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El pueblo en el corazón del País Vasco que conserva más de 20 palacios entre calles medievales llenas de historia

En el corazón de Vizcaya, Elorrio se despliega en un valle rodeado de montañas que conectan con Gipuzkoa y Álava. Su núcleo urbano combina calles estrechas y plazas, con un trazado que refleja siglos de asentamiento humano. La villa central convive con barrios rurales que conservan la disposición de antiguas aldeas, mostrando cómo la planificación medieval sigue presente en la estructura de la localidad.

La evolución de Elorrio está marcada por la transformación de varias aldeas dispersas en un núcleo consolidado. Cada barrio mantiene restos que evidencian su origen, mientras que la villa central presenta calles que conectan plazas, edificios religiosos y residencias históricas. Esta distribución urbana refleja criterios de ocupación del territorio que combinan la defensa, la economía y la vida comunitaria, evidenciando la adaptación de la población al relieve y a los recursos naturales.

Además del trazado urbano, la villa se distingue por la conservación de su patrimonio arquitectónico. Los edificios reflejan siglos de historia, desde iglesias hasta residencias de familias influyentes, integrándose al paisaje de forma coherente. La relación entre el entorno natural y el casco histórico permite recorrer la villa observando cómo la arquitectura civil y religiosa ha permanecido organizada, ofreciendo una visión integral de la vida en la región desde la Edad Media hasta la etapa moderna.

Patrimonio palaciego de la villa

Elorrio fue declarado conjunto histórico-artístico en 1964, reconocimiento que protege su arquitectura y su trazado urbano. La villa concentra una gran cantidad de palacios construidos principalmente entre los siglos XVI y XVIII, durante la etapa de mayor prosperidad económica, que estuvo ligada a la industria del hierro y al comercio con América. Estos factores se reflejan en la riqueza constructiva de las fachadas y en los escudos que adornan los edificios, convirtiendo a Elorrio en la localidad con más escudos heráldicos de toda Vizcaya.

Los palacios son de propiedad privada y se distribuyen a lo largo de calles y plazas del centro histórico, integrándose al trazado medieval de la villa. Entre ellos destacan el Palacio Arespakotxaga, el Palacio Urkizu, el Palacio Arabio, el Palacio Urkizu Aldatsekua, el Palacio Otsa, el Palacio Olazabal, el Palacio Lariz, el Palacio Aldapabeitiatxikia, el Palacio Aldapabeitia, el Palacio Ibarguen Urkizu, el Palacio Esteibar-Arauna y el Palacio Arrabal de Suso. Cada uno conserva elementos de piedra y sillería labrada, balcones de hierro y portadas con escudos que permiten identificar la familia que lo habitó.

Las fachadas de los palacios muestran la evolución de estilos arquitectónicos que se dio a lo largo de los siglos, con elementos renacentistas y barrocos integrados a la estructura original. La disposición de los edificios en las calles y plazas refleja una planificación urbana que combinaba la presencia social de las familias con la funcionalidad del espacio público, generando un recorrido visual que conecta la historia con la vida cotidiana de la villa.

Monumentos y entorno histórico

El casco histórico de Elorrio conserva su trazado medieval, con calles estrechas que convergen en plazas centrales. La villa se caracteriza por la presencia de edificaciones religiosas significativas, entre las que destaca la basílica de la Purísima Concepción. Su construcción comenzó en 1459 en estilo gótico, pero debido a la lentitud de las obras, finalizó en 1506 incorporando elementos renacentistas. La basílica está declarada Bien de Interés Cultural y constituye un punto central dentro del recorrido histórico del municipio.

A pocos pasos del centro, la Necrópolis de Argiñeta ofrece un recorrido por el pasado funerario de la región. Situada frente a la ermita de San Adrián, incluye 23 sepulturas de piedra arenisca y estelas que datan del siglo IX, constituyendo uno de los conjuntos funerarios más importantes de Euskadi. Su ubicación en un paraje abierto permite disfrutar del paisaje del valle mientras se observa la disposición de las tumbas y los elementos que identifican la práctica funeraria de la época.