El aterrizaje representa uno de los momentos más tensos de un vuelo. El contacto con la pista no siempre ocurre con suavidad. En algunas ocasiones, los aviones descienden bruscamente, con un impacto seco que sacude la cabina y obliga a los pasajeros a aferrarse al asiento. El ruido del golpe suele prolongarse con un traqueteo que recorre el fuselaje hasta que la aeronave recupera la estabilidad.
Esa violencia, aunque es muy breve, puede generar un sobresalto generalizado entre los viajeros. Ante ese tipo de situaciones, un equipo de ingenieros chinos ha desarrollado un tipo de hormigón blando diseñado para frenar aviones sin causar daños.
Un equipo chino ha diseñado una solución capaz de frenar aviones sin causar destrozos
La innovación ha sido probada con éxito en el suroeste del país, donde un aeropuerto situado en Nyingchi, en la región autónoma de Xizang, lleva un año utilizándola con una desviación de rendimiento del 3%, muy por debajo del margen técnico previsto. En total, ya hay catorce aeródromos en China que han incorporado esta superficie deformable al final de sus pistas, pensada para inmovilizar aviones que sobrepasen el límite de aterrizaje en caso de emergencia.
La estructura, desarrollada por el China Building Materials Academy junto a la Academia de Ciencia y Tecnología de Aviación Civil de China, simula el aspecto del hormigón convencional, pero su interior está compuesto por una espuma ligera con una densidad de apenas 200 kilogramos por metro cúbico, lo que representa una décima parte del peso de un hormigón tradicional.
Esa ligereza, unida a su capacidad de fracturarse con control, permite que funcione como una barrera amortiguadora. El material se hunde al paso del avión, lo ralentiza de forma progresiva y evita que continúe avanzando sin control.
Ajustar el punto exacto de resistencia fue uno de los mayores desafíos del equipo técnico
Para que el frenado funcione correctamente, los ingenieros tuvieron que afinar el margen de resistencia del material hasta alcanzar una fuerza de compresión situada entre 0,30 y 0,35 megapascales. Según explicó Fang Jun, uno de los desarrolladores citado por Science and Technology Daily, se trata de un rango especialmente bajo, muy distinto al que suelen buscarse en materiales de construcción. Fang detalló que “el hormigón convencional busca mayor resistencia, pero en este caso la clave es limitarla en una banda muy estrecha”.
Una de las mayores complicaciones técnicas fue el proceso de espumado. El equipo necesitaba generar burbujas de aire estables que resistieran la humedad y los cambios de temperatura sin colapsar antes de tiempo. Para lograrlo, se empleó un aditivo espumante a base de resina maleada que recubre las burbujas con una membrana protectora y mantiene la integridad del volumen. El resultado es un entramado poroso que se comporta como un colchón estructurado.
Además del espumado, la resistencia a largo plazo frente al clima planteaba otro reto. Para reforzar la durabilidad del sistema, los ingenieros crearon un mecanismo de doble fase que permite que la resistencia del hormigón evolucione gradualmente, adaptándose al entorno sin perder sus propiedades mecánicas. Esta adaptación resulta fundamental en aeropuertos con climas extremos o variaciones térmicas bruscas.
Otro aspecto relevante de este desarrollo tiene que ver con su coste. Muchos aeropuertos pequeños no pueden asumir los gastos de tecnologías que emplean cementos especiales como el sulfoaluminato de calcio. Por eso, el equipo chino optó por una formulación basada en cemento ordinario, más económica y fácil de aplicar. En palabras de Fang Jun, “el cemento sulfoaluminato endurece rápido, pero encarece mucho la obra y puede degradarse con el tiempo”.
Este sistema se impone como alternativa real a las soluciones tradicionales poco fiables
El proyecto recibió el segundo premio nacional a la innovación técnica otorgado por la Federación de Materiales de Construcción de China. Su implantación responde a las directrices de seguridad marcadas por la Organización de Aviación Civil Internacional, que exige una zona de amortiguación mínima de 90 metros más allá del final de la pista. Hasta hace pocos años, muchas instalaciones recurrían al uso de arena, agua o césped. Sin embargo, estas soluciones presentan problemas como la congelación, la atracción de aves o la inestabilidad ante el clima.
El hormigón espumado desarrollado en Pekín resuelve esos inconvenientes al ofrecer un comportamiento mecánico fiable con independencia del entorno. Frente a una situación crítica, su función consiste en deformarse sin oponer resistencia excesiva. La idea es que el avión no se detenga bruscamente ni siga avanzando sin control, sino que se frene de forma suave mediante la fractura progresiva del material.