Varios historiadores del proyecto de Museo de la Guerra Civil se opusieron al memorial que no distingue entre víctimas

Peio H. Riaño

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Es uno de los proyectos más esperados desde que el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán (PSOE), anunció la creación en 2018 del primer museo de la Guerra Civil española. Es una asignatura pendiente que la Comunidad Autónoma levantará en Teruel, en un solar de más de 7.000 metros cuadrados, entre el Hospital San José y una gasolinera. El proyecto se ha retrasado y ya atraviesa dos legislaturas. Hace unos días se adjudicó por concurso público la dirección de la obra y ya sólo falta que el Ayuntamiento de Teruel (PP) otorgue la licencia para iniciar la obra, en un año electoral. Como avanzó este periódico, la memoria descriptiva de la adjudicación indica la creación de un memorial dedicado a las víctimas de la guerra civil, en un informe redactado por la empresa pública Tragsa por encargo del Gobierno de Aragón y firmado por el Consejero de Educación, Cultura y Deporte, Felipe Faci. A todas las víctimas, sin distinción.

En el jardín, junto al edificio del museo, se levantará “un memorial con los nombres de todas las víctimas de la guerra, sin distinción alguna entre los componentes de ambos frentes”, puede leerse en la parte que desarrolla el contenido del museo para su adecuación arquitectónica. “La fuerza del mensaje de esta instalación consiste precisamente en no ahondar en las diferencias entre los bandos, sino en mezclar los nombres de los muertos de una forma en que nunca hubiera sido posible en vida”, continua el relato.

Tras la publicación de los extractos de dicho informe para el concurso de la obra convocada por el Departamento de Educación, Cultura y Deporte, elDiario.es ha podido saber que los historiadores implicados en la redacción del proyecto museográfico del futuro centro, se opusieron a la creación de un memorial con estas intenciones. Todo sucedió el pasado septiembre, en una reunión en la que debían entregar su propuesta de los contenidos que debían exponerse únicamente en el museo. Las autoridades les habían dejado claro que el memorial no sería motivo de su análisis, aunque forma parte integral del museo.

Un monumento “problemático”

En aquella cita, los historiadores de reconocida trayectoria, Carlos Gil y José Luis Ledesma, entregaron un informe de más de 100 páginas a la Dirección General de Cultura. Y les aclararon, tal y como ha podido saber este periódico, que la construcción de un memorial con esas pretensiones sería un monumento “problemático”. Como argumento, uno de los dos historiadores, explicó que las intenciones de mezclar los nombres de las víctimas de los sublevados con los de los defensores de la democracia sería algo similar a lo que pretendió el franquismo desde los años cincuenta. “No distinguir entre víctimas es declarar que la responsabilidad es de todos y, por tanto, nadie tiene la responsabilidad. Porque fue una guerra entre hermanos…”, comenta una de las fuentes presentes en la reunión. Los historiadores avisaron de que este planteamiento del memorial contravenía los postulados científicos del museo.

No han sido los únicos historiadores que han criticado esta parte no científica del museo. El pasado mayo la comisión científica original, dirigida por el historiador Javier Paniagua, fue reemplazada tras meses sin avances visibles. Se llegó a anunciar que el proyecto museográfico que ahora tiene la Dirección General de Cultura estaría redactado para 2019. Entonces el director general de Cultura, Víctor Lucea, acudió a Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, autor de una veintena de ensayos y el investigador sobre la guerra civil más importante de Aragón.

En pocas semanas Casanova presentó a Lucea una guía del proyecto expositivo, en la que el especialista dejaba organizados los contenidos del museo. Ya entonces el profesor indicó a Lucea, que también es historiador y discípulo de Casanova, que un memorial con ese sentido sería un problema. Hizo el Memorial del Cementerio de Zaragoza, en el que Julián Casanova explica a este periódico, como el resto de historiadores implicados, que prefiere esperar a que la Dirección General de Cultura de Aragón aclare la situación.

Reconciliar o crispar

La idea de no diferenciar entre bandos no es nueva. En febrero de 2019, el historiador Javier Paniagua indicó que, “después de 80 años, es hora de hacer un museo de la reconciliación” . La afirmación sucedió en la primera reunión de la comisión asesora, presidida por la entonces consejera de Educación, Mayte Pérez. El memorial ya estaba incluido entonces y se ha mantenido, a pesar de los cambios científicos y de legislatura. De hecho, lo explicó hace unos meses el propio Javier Lambán: la intención del museo es que España asuma la “trágica” historia para “hacer imposible que lo que ocurrió entonces vuelva a ocurrir”. Y aclaró que el museo no tenía “ningún ánimo de excitar las pasiones bélicas de nadie”, gracias a un proyecto “éticamente irreprochable”.

En el Museo de la Guerra Civil de Teruel participan dos direcciones generales dependientes de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte: por un lado, Cultura, y por otro, Patrimonio Cultural, cuya responsable es María Sancho, cuyos objetivos no parecen haber estado alineados hasta el momento. “No va a fijarse en esas valoraciones que hace Tragsa, ya que el objetivo de ese informe no es detallar el contenido (aunque haga valoraciones históricas) sino las obras”, aseguran desde Cultura.

Sin embargo la “memoria descriptiva” incluida en el concurso público con el que se ha adjudicado la dirección de la obra es, como todos los documentos de licitación, vinculante en todos sus extremos. En ese concurso adjudicado hace una semana, se aclara cuál es la intención del Gobierno de Aragón: crear con el memorial “una pieza viva del Museo”. Es decir, crecerá “en función de que se amplíe la nómina de los nombres que se vayan conociendo de los implicados en el conflicto, posibilitado por las sucesivas investigaciones históricas”, puede leerse. Los nombres serán grabados en placas de chapa metálica, que se acoplarán a la estructura circular de la construcción. El informe va más allá de la propuesta ideológica y constructiva cuando afirma que el espacio debe ser “un espacio de recogimiento, contención, silencio y recuerdo”.

Un censo con todas las víctimas

Cultura añade que los nombres grabados serán los incluidos en el Censo Nacional de Víctimas de la Guerra y la Dictadura, que están elaborando las Comunidades Autónomas, bajo la supervisión y coordinación de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática del Ministerio de la Presidencia. Este censo “incluirá a todas las víctimas de la guerra y la dictadura, así como de quienes murieron en combate durante la guerra, con independencia de su nacionalidad”, explicó en noviembre de 2020 el Gobierno de España . La propuesta del Gobierno de Aragón es elevar este censo a la categoría de monumento, con todas las complicaciones denunciadas por los historiadores que han trabajado en el proyecto museográfico.

“Sobre los contenidos, el departamento de Educación, Cultura y Deporte está elaborando una propuesta que ofrecerá una visión contundente sobre la Guerra Civil y sus consecuencias. Entre los temas que se abordarán, se encuentran algunos como Los desastres de la guerra, el exilio de población, las nuevas formas de terror, la violencia contra la mujer o la represión sistemática del vencido”, explican desde Cultura a elDiario.es Además, el Museo de la Guerra Civil “nace con el cometido de aglutinar, coordinar, supervisar y promover las iniciativas vinculadas a la guerra civil en el resto de la Comunidad Autónoma”.