El curioso motivo por el que en España tomamos 12 uvas en nochevieja (por algo que ocurrió en 1882)

Es 31 de diciembre, faltan segundos para la medianoche y en millones de casas de España ocurre exactamente lo mismo. Doce uvas de Nochevieja en la mano, mirada fija en el reloj y una concentración impropia de una noche festiva. La escena se repite año tras año como si llevara siglos ahí. Pero no es así.

La tradición de comer 12 uvas en Nochevieja es relativamente reciente y, lo más curioso, no nació como un gesto solemne ni religioso, sino como una mezcla de ironía, protesta social y, más tarde, puro ingenio comercial.

El origen de las 12 uvas: Madrid, año 1882

La primera referencia documentada a comer uvas la noche del 31 de diciembre aparece en 1882, en Madrid. En aquel momento, la costumbre de despedir el año con champán y uvas era propia de la burguesía acomodada, muy influida por las modas francesas. Un ritual elegante, exclusivo y, sobre todo, clasista.

La reacción no tardó en llegar. Sectores populares madrileños comenzaron a reunirse frente a la Puerta del Sol para comer uvas durante las campanadas, no como celebración, sino como burla directa a las élites. Un gesto irónico, casi sarcástico, que ridiculizaba aquellos lujos reservados a unos pocos.

Lo que empezó como un acto espontáneo de protesta social terminó ganando fuerza. En pocos años, la escena dejó de ser excepcional y empezó a repetirse cada 31 de diciembre. La ironía había cuajado como costumbre.

De la burla a la tradición popular

A finales del siglo XIX y principios del XX, varios periódicos ya hablaban de esta práctica como algo habitual entre los madrileños. Lo que nació como un desafío simbólico a la distinción de clases se transformó en un ritual compartido, desprovisto de su carga reivindicativa original.

La Nochevieja en España empezaba a adquirir una seña de identidad propia. Comer uvas dejaba de ser una mofa y pasaba a entenderse como un gesto colectivo para despedir el año, especialmente en el espacio público. La calle y la mesa se daban la mano.

La otra teoría: el excedente de uva de 1909

Existe una segunda explicación, igualmente extendida, que sitúa el auge definitivo de las 12 uvas de Nochevieja en 1909. Aquel año, varias zonas productoras vivieron una cosecha excepcionalmente abundante. Había uva de sobra… y había que venderla.

Según esta versión, los productores y comerciantes impulsaron la idea de las “uvas de la suerte”, vendidas en lotes de doce y asociadas a los doce meses del año. Comerlas durante las campanadas se convirtió en un gesto cargado de simbolismo: atraer fortuna, salud y prosperidad para el año entrante.

Más allá de si fue causa o consecuencia, lo cierto es que a partir de ese momento la tradición se consolidó definitivamente en todo el país.

Por qué siguen siendo doce

El número no es casual. Doce meses, doce deseos, doce oportunidades para empezar de nuevo. La sencillez del gesto explica parte de su éxito. No requiere grandes preparativos ni conocimientos previos. Solo estar ahí, aguantar el ritmo del reloj y confiar en que ninguna pepita arruine el momento.

Con el paso del tiempo, las uvas de Nochevieja se han adaptado a todos los gustos: peladas, sin pepitas, en lata, congeladas o sustituidas por alternativas. Pero la estructura permanece intacta.

Una tradición que cruzó fronteras

Más de un siglo después, comer 12 uvas en Nochevieja sigue siendo un rasgo identitario de España, pero no solo. La costumbre se ha extendido a otros países con fuerte influencia cultural española, como Portugal y varias regiones de América Latina.

Lo que empezó como una broma frente a un símbolo del poder terminó convirtiéndose en uno de los rituales más reconocibles del calendario festivo.