La frase Hijo de Dios ha sido una de las expresiones más repetidas en el cristianismo desde sus inicios. Su uso aparece en los evangelios y en otros escritos del Nuevo Testamento, donde se relaciona directamente con la figura de Jesús y su condición única en el plan divino.
En este contexto, no se entiende como una descendencia biológica en términos humanos, sino como una declaración de su relación especial con Dios, distinta al resto de creyentes o profetas. Su importancia no reside solo en el título, sino en lo que implica: un vínculo exclusivo con la divinidad, con autoridad para enseñar, perdonar y actuar como representante de la voluntad divina.
Una versión en árabe del Evangelio de Marcos omitió una frase que parecía indiscutible
A lo largo de los siglos, esta expresión ha sido base teológica, política y doctrinal, influyendo en el desarrollo de dogmas y en la identidad misma del cristianismo como religión. Sin embargo, en 1975, el hallazgo de un manuscrito en árabe dentro del monasterio de Santa Catalina llamó la atención por una omisión llamativa en su versión del Evangelio de Marcos. Al comenzar el texto sin las palabras Hijo de Dios, se abría la posibilidad de que circularan versiones diferentes a la que la tradición canónica había fijado.
Este tipo de variaciones se ha convertido en un campo fértil para el análisis textual, donde la filogenética —una herramienta tomada de la biología evolutiva— ha permitido rastrear cómo han cambiado los textos a lo largo del tiempo.
El investigador Robert Turnbull, de la Universidad de Melbourne, aplicó esta técnica para analizar la relación entre esa traducción árabe y otros manuscritos del Nuevo Testamento, integrando datos de documentos en griego, siríaco y latín.
Como resultado, el equipo concluyó que la versión árabe pertenecía al grupo de manuscritos conocidos como tipo textual cesariense, una línea que habría circulado entre las comunidades cristianas del Próximo Oriente. A partir de esta clasificación se deduce que la ausencia de la frase no fue un error aislado.
La técnica se ha extendido al estudio de otras obras importantes de la literatura antigua
El estudio, publicado con el título Codex Sinaiticus Arabicus and Its Family, también identificó vínculos con otros textos que comparten la misma variante. Entre ellos figura el Codex Koridethi, del siglo V, que muestra un inicio de Marcos sin la mención explícita a Jesús como Hijo de Dios.
La recurrencia de esta variante sugiere que existieron tradiciones textuales en las que esa identificación no se incorporó desde el principio. En ese contexto, Turnbull señala que “hubo tradiciones tempranas donde esa afirmación cristológica era menos enfática”.
La aplicación de modelos evolutivos permite distinguir entre errores frecuentes, como cambios ortográficos o sinónimos, y alteraciones más profundas con implicaciones teológicas. Este enfoque estadístico ha demostrado que ciertos cambios aparecen de forma sistemática, mientras que otros, como la supresión de frases completas, se concentran en familias concretas de manuscritos. Estas diferencias aportan una visión más matizada sobre cómo cada comunidad copista entendía, adaptaba o interpretaba los textos que transmitía.
Además de esclarecer la evolución textual de los evangelios, esta metodología ha servido para estudiar otras obras antiguas. Investigaciones recientes han utilizado los mismos métodos para analizar las variantes de Los cuentos de Canterbury, de Chaucer, o los textos del historiador romano Tito Livio. En todos los casos, la herramienta ha permitido reconstruir genealogías textuales sin necesidad de contar con documentos completos, partiendo únicamente de las coincidencias y diferencias entre fragmentos conservados.
Las diferencias en el Evangelio de Marcos reflejan disputas sobre la identidad de Jesús
Volviendo al Evangelio de Marcos, la omisión de la frase en algunas versiones podría deberse a diferentes interpretaciones sobre la naturaleza de Jesús en los primeros siglos. Mientras algunos grupos cristianos insistían en su divinidad plena, otros lo concebían como un enviado o profeta, sin una identidad divina declarada desde el inicio del texto. La aparición o ausencia del término Hijo de Dios no era solo un detalle de redacción, sino un reflejo del debate teológico que acompañó al cristianismo en su expansión.
Hoy en día, estas variaciones siguen generando interés en quienes estudian los orígenes de los textos sagrados. El uso de herramientas informáticas ha permitido reorganizar el mapa textual del cristianismo primitivo, aportando nuevas hipótesis sobre cómo evolucionaron las creencias y cómo se consolidaron ciertas versiones frente a otras. Y lo que empezó con una omisión en un rincón del Sinaí, ha terminado por reabrir preguntas que parecían ya cerradas.