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China levanta en el Tíbet una planta solar gigantesca con el tamaño de una gran ciudad, ¿puede un desierto cubierto de paneles solares y ovejas marcar el final del carbón?

El control territorial en el Tíbet siempre ha estado marcado por la tensión entre la autoridad china y la identidad local. Las decisiones del Gobierno central de Pekín se traducen en obras masivas que transforman el paisaje y la vida en la meseta.

Los recursos naturales y la posición estratégica de la región han sido un motivo constante de interés, por lo que la construcción de infraestructuras y megaproyectos energéticos forma parte de esa política de ocupación. En ese marco se inserta la nueva planta solar levantada en pleno desierto tibetano, que pretende convertirse en la mayor del planeta.

Los paneles se extienden por el desierto y conviven con miles de ovejas bajo su sombra

El proyecto ocupa 610 kilómetros cuadrados, una superficie equivalente a la de Chicago, y cuando esté terminado generará electricidad suficiente para abastecer a 5 millones de hogares. Dos tercios de la instalación ya están operativos y las fases previas producen energía que fluye hacia la red.

La Agencia Associated Press mostró cómo las filas de paneles se extienden sobre un terreno árido que ahora se cubre de vegetación al abrigo del acero y el vidrio. Miles de ovejas pastan en ese espacio y los lugareños las llaman “ovejas fotovoltaicas”.

China empieza a reducir emisiones por primera vez al mismo tiempo que aumenta la demanda

El jefe de la administración energética local, Wang Anwei, explicó a medios estatales que los efectos del complejo van más allá de la producción eléctrica y señaló que “en términos de producción, empresas generan electricidad en el nivel superior, y en términos de ecología, la hierba crece en la parte inferior bajo los paneles solares, y los aldeanos pueden pastorear ovejas entre ellos”. Según sus palabras, la fórmula permite integrar economía rural y transición energética.

El volumen de energía limpia que se está incorporando al sistema eléctrico chino ha provocado un descenso en las emisiones de carbono. El Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio, con sede en Helsinki, calculó que en la primera mitad de 2025 las emisiones se redujeron un 1 % respecto al mismo periodo del año anterior.

El analista Lauri Myllyvirta afirmó en declaraciones a Carbon Brief que “estamos hablando realmente por primera vez de una tendencia estructural a la baja en las emisiones de China”.

El propio estudio detalla que la demanda de electricidad creció un 3,7 % en ese periodo, aunque la generación renovable avanzó todavía más rápido, con solar, eólica y nuclear restando protagonismo al carbón. En paralelo, el Gobierno impulsa líneas de transmisión de ultra alta tensión que recorren miles de kilómetros. Una ya conecta Qinghai con Henan, y otras dos se encuentran en construcción, entre ellas la que llevará electricidad a Guangdong en el extremo suroriental.

Los datos reflejan que China instaló 212 gigavatios de capacidad solar en los seis primeros meses de 2025, superando en medio año toda la capacidad acumulada de Estados Unidos, cifrada en 178 gigavatios al cierre de 2024. Este ritmo, según los expertos, sitúa a China como motor indiscutible en el despliegue de renovables, aunque todavía con una fuerte dependencia del carbón. En 2023, el consumo alcanzó los 4.300 millones de toneladas, más de la mitad de la demanda mundial.

El director del China Climate Hub del Asia Society Policy Institute, Li Shuo, definió este cambio como “un momento de importancia global, que ofrece un raro destello de esperanza en un panorama climático por lo demás sombrío”. También añadió que la situación demuestra que un país puede reducir emisiones al mismo tiempo que expande su economía.

Pekín concentra sus megaparques solares en desiertos lejanos con poca densidad de población

La magnitud de la planta en el Tíbet encaja en la estrategia china de levantar sus mayores parques solares en desiertos occidentales con baja densidad de población. El año anterior ya había inaugurado en Xinjiang otra instalación de 3,5 gigavatios, aún considerada la mayor del mundo en operación.

Sin embargo, el vicepresidente de Qinghai, Zhang Jinming, reconoció en declaraciones recogidas por AP que “la distribución de los recursos de energía verde está perfectamente desalineada con la actual distribución industrial de nuestro país”.

El reto ahora es adaptar la red y transformar el modo de funcionamiento de las centrales térmicas para dar cabida a la variabilidad de las fuentes limpias. El propio Myllyvirta advirtió que “requiere grandes cambios en la manera en que operan las plantas de carbón y grandes cambios en la forma en que funciona la red de transmisión”. Ese ajuste marcará si las gigantescas inversiones logran desplazar de verdad al carbón en la economía más intensiva en energía del planeta.

El contraste entre las ovejas que pastan bajo los paneles y la ambición política de Pekín resume bien el dilema del Tíbet, atrapado entre tradiciones locales y proyectos de escala continental.