En el corazón de la Costa da Morte, una playa tranquila situada en el municipio de Cee, en la provincia de A Coruña, se convierte en protagonista durante los meses de verano. Se trata de la playa de Estorde, un arenal de unos 350 metros de longitud que se distingue por sus aguas calmadas, su arena blanca y fina, y una sorprendente particularidad que atrae a visitantes curiosos: su capacidad de iluminarse en la oscuridad durante las noches estivales.
Este fenómeno, conocido popularmente como “Mar de Ardora”, se manifiesta entre los meses de junio y septiembre, con mayor frecuencia en julio y agosto, y solo en determinadas condiciones. La luminiscencia natural se hace visible cuando el mar está en calma, las temperaturas del agua son elevadas, el cielo está despejado y no hay luna.
Es en esos momentos cuando las aguas de Estorde se transforman en un escenario inesperado, generando un efecto visual poco frecuente en las costas europeas. Sin necesidad de intervención artificial ni instalaciones, el entorno ofrece una escena natural que, sin ser masiva ni comercializada, llama la atención de residentes y viajeros.
La playa de Estorde se encuentra entre los municipios de Fisterra y Corcubión, y al sur del municipio de Cee. El lugar combina su carácter semivirgen con una infraestructura que facilita su uso familiar y seguro. Dispone de socorristas, duchas, aseos, aparcamientos habilitados, áreas de camping cercanas y locales de hostelería. Galardonada con la Bandera Azul en 2004, su reconocimiento responde tanto a la calidad de sus aguas como a los servicios que ofrece. Rodeada por vegetación autóctona y con vistas abiertas al Atlántico.
Un resplandor natural que recorre la costa
Lo que convierte a Estorde en un destino único durante el verano es la aparición de la bioluminiscencia, un fenómeno producido por microorganismos marinos que, al entrar en contacto con el movimiento del agua, emiten una luz azulada. Esta reacción química se activa principalmente por las corrientes o el roce del oleaje contra cuerpos en movimiento. El resultado es un brillo tenue que se manifiesta en las crestas de las olas o los bordes del agua.
El fenómeno requiere condiciones meteorológicas específicas para manifestarse con claridad. La visibilidad del “Mar de Ardora” se intensifica en ausencia de luna, con cielos despejados y sin fuentes de luz artificial cercanas. La tranquilidad del mar es también un factor determinante, así como la temperatura del agua, que debe situarse por encima de ciertos niveles. El entorno de Estorde, al no estar masificado ni fuertemente iluminado, permite observar el fenómeno con mayor nitidez.
Aunque la bioluminiscencia no es exclusiva de esta playa, sí se ha vuelto habitual su registro en Estorde durante los últimos años. Otras zonas cercanas, como la playa de Gures o algunas calas próximas a Corcubión, también han mostrado este tipo de brillo nocturno, pero la ubicación y accesibilidad de Estorde la convierten en una de las más recomendadas para su observación. La experiencia no responde a horarios fijos ni a previsiones exactas, lo que añade un componente de espontaneidad. Quienes la presencian suelen describirla como un evento discreto, sin estridencias, que aparece y desaparece con naturalidad.
La aparición del “Mar de Ardora” no está sujeta a control humano ni es promovida como espectáculo turístico. No existen instalaciones especiales ni recorridos programados. Estorde no solo se beneficia de este fenómeno puntual. Su ubicación en plena Costa da Morte la sitúa dentro de un corredor de playas poco urbanizadas, rodeadas de monte bajo, pinares y formaciones rocosas.
A pocos kilómetros se encuentran localidades como Fisterra o el faro de Touriñán, puntos de referencia para quienes recorren la costa gallega en busca de paisajes abiertos y ambientes poco intervenidos. La playa forma parte del municipio de Cee, que ha apostado por preservar su litoral y fomentar un modelo de turismo responsable.
La posibilidad de contemplar el “Mar de Ardora” ha incrementado el interés por visitar Estorde durante las noches de verano, especialmente entre quienes buscan experiencias ligadas a la naturaleza sin recurrir a actividades organizadas. A diferencia de otras formas de turismo nocturno, aquí no hay pasarelas ni rutas iluminadas. Solo el mar, el cielo y una reacción bioquímica que, bajo las condiciones adecuadas, transforma la percepción del paisaje. Para quienes llegan por primera vez, el fenómeno suele ser inesperado, y para quienes repiten, la experiencia rara vez es igual a la anterior.