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Pagar por ir a trabajar (sin trabajar) y la tendencia de las oficinas ficticias en China

En un escenario donde la tasa de desempleo juvenil en China alcanza niveles alarmantes 16,5 % entre los 16 y 24 años, y escalando hasta el 17,8 % en julio de 2025 según datos recientes del National Bureau of Statistics surge una solución singular: jóvenes que pagan entre 30 y 50 yuanes al día (aproximadamente entre 3 y 6 euros) para sentarse frente a un ordenador, tomar café o comer, y simular que tienen empleo.

Este fenómeno, descrito como “pretend-to-work companies” o “empresas para fingir trabajar”, ha florecido en ciudades como Dongguan, Shanghai, Chengdu, Hangzhou o Beijing. En estos espacios, además del ambiente similar al de una oficina tradicional, algunas ofrecen simulaciones de entrevistas, supervisores ficticios o puestos de dirección para completar la ilusión.

Pero, ¿por qué un servicio tan poco convencional ha ganado popularidad? La presión social en torno al empleo en China es intensa. Estudios sobre normas culturales chinas corroboran que muchos jóvenes usan estas oficinas irreales para evitar la vergüenza del desempleo o responder a las expectativas familiares. Estos espacios permiten mantener una rutina, sentirse parte de un grupo y aliviar la frustración laboral.

Shui Zhou, de 30 años, en declaraciones a BBC News Chinese dijo sentirse “muy feliz”, ya que “es como si trabajáramos juntos como un grupo” refiriéndose a un equipo de otras cinco personas más que se encuentran en su misma situación. Para él, el entorno de oficina mejoró su autodisciplina y le permitió transmitir tranquilidad a su familia.

Más allá del testimonio personal, existe un trasfondo sociológico: expertos como Biao Xiang, del Instituto Max Planck, interpretan este comportamiento como una forma de protegerse del “sensación de inutilidad”, al crear un refugio simbólico ante la falta de oportunidades reales

Una solución simulada ante una crisis real

La desaceleración económica, el desempleo juvenil persistente y la incorporación de más de 12 millones de nuevos graduados al mercado laboral este año han empujado a muchos jóvenes chinos a buscar salidas insólitas para no perder algo tan básico como la dignidad. Las oficinas ficticias ofrecen precisamente eso: una rutina que imita la vida laboral y que, aunque sea una ilusión, proporciona cierta sensación de normalidad mientras llega una oportunidad real.

El fenómeno ha encontrado un altavoz en redes sociales como Xiaohongshu o Douyin, donde estos negocios se promocionan y alcanzan millones de visualizaciones. Sin embargo, la mayoría de ellos funciona sin regulación ni registro oficial, lo que hace difícil conocer el verdadero alcance de la práctica.

No faltan las advertencias: críticos del modelo sostienen que este simulacro puede retrasar la incorporación efectiva al mercado laboral y convertirse en una vía de escape que prolongue la frustración. Según esta visión, el recurso de “hacer como que se trabaja” podría acabar reforzando la evasión frente a la precariedad en lugar de combatirla.

Otros, en cambio, ven en esta práctica un experimento social con potencial transformador. El creador de una de estas iniciativas asegura que lo que ofrece no es un empleo, sino “la dignidad de no sentirse inútil”. Y plantea que, si estos espacios logran convertirse en puntos de partida hacia experiencias reales (por ejemplo, fomentando el aprendizaje de nuevas competencias como la inteligencia artificial), podrían convertirse en algo más que una simulación: una plataforma hacia oportunidades concretas.