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Xavier Dolan, el genio impertinente

Mommy

Pedro Moral Martín

“Todavía soy joven pero tengo algo que decir a mi generación. A algunas personas no les gusta lo que haces, a algunos les molesta quién eres. Pero tenemos que aferrarnos a nuestros sueños, porque juntos podemos cambiar el mundo y cambiar el mundo lleva su tiempo. No sólo los políticos y los científicos pueden cambiarlo, los artistas también”. Esto fue lo que dijo Xavier Dolan cuando este último año compartió el Premio del Jurado de Cannes con Jean-Luc Godard.

El discurso del joven realizador canadiense fue el de alguien que se sabía ganador de la Palma de Oro. Nadie se proclama a sí mismo el guía de una generación al recibir un segundo premio. Ni siquiera Xavier Dolan, el nuevo enfant terrible de la industria, el niño insolente, grave, pretencioso pero también brillante y genial.

Tiene 25 años y ya ha dirigido cinco películas. Mommy se titula la última, la que comparte premio con Adiós al lenguaje de Godard. No es ninguna casualidad que este ex aequo parezca un relevo generacional. Hubo una declaración de intenciones calculada por el jurado. “Estamos en el crepúsculo entre dos generaciones”, dijo Dolan.

¿Es el canadiense fan de Godard? “No”. Así de claro lo dijo. Y se oyeron aplausos impertinentes para una contestación impertinente. ¿No está tremendamente sobrevalorado el director francés? Quizá, pero ese es otro tema.

Dolan ignora el cine de Godard, pero entre sus películas fetiches está El piano, la gran obra de Jane Campion, la presidenta de ese jurado que entendió que Mommy era buena, pero no lo suficiente para la Palma de Oro. Se equivocaron; Mommy es un regalo para el espectador, una película excesiva pero tan emocionante que sus dos horas y veinte minutos se absorben con voracidad, como si todos tuviéramos una especie de complejo de Edipo que necesitáramos compartir con esos personajes que tanto mima Dolan.

Fue Campion quien le enseñó a diseñar mujeres fuertes, luchadoras, hermosas y de voluntad férrea. No hay ni víctimas ni objetos entre los personajes femeninos del canadiense. Están vivos, igual de vivo que su mito de rebelde sin causa. ¿Sería tan extraordinario sin su insolencia o arrogancia?

La mayor influencia de Xavier Dolan es Xavier Dolan

El joven realizador ha rodado su mejor película hasta ahora, sin embargo Mommy es una revisión mejorada de su debut como director, J’ai tué ma mère, que estrenó en 2009 cuando tenía 19 años y que además es una adaptación de una novela autobiográfica que él mismo había escrito tres años antes, con 16. El trabajo de Dolan parece sostenerse en una autoreferencia constante, como si no hubiera historias interesantes en el mundo excepto la suya propia. Y ciertamente eso es lo que ocurre cuando uno está frente a una película de este insaciable niño prodigio. Parece que no existen más historias que las complejas relaciones entre madres e hijos y ese sensible vínculo que si es dañado puede desembocar en una irreversible lesión sentimental.

Xavier Dolan vuelve a contar con Anne Dorval y Suzanne Clément haciendo papeles paralelos a los que tenían en J’ai tué ma mère. Dorval vuelve a ser la madre, esta vez interpreta a Die, una viuda que se hecha a la espalda la educación de su terrible hijo Steve, un joven problemático diagnosticado con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). Hace tiempo Die fue tremendamente guapa y prolongar esa belleza es lo que la empuja a vestirse con excesos.

Suzanne Clément vuelve a ser la profesora, esta vez mucho más marcada que en la primera película del canadiense. Igual que Pedro Almodóvar, el joven Dolan cuida a sus actrices fetiche, pero da un paso más ya que él es quien las viste. Sabe que la ropa de los personajes es tan importante como las frases del dialogo. Y ya de paso sigue nutriendo su egolatría: dirección, guion, música, vestuario, montaje…

La incomunicación adolescente y la búsqueda de identidad, la homosexualidad y el reto constante a quien debe servir de ejemplo. Estos son los temas de los que habla Dolan y de los que un día habló Gus Van Sant. Pero más allá de las virguerías visuales de Mi Idaho privado no hay nada, al contrario que en el cine de Xavier Dolan donde siempre existe un mensaje, tal vez unos cuantos. ¿Cómo es capaz de tener un conocimiento tan profundo del mundo un tipo tan joven?

El esteta incorregible

Mommy está rodada en un formato 1:1, un encuadre asfixiante a través del cual Xavier Dolan quería enmarcar más al personaje y eliminar las distracciones horizontales. Cuando el metraje cumple una hora y veinte suena Wonderwall, quizá el tema más trillado de Oasis, y Steve, el personaje central interpretado con las vísceras por Anoine-Olivier Pilon abre el encuadro hasta el formato panorámico habitual. La historia respira de otra forma, los personajes y los espectadores también. Pero sólo es un clímax más de la película. Dolan coloca uno en cada secuencia. Así es de generoso.

Cada plano está minuciosamente diseñado al estilo de Fassbinder. El director alemán planteaba cada escena para provocar un impacto estético en el público. A veces predominaba la sobriedad y a veces las piruetas técnicas. Con el cámara Ballhaus inventó el giro de 360 grados al que luego se hizo aficionado Martin Scorsese. Xavier Dolan es de la escuela del alemán, es un director audaz que utiliza el estilo para acompañar al melodrama. Emocionar es el primer mandamiento de un tipo que ha visto Titanic más de 30 veces y que un día, cuando sólo era un adolescente, escribió una inocente carta a Leonardo DiCaprio confesándole su admiración.

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