Los brazos del pulpo tienen sistemas nerviosos segmentados para impulsar movimientos extraordinarios

Moviéndose sin pensar, pero con precisión quirúrgica: así actúan los tentáculos de un pulpo. Como si tuvieran vida propia, se retuercen, se estiran, agarran objetos y hasta prueban sabores sin que el cerebro central se moleste en dar órdenes. Es como si cada extremidad tuviera su propia mente, operando con una autonomía que desafía todo lo que se creía saber sobre el control nervioso en los animales. ¿Quién diría que bajo esa apariencia gelatinosa y casi extraterrestre se esconde una inteligencia tan desconcertante?

¿Cerebro central? No hace falta

Cada brazo del pulpo alberga un cordón nervioso axial (CNA) que actúa como una especie de médula espinal, lo que les permite moverse de manera independiente. Este sistema nervioso distribuido es tan avanzado que los tentáculos pueden coordinar movimientos complejos sin depender del cerebro central.

Según explicó Cassady Olson, investigadora en este campo, el secreto está en que “gran parte de los circuitos necesarios para los movimientos básicos están integrados directamente en el CNA de cada brazo”. Así, los tentáculos pueden responder a estímulos externos con una velocidad y precisión sorprendentes, sin necesidad de esperar instrucciones de una torre de control cerebral.

Esta autonomía llega a ser tan radical que, incluso después de ser amputados, los brazos del pulpo siguen moviéndose por su cuenta. Pueden aferrarse a objetos, enrollarse o reaccionar al tacto como si todavía estuvieran conectados al cuerpo principal. Para el pulpo, esto no representa ningún problema, ya que cada brazo parece “pensar” por sí mismo, gestionando tareas de forma simultánea y eficiente. Mientras uno explora una grieta rocosa, otro puede estar envolviendo una presa, y un tercero probando el sabor del agua, todo al mismo tiempo.

Suckeroptopía, el GPS de los tentáculos

¿Pero cómo logran tal nivel de coordinación? La clave está en la segmentación del sistema nervioso. A diferencia de otros animales, el CNA de cada tentáculo está dividido en segmentos independientes, optimizando así la precisión de cada movimiento.

Esto permite que las ventosas se adhieran a superficies con una fuerza calculada al milímetro, doblando o estirando el brazo según lo requiera la situación. De hecho, las ventosas no solo son herramientas de agarre; también pueden detectar sabores y olores, convirtiendo a los tentáculos en auténticos todo en uno biológicos.

Esta capacidad sensorial está organizada mediante un sistema conocido como suckeroptopía, una especie de mapa espacial que permite a las ventosas conocer su ubicación exacta respecto al brazo. Según los investigadores, este sistema funciona como un giroscopio neuronal que ayuda al pulpo a orientarse en el espacio, mejorando su destreza y precisión en cada movimiento. Es como si cada tentáculo tuviera su propio GPS incorporado, lo que le permite manipular objetos con una destreza impresionante.

La ciencia copia a la naturaleza

Pero la sofisticación del sistema nervioso del pulpo no solo ha cautivado a los biólogos; también ha inspirado avances en la robótica blanda. Este campo utiliza materiales flexibles para crear dispositivos con mayor adaptabilidad, y los tentáculos del pulpo ofrecen el modelo perfecto. La flexibilidad y precisión de sus movimientos han llevado a los ingenieros a desarrollar robots que imitan estas capacidades, lo que podría revolucionar industrias que requieren manipulación delicada, como la medicina o la exploración submarina.

Según Olson, su investigación ofrece un marco fundamental para entender la eficiencia de los brazos del pulpo, una comprensión que podría transformar el diseño de futuros robots. Al estudiar cómo estos cefalópodos logran una coordinación tan compleja sin necesidad de un control centralizado, los científicos esperan replicar este modelo en máquinas que operen de manera más autónoma e inteligente.

La singularidad del pulpo no solo reside en su estructura nerviosa, sino también en su configuración muscular completamente libre de huesos. Esta flexibilidad permite movimientos imposibles para otros animales y una adaptación casi ilimitada a cualquier entorno. Aunque otros cefalópodos, como los calamares, también tienen sistemas nerviosos segmentados, el de los pulpos es mucho más avanzado y específico para su modo de vida, que requiere manipular objetos y moverse por entornos complejos.

Lejos de ser simples habitantes del fondo marino, los pulpos están redefiniendo la comprensión de la inteligencia animal. Con sus tentáculos independientes y multifuncionales, demuestran que la mente no siempre necesita estar confinada en un solo lugar. Quizás, al observar cómo operan estas criaturas, sea posible aprender a pensar de manera más flexible y autónoma.