De Volkswagen a Mitsubishi, la extensión del engaño medioambiental de los motores de coches

Un simple truco, inflar más los neumáticos, servía a la japonesa Mitsubishi para burlar la normativa medioambiental en, al menos, 600.000 de sus motores –la mayoría de ellos montados en minicoches gasolina de la marca Nissan–. La protección de la calidad del aire chocaba con la venta de vehículos. La empresa ha reconocido este miércoles que falseó las cifras sobre lanzamiento de gases de cientos de miles de sus unidades.

Con este caso, el engaño sobre emisiones contaminantes de la industria automovilística se ha extendido ya desde EE.UU. a Europa y hasta el mercado asiático. E incluye tanto los motores diésel como los de gasolina. Las ruedas con mayor presión hacen que los coches consuman menos combustible y, por lo tanto, emitan menos durante las pruebas que les otorgan su calificación medioambiental. Se trata de uno de lo trucajes que los fabricantes aplican a sus modelos de test (los golden car). La batería incluye una amplia variedad de reglajes específicos que luego no se pueden reproducir en la conducción real.

Con estos motores japoneses, queda cubierto todo el espectro de segmentos automovilísticos que manipulaban los datos de polución: abrió la veda el caso Volkwagen con sus 11 millones de motores diésel trucados para engañar los límites de contaminación. Aquel escándalo, que saltó en septiembre de 2015, también afectaba a coches de gama más alta como los Audi. Dos meses después, en noviembre, la empresa alemana también reconoció “inconsistencias” en sus datos de dióxido de carbono.

En los coches diésel, el tóxico cuyas mediciones se amañaban era, sobre todo, el dióxido de nitrógeno (NO). De hecho, diferentes modelos de coches con gasoil han reflejado una gran diferencia entre las emisiones de prueba y las reales en la carretera gracias solo con la utilización de los golden car. Las mediciones llevadas a cabo por analistas como la alemana Adac o la británica Emmisions Analytics detectaron esas diferencias en Renault, Fiat, Citroën, Mercedes, Honda e incluso Nissan y Mitsubishi (cuyo modelo híbrido lanzaba seis veces más NO en la carretera que en el laboratorio). El responsable de Emmisions Analytics, Nick Molden, tras los resultados, explicaba que se trata “de un asunto sistémico”.

Ahora estos pequeños automóviles de Nissan (de 600 centímetros cúbicos) extienden los engaños a las motorizaciones gasolina en vehículos de gama modesta. Con la gasolina, los niveles que se han amañado son los del dióxido de carbono, el CO. Cada tipo de carburante tiene su gas estrella a la hora de contaminar el aire. Sin distinción de carburante o cilindrada, los fabricantes engañaban sobre las prestaciones ambientales obligatorias.

En este sentido, la responsable de Vehículos Limpios de la organización internacional Transporte y Medio Ambiente, Julia Poliscanova, cuenta a eldiario.es, tras conocerse el asunto de Mitsubishi, que “el iceberg del trucaje de los contaminantes de los coches sigue emergiendo: ahora también en Japón”. Y subraya que “estamos hablando de todo tipo de coches, tanto diésel como de gasolina, coches de poca cilindradas así como los grandes todoterrenos”. Para esta organización, el problema está en que las pruebas de emisiones “están supervisadas por los mismos fabricantes, no por entidades independientes”.

Aumento de beneficios

Tras admitir el engaño, detectado por Nissan, Mitsubishi asegura que paraliza la producción de estas unidades. La empresa quintuplicó sus beneficios en 2014. En Europa, esta marca no es predominante en el mercado general aunque el año pasado creció en el continente un 27%. Ambas fabricantes niponas han afirmado que piensan en cómo compensar este fraude.

Sin embargo, hace solo dos meses, la patronal del automóvil europea (Acea) que está presidida precisamente por un hombre de Nissan (consorciada con Renault), se quejaba en un documento interno de que los fabricantes se habían esforzado más allá de lo razonable en la contención de emisiones: “Hemos estado contribuyendo más allá de la justa proporción en el camino hacia la reducción de emisiones de CO mediante grandes inversiones en investigación y desarrollo”, clamaba la patronal en un informe que recogía sus propuestas para contener la producción de gases.

La patronal entendía que ya habían jugado un “papel sustancial” en el esfuerzo por atajar los problemas del efecto invernadero y pedían a los gobiernos europeos que gastaran unos 300.000 millones de euros en reasfaltar la red de carreteras continental para que el rodaje más fino de sus productos ahorrara en combustible.