Las acequias canalizan mucho más que agua. Su trazado, aparentemente simple, sigue reglas estrictas, trazadas con el propósito de distribuir el recurso en superficies irregulares, sin necesidad de bombeo y aprovechando la pendiente del terreno.
A lo largo de la historia, han permitido el cultivo en zonas áridas, el mantenimiento de pastos de altura y la recarga de acuíferos subterráneos. En Sierra Nevada, este sistema aún está activo y su impacto va más allá de la conducción superficial del agua.
La vegetación cercana a los canales crece con más fuerza y estabilidad
Un estudio de la Universidad de Córdoba ha permitido medir ese impacto con imágenes satelitales tomadas entre 1984 y 2020. Los datos muestran cómo las acequias influyen en la humedad del suelo hasta más de 200 metros desde sus márgenes.
El equipo investigador utilizó el Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada (NDVI), una herramienta que permite analizar la salud y densidad de la vegetación. Con esta referencia, se ha podido comprobar que las zonas próximas a estos canales no solo presentan más verdor, sino también mayor vigor en las plantas.
Las imágenes empleadas forman parte del archivo de datos procesados dentro del proyecto europeo ECOPOTENTIAL. En total, se analizaron 45 acequias de careo de Sierra Nevada, seleccionadas por su longitud y por estar aún en funcionamiento. A través de este análisis se comprobó que los valores de NDVI eran consistentemente más altos en las inmediaciones de los canales, lo que indica un efecto hidratante mantenido a lo largo del tiempo.
Uno de los aspectos que más llamó la atención del equipo fue que este efecto se extiende también a franjas más alejadas, entre 50 y 200 metros. Javier Aparicio, uno de los autores del estudio, afirma en una nota publicada por la Universidad de Córdoba que “el efecto de las acequias sobre el vigor de la vegetación se mantiene incluso en áreas que no están inmediatamente junto al canal”. Esto sugiere una influencia más intensa de lo que hasta ahora se había estimado, tanto en términos hidrológicos como ecológicos.
El trabajo no se limitó al análisis general de las 45 acequias. También se centró en un caso concreto: la acequia de Barjas. Este canal fue restaurado en 2014 en el marco del proyecto MEMOLA, impulsado por la Universidad de Granada. La restauración permitió recuperar su capacidad para infiltrar agua en zonas donde antes no llegaba. A raíz de esa intervención, los valores de NDVI aumentaron en un 19 %, especialmente en la parte baja del canal.
Tradición, conocimiento local y ciencia se dan la mano en la montaña
Ese dato no solo ilustra la eficacia del sistema restaurado. También pone de relieve la relación directa entre la funcionalidad de estas estructuras y el estado de la vegetación que las rodea.
Rafael Pimentel, otro de los investigadores, señala en el mismo comunicado que “hay una relación directa entre la dinámica hidrológica de la cuenca y el comportamiento de la vegetación, más marcada en las zonas cercanas a las acequias”. Este patrón también muestra una marcada variación estacional, ligada al deshielo y al momento en que el agua es infiltrada.
En un entorno donde la tecnificación de la gestión hídrica resulta difícil, este sistema se presenta como una herramienta eficaz, que no depende de infraestructuras mecánicas ni de procesos industriales complejos. Su mantenimiento, sin embargo, requiere conocimiento tradicional y voluntad colectiva, dos elementos que a menudo escasean en los modelos actuales de gestión del agua.
El estudio de la Universidad de Córdoba sugiere que la metodología usada podría aplicarse también en otras regiones con características similares, como los sistemas hidráulicos del Atlas marroquí.
La investigación abre nuevas vías para entender los paisajes irrigados
Aunque existen numerosos estudios sobre ríos y embalses, apenas hay investigaciones que se centren en infraestructuras hidráulicas tradicionales como las acequias. Eso obligó al equipo a adaptar herramientas analíticas a una escala poco habitual, en la que el flujo del agua no es constante ni uniforme.
La investigación pone sobre la mesa la relevancia de estas infraestructuras como herramienta de adaptación frente al cambio climático, especialmente en zonas de montaña donde el deshielo marca el ritmo de la disponibilidad hídrica.
Las acequias no solo trasladan agua. También infiltran, almacenan y distribuyen humedad en zonas que de otro modo quedarían secas. Aunque su diseño sea antiguo, su utilidad está más vigente que nunca.