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Sin estelada en el pueblo más independentista de Catalunya

Alex Montanya, alcalde de L'Esquirol, conversa con una vecina

Ramón Lobo

L'Esquirol —

Antonio es del Real Madrid, frutero y vive en L’Esquirol, un municipio de 2.200 habitantes, 90 kilómetros al norte de Barcelona. Está acodado en el bar Rovi con su chándal blanco. Es alto y fuerte. Reconoce que a veces tiene que aguantar chanzas pero dice que todos le respetan. Lo suyo es una heroicidad porque L’Esquirol es el pueblo más independentista de Catalunya. La suma de Junts Pel Sí y la CUP alcanzó el 92,6% en las elecciones de 2015. El PP obtuvo solo 33 votos.

Hace frío. La gente que entra en el bar se pega enseguida a la chimenea para calentarse. La plaza está decorada con lazos amarillos, un símbolo que sirve para reclamar la libertad de los presos. Un gran mural grita “Visca la terra” bajo la palabra Independencia, con un payés con aires de Garibaldi local armado de dos pistolas de pólvora. En la comarca de Osona están el segundo y tercer pueblo más independentista de Catalunya, Folgueroles y Sant Julià de Vilatorta. Parece que hay una cierta unanimidad en la causa.

Alex Montanya tiene 43 años y es el alcalde de L’Esquirol. También es uno de los 700 alcaldes que se encuentran bajo amenaza de investigación judicial por cooperar en la consulta del 1-O. Es un hombre viajado. Vivió en Francia y Alaska. Pertenece a un partido asociado a ERC. Por orden del jefe local de los Mossos ha tenido que retirar del Ayuntamiento una estelada y un cartel que pedía la libertad de los detenidos. “Los volveré a colocar el 22”.

Cuando habla de la respuesta del Estado tras el 1-O y la aplicación del 155 diferencia España del PP: “No son lo mismo”. No es una matización frecuente en estos días. También es original al hablar de la violencia del Estado; no se queda en las imágenes del 1-O en algunos colegios electorales, la amplía al uso de la Fiscalía general para encarcelar a los Jordis y a una parte del Govern, y a la aprobación de leyes. También dice que no se esperaban esta reacción por parte del Estado.

Le parecería muy mal que ganara Ciudadanos el 21-D, pero respetaría el resultado siempre que sea limpio. Asegura que no sería lógica esa victoria porque no se correspondería con la realidad de Catalunya: “Ellos no tienen ningún ayuntamiento”. El alcalde asegura que es posible que tengan que pausar el ritmo hacia la independencia, pero asegura que en pueblos como el suyo la desconexión de España es un hecho desde hace tiempo. “Nosotros ya vivimos como si fuéramos independientes”.

Asegura el alcalde que el 1-O y los días siguientes han servido para reforzar los lazos de pertenencia, “la gente se siente más unida”. Montanya no tiene miedo a las consecuencias de una eventual salida de la UE: “Somos gente férrea, acostumbrada a organizarse por su cuenta”.

El párroco del pueblo más independentista de Catalunya se llama Paul Babanguida. Nació en el centro de la República Democrática de Congo. Lleva en España seis años y habla catalán, idioma que utiliza en sus misas y en sus prédicas. “Ya sabía castellano antes de venir. Lo estudié en Kinshasa. Cuando vine a España, desconocía que aquí se hablaba catalán. No me ha costado mucho aprenderlo porque también sé francés. Estoy aquí en misión. Antes iban los misioneros blancos a África y ahora venimos nosotros por la falta de sacerdotes”. Su despacho al lado de la iglesia está decorado con un calendario del Barça y una foto del Papa. “Francisco es del Real Madrid”, bromeo al verle vestido de blanco. Babanguida replica: “No, no, él es argentino”.

L’Esquirol, que en catalán significa ardilla, tiene origen en el apellido de una de las familias fundadoras del pueblo, los Querol, que regentaban un hostal en el camino real entre Vic y Olot. En el siglo XIX, los habitantes de L’Esquirol rompieron una huelga de la vecina Manlleu, dando el nombre del pueblo a los que se prestan a ocupar el puesto de un huelguista. “Es una de las aportaciones del catalán a la lengua española”, dice un editor que trabaja en Barcelona.

Más allá de la casa señorial de los Querol, ya en desuso, vive Xavier Pàmies, de 58 años. A pesar de llevar más de cien libros traducidos del inglés, francés y portugués al catalán, algunos de clásicos como Charles Dickens, se le conoce como el traductor de Harry Potter. Dejó Barcelona hace años. Vive permanentemente en L'Esquirol. Pàmies es un aventurero, no un hombre encerrado en sus libros. Ha realizado entre 1986 y 1995 cuatro largos viajes, dos de ellos de un año: Suramérica, dos a África y uno a Asia (entre 1986 y 1995). Su mujer aún pinta cuadros con escenas de su último viaje al Congo, el país del cura Babanguida.

Pàmies dice que el movimiento independentista es transversal y transgeneracional, y que él mismo no lo era hace unos años. Su caso es el de muchos catalanes que se han sentido expulsados de España. “Empezó con la imagen del PP recogiendo cuatro millones de votos contra el Estatut”, dice. Asegura que no tiene nada contra España, conoce y ama su cultura. La educación en Catalunya ha impulsado varias generaciones de catalanopensantes, no solo de catalanoparlantes.

El traductor de Harry Potter sostiene que el procés va a ir más despacio después del 21D y que el 155 tiene como fin el desmantelamiento del soberanismo. Si se asegura que la independencia era una utopía, Pàmies cree que la reforma de la Constitución es otra. “El PSOE lo dice para quedar bien, pero no me lo creo”. De Podemos dice que se ha convertido en un partido convencional alejándose del espíritu del 15M del que nacen. También se siente decepcionado con Europa. Acepta la broma de que solo la magia de Harry Potter puede sacar a Catalunya y a España del laberinto en el que se encuentran.

Vic, la capital de la comarca, está a 18 kilómetros de L’Esquirol. En una de las rotondas de la entrada hay un letrero que informa de que es un municipio a favor de la independencia. Es día de mercado y su plaza medieval está abarrotada de vendedores y compradores. En el medio cuelga una gran sábana que reza 'Llibertat Presos Polítics'.

En la vecina plaza del Pes hay un olivo repleto de peticiones navideñas. Algunas contienen deseos políticos. Dos niñas de unos 12 años cuelgan las suyas en medio de un bosque de palabras. Les pregunto por el contenido de la petición. “Que ganemos el concurso de gimnasia”, responde una. En la plaza medieval ya no están las jaulas dedicadas a los presos. Servían para denunciar la privación de libertad de los Jordis, después ampliada a medio Govern. Las jaulas están ahora en Olot. Se han convertido en itinerantes. Es la memoria que se mueve para que nadie olvide.

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