Vivir en comunidad puede ser cuestión de vida o muerte, tanto para los chimpancés adultos como para las crías, que tienen más posibilidad de sobrevivir cuando sus madres tienen conexiones sociales, según una nueva investigación publicada en la revista iScience, que apunta a que estos beneficios para la supervivencia se mantienen para las hembras incluso cuando hay una ausencia de parientes cercanos en el grupo.
Es la conclusión a la que llegó un grupo de científicos de la Universidad de Duke (EE.UU.) después de analizar el comportamiento de chimpancés orientales salvajes (Pan troglodytes schweinfurthii) del Parque Nacional de Gombe, ubicado en la parte occidental de la región de Kigoma, en Tanzania.
De acuerdo con sus hallazgos, las hembras de esta comunidad que se integraron socialmente mejor con otras hembras durante el año anterior al parto tenían mayor probabilidad de criar crías supervivientes.
Los autores se muestran sorprendidos con los resultados de estos primates. “En las especies donde las hembras viven en grupos con sus hermanas y madres, es menos sorprendente que la sociabilidad femenina sea beneficiosa”, explica profesor adjunto de investigación de antropología evolutiva en Duke y autor principal del estudio Joseph Feldblum. Pero eso no pasaba en el caso de las hembras chimpancé, añade: “Además, son menos gregarias que los machos, por lo que el hecho de que forjar fuertes conexiones sociales siga siendo importante es sorprendente”.
Conexiones sociales sin parentesco
En las últimas décadas se ha acumulado evidencia de que la sociabilidad está relacionada con la salud, la longevidad y el éxito reproductivo en humanos y otros animales. Sin embargo, entre los mamíferos sociales, la evidencia de un vínculo entre la sociabilidad y la supervivencia de la descendencia no estaba clara.
Para comprobar la conexión entre las amistades y la supervivencia de las crías, los investigadores analizaron más de tres décadas de datos de comportamiento de 37 madres y sus 110 crías. Se centraron en la asociación y el acicalamiento (tiempo que pasaban cerca) durante el año anterior al nacimiento.
Así, las hembras con mayor conexión social tenían una probabilidad considerablemente mayor de criar a sus bebés hasta el primer año, el período de mayor mortalidad infantil. Aquellas con un índice de sociabilidad dos veces superior al promedio de la comunidad tenían un 95 % de probabilidades de que su bebé sobreviviera el primer año. En cambio, por debajo de la media se reducía al 75 %.
En esos resultados no influyeron cuestiones como tener parientes femeninos cercanos en el grupo, como una hermana o una madre, ni tener protección masculina. Lo más importante era tener conexiones sociales con otras hembras, independientemente del parentesco, añaden los autores. “Se trata principalmente de relaciones sociales con personas que no son parientes”, concluye Feldblum.
Sin embargo, los investigadores recuerdan que sus resultados no prueban causalidad, pero sí “señalan el valor de estar rodeado de otros que te apoyan, o al menos te toleran”. En cualquier caso, estudiar estas dinámicas sociales en los chimpancés puede ayudar a comprender cómo los humanos han evolucionado hasta convertirse “en la especie social y cooperativa”.