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Sobre este blog

“I believe that clear thinking and clear statement, accuracy and fairness are fundamental to good journalism”.

Walter Williams, 1914.

Degà de la primera escola universitària de periodisme a Columbia Missouri (EUA)

Corresponsales del horror

Jaume Guillamet

El testigo sobrio, contenido y aterrador de Marc Marginedas ilustra el abismo del horror que vivió durante seis meses en Siria, con otros dieciocho rehenes, en manos de secuestradores del llamado Estado Islámico (“Historia de un cautiverio”, El Periódico de Catalunya, 16-19 de marzo de 2015). Cinco de ellos fueron decapitados y un sexto muerto de un disparo en la sien.

Los periodistas no han sido las únicas víctimas de estas acciones, que han afectado también a cooperantes internacionales e incluso turistas. Su protagonismo dramático nos habla también de la evolución de la corresponsalía de guerra que, a pesar de los riesgos inherentes a la especialidad, hasta hace poco parecía haber alcanzado un buen momento de posibilidades e influencia.

La invención del teléfono móvil e internet ha sido para los corresponsales una manera de escapar de la dependencia de los ejércitos y del control de los gobiernos, que muy pronto desplegaron una espesa red de procedimientos para impedirles el libre ejercicio de su trabajo. No todas las dificultades han desaparecido sobre una información que afecta intereses tan importantes, pero nunca desde la Primera Guerra Mundial los periodistas de sobre el terreno han tenido una sensación de libertad similar.

Desde sus inicios, el periodismo de guerra ha sido incómodo para las fuerzas combatientes. En la guerra de Crimea (1854-56), el marido de la reina Victoria de Inglaterra ya invitó a los militares británicos a linchar William A. Russell -el pionero y “miserable padre de una tribu sin suerte”- por haber puesto al descubierto su incompetencia y malas prácticas en las crónicas en The Times.

No faltaron después las páginas negras de corresponsales improvisados para llenar las páginas de los periódicos sensacionalistas durante las guerras coloniales de finales del XIX, mezcla explosiva de informadores, aventureros y soldados. El mismo Churchill, entre ellos, en la guerra sudafricana de los boers.

Ni faltaron propagandistas de la mentira ante los grandes informadores de la Guerra Civil Española o de la Segunda Guerra Mundial. El periodismo 'embedded' o incrustado que impusieron los Estados Unidos durante la primera Guerra del Golfo -tras la invasión de Kuwait por Irak de Sadam Hussein, el verano de 1990- fue la culminación de lo que parecía un futuro bloqueado e imposible para el periodismo de guerra. En los años siguientes, las nuevas tecnologías lo desatascaron.

De estos años nace una vocación por la corresponsalía de guerra en los medios españoles, que tenía pocos precedentes, alguno especialmente célebre como Gaziel en La Vanguardia de la primera gran guerra del siglo pasado.

La presencia en los grandes conflictos del último cuarto de siglo se cuenta ahora por muertos: Juantxu Rodríguez (El País) en Panamá, Ricardo Ortega (Antena 3) en Haití, Julio Anguita Parrado (El Mundo) y José Couso (Tele 5) a Irak, Julio Fuentes (El Mundo) en Afganistán, Jordi Pujol Puente (Avui) los Balcanes, Miguel Gil (Associated Press) en Sierra Leona...

El relato estremecedor, pero sereno, contenido y lleno de entereza, que Marc Marginedas ha hecho de sus meses de rehén en el infierno sirio muestra un abismo de horror en las nuevas guerras del que nadie escapa. El buen periodismo, tan difícil y menguante, no puede dejar de dar testimonio personal. Corresponsales del horror.

Sobre este blog

“I believe that clear thinking and clear statement, accuracy and fairness are fundamental to good journalism”.

Walter Williams, 1914.

Degà de la primera escola universitària de periodisme a Columbia Missouri (EUA)

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