Muchos dueños se sorprenden al descubrir que un chihuahua, un dachshund o un caniche mini pueden tener un carácter más difícil que perros de mayor tamaño. Y aunque su diminuta estatura pueda hacerles parecer inofensivos, algunos estudios señalan que las razas pequeñas presentan mayores tasas de comportamiento agresivo, ansiedad y falta de obediencia.
Una investigación de la Universidad de Helsinki, basada en más de 9.000 perros de razas puras, encontró que los perros pequeños tienen significativamente más probabilidades de mostrar comportamientos agresivos (como ladridos, gruñidos o mordiscos) que los de tamaño mediano o grande. El estudio también reveló que los perros muy miedosos tienen hasta cinco veces más probabilidades de desarrollar agresividad.
De la misma manera, se ha identificado una asociación genética entre el tamaño corporal más pequeño y ciertos rasgos temperamentales desagradables. Algunas variantes genéticas que condicionan en el desarrollo físico de las razas pequeñas también están relacionadas con mayor nerviosismo y conductas impulsivas.
Pequeños, vulnerables y mal entrenados: claves del carácter complicado
El modo en que los dueños tratan a los perros pequeños es otra pieza clave en este rompecabezas. Se les suele consentir más, tolerando comportamientos que no serían aceptables en razas grandes (como saltar, gruñir o ladrar sin motivo). Esta permisividad, unida a una menor exigencia en su educación, contribuye a reforzar esas conductas inadecuadas.
Por otra parte, los perros de menor tamaño suelen tener menos oportunidades de socialización con otros animales y personas, ya que algunos dueños tienden a protegerlos en exceso o evitar ciertas interacciones por miedo a que se hagan daño. Esta sobreprotección puede fomentar comportamientos reactivos y falta de confianza, incrementando su ansiedad y agresividad.
Un fenómeno que ha sido bautizado popularmente como “síndrome del perro pequeño”, una combinación de vulnerabilidad física, falta de entrenamiento y sobreprotección que genera conductas defensivas exageradas: ladridos compulsivos, posturas agresivas o territorialidad fuera de contexto.
Así, la experiencia del dueño también influye: quienes no tienen conocimientos en adiestramiento o no identifican a tiempo las señales de comportamiento inadecuado suelen permitir que los problemas se agraven. En cambio, los propietarios con experiencia en razas pequeñas tienden a anticiparse y corregir estos patrones de forma más efectiva, de acuerdo con otras investigaciones.
El carácter complicado de muchos perros pequeños no es algo simplemente subjetivo. La ciencia respalda que su agresividad y ansiedad pueden deberse a una combinación genética, estilo de crianza, socialización limitada y entrenamiento inadecuado. Por lo tanto, hay que doblar esfuerzos y vigilancia, además de adquirir un compromiso para su educación y cuidados, aunque esto independientemente o no de su tamaño.