El vino de Gaza fue un tesoro del comercio antiguo y ahora sabemos que nació de una cepa blanca cultivada bajo el sol del desierto

Héctor Farrés

24 de noviembre de 2025 15:43 h

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El territorio que hoy se asocia a imágenes de guerra fue durante siglos una región de viñedos y prensas. La franja de Gaza, con su suelo calizo y clima árido, albergó cultivos de uva que abastecían al Mediterráneo oriental. Las antiguas granjas que prosperaron bajo el dominio bizantino convirtieron ese enclave costero en uno de los principales centros de producción vinícola del mundo antiguo.

La devastación actual del conflicto con Israel contrasta con aquel pasado agrícola que sustentó buena parte de la economía regional y cuyo legado apenas sobrevive en los hallazgos arqueológicos del desierto vecino. Esa herencia perdida impulsó un estudio internacional que devolvió a la historia la identidad del llamado vino de Gaza.

Un hallazgo científico recupera la identidad del vino perdido del Néguev

Los investigadores de las universidades de York, Tel Aviv y Copenhague aplicaron técnicas de genética molecular para analizar las uvas del Néguev. El doctor Nathan Wales, del Departamento de Arqueología de la Universidad de York, explicó que era la primera vez que se utilizaba la genética para identificar el color de una uva antigua y que ese análisis ofrecía una nueva imagen del célebre vino de Gaza durante el periodo bizantino. La secuenciación de ADN permitió distinguir cepas blancas y negras cultivadas en viñedos del desierto, algo que hasta ahora se desconocía.

El equipo examinó pepitas de uva descubiertas en un monasterio bizantino del Néguev, algunas datadas en el siglo VIII. Los resultados apuntaron a una variedad blanca que podría corresponderse con la utilizada para elaborar el vino dulce exportado desde Gaza. Hasta el hallazgo, los registros históricos carecían de pruebas físicas de uvas de ese tipo en la región, de modo que la procedencia exacta del vino había permanecido sin resolver.

El cultivo de la vid fue una de las actividades más rentables del Imperio Bizantino. Las rutas comerciales que partían del Néguev hacia Creta y el Líbano garantizaban un flujo continuo de productos agrícolas, entre ellos el vino, que alcanzó un valor excepcional. De aquel intercambio surgieron variedades tintas que todavía hoy se producen en el Mediterráneo oriental, herederas directas de aquella economía agrícola intensiva.

Las cepas antiguas ofrecen pistas para afrontar el cambio climático

El análisis genético no solo resolvió un enigma histórico. También ofreció claves útiles para el presente, ya que las cepas que sobrevivieron a las condiciones desérticas del Néguev podrían servir de modelo para desarrollar variedades adaptadas a climas áridos y calurosos. Los científicos señalaron que la diversidad genética identificada en esas uvas podría contribuir a que los viñedos modernos resistan los efectos del cambio climático, un desafío creciente para la viticultura mundial.

Las excavaciones confirmaron que el vino del Néguev se distribuía por todo el Imperio Bizantino y llegaba hasta Alemania, Francia y Gran Bretaña, donde lo consumían las élites. Las ánforas halladas en puertos mediterráneos indican que Gaza fue un centro logístico de primer orden en el comercio agrícola de su tiempo. La dimensión de esa red de distribución revela hasta qué punto la producción vinícola del desierto influyó en la economía y en la cultura del vino en Europa.

El estudio, publicado en 2023 en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, contó también con la participación de la Universidad de Haifa y la Autoridad de Antigüedades de Israel. La investigación consolidó la hipótesis de que las semillas bizantinas del Néguev pertenecían a una cepa local preservada durante siglos. La datación y el análisis comparativo confirmaron que esos restos vegetales constituyen una fuente directa de información sobre la agricultura del desierto.

Las semillas arqueológicas mostraron coincidencias genéticas con variedades actuales cultivadas en el Mediterráneo. Esa continuidad sugiere que, pese a los siglos transcurridos, parte de la herencia agrícola del Néguev sigue presente en los viñedos contemporáneos. La historia del vino de Gaza, reconstruida a partir de unas simples pepitas, ilustra cómo la ciencia puede recuperar capítulos olvidados del comercio antiguo mientras los conflictos actuales transforman de nuevo el paisaje que lo vio nacer.