Un vaquero se levantaba con la cabeza pesada y buscaba una solución rápida para recuperar energías tras una noche de excesos. En su entorno no abundaban remedios farmacéuticos ni alimentos frescos que aportaran alivio inmediato, así que debía arreglárselas con lo que tenía a mano en la pradera.
La sequedad del ambiente y las largas jornadas de trabajo hacían que la recuperación se complicara aún más, de modo que cada pequeño recurso podía marcar la diferencia. En ese contexto tan austero apareció un remedio que hoy resulta sorprendente, porque los cowboys del Oeste llegaron a preparar té con excrementos de conejo para combatir la resaca.
La ciencia nunca respaldó el uso del té de heces de conejo contra la resaca
El recurso se transmitía de forma oral y se integraba en las costumbres de quienes pasaban largas temporadas aislados en ranchos o travesías. Los testimonios recogidos en crónicas históricas explican que los vaqueros recogían las bolitas de los conejos, las hervían en agua caliente y bebían la infusión como si fuera una tisana común. La idea estaba vinculada a la creencia de que esas heces contenían sales minerales y nutrientes que podían reponer lo que se perdía con el consumo de alcohol.
La explicación de este hábito aparece en publicaciones divulgativas como la del National Park Service de Estados Unidos, que mencionó el supuesto efecto de este remedio dentro de una serie de curiosidades del Viejo Oeste. El organismo señaló que la práctica se justificaba por la presencia de potasio y otras sales en las deyecciones, aunque también advirtió que su consumo podía ocasionar problemas estomacales.
Ese tipo de bebidas nunca se validaron en el terreno científico y, con toda probabilidad, el alivio que algunos cowboys atribuían al té de heces de conejo se debía más a la hidratación que al propio preparado. Beber agua caliente tras una noche de alcohol ayuda a recuperar líquidos, lo que ya puede generar una sensación de mejoría. Aun así, el hecho de que se eligiera un ingrediente tan insólito ilustra hasta qué punto las condiciones del Oeste forzaban soluciones fuera de lo común.
Las prácticas de este tipo formaban parte de un catálogo de remedios caseros que circulaban entre trabajadores del campo, buscadores de oro y comunidades alejadas de las ciudades. Se probaban infusiones con hierbas locales, ungüentos con grasa animal y bebidas fermentadas que se atribuían efectos curativos. La infusión de excrementos de conejo destacaba precisamente por lo extravagante de su elaboración, aunque convivía con otros métodos que también carecían de fundamento médico.
El té de conejo quedó como una curiosidad histórica dentro de la leyenda del Oeste
El contraste entre la dureza de la vida en las praderas y la creatividad de quienes trataban de sobreponerse a sus excesos refleja un modo de supervivencia en el que casi cualquier recurso podía convertirse en remedio. El té de heces de conejo acabó quedando como una anécdota histórica dentro de la mitología del Oeste, y hoy se cita más como ejemplo pintoresco que como práctica recuperable.
De esta manera, quien lea estas historias puede imaginar el gesto de un cowboy apurando aquel brebaje con la esperanza de volver a subirse a su caballo sin que la resaca le moletara demasiado.