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Las especies exóticas invasoras, una amenaza creciente para los humedales

Las especies exóticas invasoras, una amenaza creciente para los humedales
Madrid —

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Madrid, 2 feb (EFE).- Las especies exóticas invasoras (EEI) constituyen una “amenaza creciente” para los humedales ibéricos emblemáticos y artificiales y un peligro para las especies autóctonas, que hace necesario desarrollar herramientas para prevenir su entrada y evitar que se sigan extendiendo.

“La prevención de las EEI es la herramienta más eficaz y rentable desde el punto de vista económico y ecológico para combatir la proliferación de estas especies en los humedales”, asegura en una entrevista a Efe Francisco J. Oliva Paterna, Profesor de la Universidad de Murcia y coordinador del proyecto europeo Life Invasaqua, al conmemorarse del Día Internacional de los Humedales.

Según datos de Ecologistas en Acción, desde su adhesión en 1982 al Convenio Ramsar -el tratado internacional para la conservación de los humedales más importantes del planeta- España ha incorporado a la lista de los espacios húmedos más importantes 75 zonas que representan 304.541 hectáreas de superficie.

En términos generales, las EEI pueden instalarse en muchas partes de esos espacios, “pero lo más frecuente es que tengan alguna relación con el agua (dulce, salobre o de mar) que permite su establecimiento y fomenta su expansión”, asegura Oliva Paterna.

Plantas y animales, vertebrados o invertebrados, invaden ecosistemas húmedos españoles tan emblemáticos como Doñana, el Delta del Ebro, la Albufera de Valencia o el Mar Menor, pero también habitan en humedales artificiales provocando efectos muy perniciosos.

Estas especies pueden alterar el flujo de las corrientes y la calidad del agua, reducir los cauces e incluso causar la desaparición de la pesca profesional o deportiva y la extinción de especies autóctonas como el fartet o el salinete, entre los peces; la rana pirenaica, la rana ágil o el sapo partero, entre los anfibios, o la malvasía cabeciblanca, las garcillas cangrejeras o el avetoro común, entre las aves acuáticas.

Los humedales más emblemáticos y los más degradados son los que albergarían la mayor cantidad de EEI porque acumulan mayor cantidad de nutrientes, “la puerta de entrada que fomenta la proliferación de invasoras”, afirma Oliva Paterna, mientras que en los de menor tamaño la presencia de estas especies está muy relacionada con su nivel de perturbación.

Pablo García Murillo es profesor del Departamento de Biología Ambiental de la Universidad de Sevilla, miembro del proyecto europeo Life Invasaqua, experto en plantas acuáticas y forma parte de un grupo de investigación sobre los humedales de Doñana, donde existen numerosos hábitats acuáticos (marismas y lagunas temporales) amenazados por las especies invasoras y por la contaminación que causan los nutrientes y los “cultivos intensivos y agresivos” que rodean este espacio.

“Las plantas nativas de la Península Ibérica son muy vulnerables a la acción humana. Muchas veces no son capaces de aguantar las altas concentraciones de nutrientes que tiene el agua como consecuencia de la actividad agrícola o ganadera y a menudo se ven desplazadas por otras especies invasoras ” que aprovechan los “huecos” que dejan las especies autóctonas, asegura García Murillo.

Añade que este es el caso de Doñana y de otros muchos humedales de la Península Ibérica, como los lagos y estanques de los Pirineos, del Sistema Central, de los Picos de Europa o de Sierra Nevada, todos los cuales albergan humedales donde las especies vegetales se ven “muy amenazadas como consecuencia de la acción humana y del cambio climático, que acentúa el proceso”.

Entre las plantas acuáticas que están más en peligro en Doñana, este experto cita el Mordisco de rana (Hydrocharis morsus-ranae), la única de su especie que sobrevive en la Península Ibérica y a nivel general cita algunas especies autóctonas vegetales que necesitan aguas muy limpias para sobrevivir e incluso plantas carnívoras que habitan en turberas y subsisten ingiriendo pequeños animales o insectos por falta de nutrientes.

En el extremo opuesto se encuentran las plantas acuáticas invasoras como algunos helechos flotantes de Doñana cuyo “efecto sombra” impide sobrevivir a especies naturales que habitan en el fondo, como sucede con el helecho de agua (Azolla Filiculoides) de origen sudamericano que aguanta la sequía y que se han propagado excesivamente en las marismas los últimos años.

Y todo ello sin olvidar el camalote que habita en ríos y aguas quietas y en cuya eliminación lleva invertidos más de 40 millones de euros la Confederación del Guadiana “sin resultados exitosos”, asegura García Murillo.

Entre los invertebrados invasores dominantes en los humedales, el profesor Oliva Paterna cita el caracol manzana, el cangrejo azul o el cangrejo rojo americano, el mosquito tigre, que puede ser vector de enfermedades y, entre los vertebrados, peces como la gambusia, carpas, carpines, el galápago de florida o el visón americano.

Pero ¿cómo han llegado todas estas especies a los humedales? El experto asegura que las vías de entrada son muy diversas y en general se deben a la contaminación del agua o al enriquecimiento de nutrientes, pero suelen estar muy relacionadas con la actividad humana, ya sea de forma voluntaria (acuariofilia o mascotismo), involuntaria (organismos adheridos a embarcaciones, botas y guantes de pescadores) o negligente (trasvases, canalizaciones u otras obras de ingeniería sin medidas de prevención).

En lo que coinciden todos los expertos es en que hace falta mucha concienciación social sobre el problema que representan las EEI y que proyectos como Life Invasaqua hacen hincapié en la necesidad de “aumentar la conciencia y la educación sobre la importancia y los efectos de las especies invasoras en los humedales y sobre las necesidades de gestión preventiva y control”, afirma Francisco J. Oliva.

Unos objetivos que, añade, requieren “de la acción local y de la respuesta regional apoyada por las instituciones” que, en su opinión “deben implicarse mucho más en una gestión más sostenible e inteligente” de los humedales.

Paloma San Segundo

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