Como en otras grandes ciudades, Ciudad del Cabo sorprende a un agradecido turista con varios alicientes, entre los que es obligado citar un barrio original tanto por su estructura de calles empinadas como por los colores vivos de sus casas. Hablamos de Bo-Kaap, zona muy cercana al centro neurálgico de la ciudad y cuyo encanto pintoresco no deja indiferente. Un barrio, en definitiva, que hay que visitar antes de emprender el regreso a casa y dejar atrás Sudáfrica.
Se trata de un barrio musulmán que está situado a los pies de Signal Hill. Es un conjunto de callejuelas flanqueadas por casas de todos los colores llamativos que uno pueda imaginar y que está habitado por los descendientes de aquellos esclavos que llegaron a Ciudad del Cabo durante los siglos XV y XVI. Los colonos holandeses prohibieron esclavizar a los negros locales y por ello la Dutch East Indian Trading Company trajo esclavos de diferentes países asiáticos (Malasia, Indonesia, India o Sri Lanka, entre otros) para trabajar en la ciudad.
Para alojarse, dichos migrantes levantaron viviendas en este barrio, que al poco ya eran conocidos como “cape malays”, malayos de Ciudad del Cabo, aunque no todos procediesen de Malasia. Viviendas que, eso sí, alquilaban. No les estaba permitido comprarlas. En cualquier caso, con ellos llegó una nueva religión al país, mujeres nacidas en la ciudad comenzaron a convertirse al islam para así casarse con hombres musulmanes y de ahí se produjo un enriquecedor mestizaje.
De este pintoresco barrio se saben muchas cosas. Pero no hay unanimidad a la hora de señalar el porqué de o cuándo comenzaron exactamente a pintarse las casas de distintos colores, casas que antiguamente eran blancas. Los hay que aseguran que empezaron a “teñirlas” mientras preparaban la fiesta de final del Ramadán. Y hay también quien cree que fue como símbolo de libertad, a raíz de que se permitiese a los migrantes que ya vivían en sus casas poder comprarlas y dejar de alquilarlas. El blanco había sido el color obligatorio al llegar, por lo que después del fin del apartheid los residentes comenzaron a pintarlas de los colores que hoy puede observarse: rosa, azul, verde, amarillo, etc.
Casas de colores... y mezquitas
Zona empedrada y de ciertas cuestas empinadas, las casas de colores son de estilo georgiano/cape-dutch que, además, se salvaron de ser destruidas: durante el apartheid, la zona fue designada como un barrio exclusivo para malayos, lo que la salvó de las demoliciones que destruyeron lugares como District Six. Erigido como uno de los rincones más llamativos de la ciudad, además de sus casas llama la atención el número de mezquitas. De las más significativas para la comunidad de Bo-Kaap, Auwal, fundada en el año 1797 o Shafee, de 1859.
De este barrio tan particular, de fuerte olor a especias y más de 6.000 habitantes, tampoco hay que perderse el museo del propio barrio situado en Wale Street, en la casa más antigua de esta zona y que conserva su estilo original. Fue construida en el siglo XVIII, gracias a este museo uno puede descubrir parte de la historia de los primeros musulmanes en Ciudad del Cabo. De hecho, la casa que aloja el museo perteneció a Abu Bakr Effendi, un líder religioso musulmán que intentó mediar entre musulmanes enfrentados.
Es el barrio residencial más antiguo que se conserva en Ciudad del Cabo. Y en él uno puede intuir cómo se han heredado las tradiciones familiares, una alta y diversa gastronomía la cocina (con sus emblemáticos currys cap-malayos) y una rica cultura local que incluye mezquitas y llamadas a la oración varias veces al día. Con un fuerte espíritu comunitario, que se palpa en casi cada esquina del barrio, es todo un conjunto de atractivos para los cinco sentidos.
Y respecto a la seguridad, tema recurrente cuando hablamos de turismo y Sudáfrica, el barrio se puede visitar andando, ya que existen bastantes vigilancias comunitarias y patrullas locales. Se han de tomar las precauciones habituales como en tantísimos rincones del planeta, pero no es calificado como un lugar en el que un turista vaya a correr peligro. Esta cuna del islam en el país se ha convertido en una gran experiencia que ellos mismos, los habitantes de Bo-Kaap, están deseando compartir con quien lo visite.