

Los vecinos, los que ven todos los días las colinas peladas y cómo se deja la basura desde la avenida del Mayorazgo, han reiterado el “total abandono” que han sufrido las instalaciones. “No existe ningún mantenimiento”, aseguran. “Es un parque. No ensuciar”, rezan algunos carteles a mano que han colgado en las entradas al recinto. Mensaje estéril.

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