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“La Administración actúa de forma irresponsable ante el amianto”

La 'uralita' se compone de un tercio de amianto y tiene una vida útil de 30 años

Marcos Pérez Pena

La comunidad educativa del CEIP Ramón de la Sagra de A Coruña lleva días movilizada ante la obstinación de la Consejería de Educación en retirar en período lectivo el amianto presente en el edificio. Lo cierto es que el objetivo inicial -tal y como se recogía en el pliego técnico- era que las obras se realizaran durante el verano; posteriormente se retrasó hasta las vacaciones de navidad, y finalmente la fecha escogida fue este mes enero, una vez retomadas las clases.

Madres y padres insistieron en todo momento en que la eliminación del amianto implicaba riesgos para los niños y niñas, una opinión apoyada por un informe de la doctora Carmen Diego Roza, una de las principales expertas en toda España en los efectos del amianto sobre la salud. Y han exigido que las obras se realizasen en período no lectivo. Sin embargo, desde la Xunta se afirmó en varias ocasiones que no existía peligro alguno, que los trabajos tienen lugar por las tardes y que, posteriormente, se realizaban “mediciones” para detectar la presencia de fibras de amianto.

Padres y madres no aceptaron las explicaciones del Gobierno autonómico y han venido negándose a enviar a sus hijos y hijas al colegio mientras duren estas actuaciones y se conozcan los resultados de esas mediciones, de forma que el promedio de asistencia a las clases en esta semana ha sido del 10 o del 15 por ciento. La consejería, lejos de buscar un acercamiento, parece haber elevado el tono, señalando el departamento que dirige Román Rodríguez que las protestas están “injustificadas” y que tienen “claras motivaciones políticas”. Además, argumenta que esas mismas obras se han llevado a cabo en otros centros en período lectivo y que allí no ha habido quejas.

Madres y padres han denunciado ya a la Consejería ante la Fiscalía provincial y la Fiscalía de menores e, igualmente, han mantenido una reunión con el fiscal jefe de Galicia. Además, la propia Valedora do Pobo, Milagros Otero, se ha dirigido por escrito a la Xunta señalando que el alumnado “por su vulnerabilidad y por el principio de precaución” no debe estar en el centro escolar durante la retirada de las placas de amianto y ha exigido que las obras se realicen en vacaciones.

Aunque la Xunta defiende que se hacen mediciones todos los días (como exige la ley), el problema es que los resultados no se conocen de forma inmediata (tardan unos días), por lo que, como señala la Valedora, “la planificación implica que los alumnos entran en las aulas al día siguiente por la mañana sin tiempo de acreditar, por medio de las obligadas mediciones, que la concentración de fibras de amianto en el aire del interior del centro escolar es inferior a los valores límite legalmente establecidos”.

Además, según los expertos, incluso en el caso de que estos análisis no detectaran la presencia de amianto en el lugar en el que se realizan las obras, no se puede ofrecer la completa seguridad de que no haya fibras de este material en el recinto escolar. En el informe que hace unas semanas remitió Carmen Diego Roza se señalaba que “las fibras pueden permanecer suspendidas en el aire mucho tiempo y ser transportadas largas distancias por el viento y el agua antes de depositarse, como podría suceder en el caso del colegio, donde parte de la vida transcurre en el patio y lugares adyacentes”.

“Es muy difícil evitar completamente el riesgo de exposición al amianto”, destaca la doctora. Y señala que “el problema de la contaminación medioambiental por amianto es muy importante en toda España y especialmente en Galicia. Tenemos amianto en muchísimos sitios, hay tejados de uralita por todas partes y hay que tener mucho cuidado en la forma en que se retira”. “En este caso, la retirada del amianto se debe hacer de tal manera que minimices los efectos sobre la salud de los niños. La reclamación que hacen los padres y madres, que es tan sencilla como que la retirada del amianto se haga en período no lectivo, es muy lógica”, añade.

Carmen Diego Roza subraya que “con el mesotelioma [un tipo de cáncer que se puede producir en la pleura] no hay dintel de seguridad”. Es decir, que incluso la inhalación de unas pocas fibras puede ser peligrosa. Por el contrario, “con la asbestosis y el cáncer de pulmón sí que las investigaciones indican que la exposición al amianto tiene que darse durante bastante tiempo y en concentraciones altas”, indica. “Es cierto que la exposición que podrían tener los niños sería baja y que el riesgo sería limitado, pero hay que hacer todo el posible por minimizarla al máximo”, concluye.

El amianto está por todas partes

El del colegio Ramón de la Sagra no es un caso excepcional. El amianto -un elemento aislante muy efectivo y barato- se empleó durante décadas en la construcción, y una parte muy importante de las edificaciones levantadas antes del año 1990 contienen este material, comenzando por la omnipresente uralita, compuesta de amianto en un 30%. El problema es que las fibras de amianto provocan enfermedades como la asbestosis, cáncer de pulmón o cáncer de pleura. Por eso, su utilización está completamente prohibida desde el año 2002 y para su retirada existe una normativa y unos protocolos muy detalladas, pero que no siempre se cumplen.

De igual manera, la Unión Europea se ha posicionado en este tema de forma clara en varias ocasiones, pidiendo la completa eliminación de este material y recordando que hasta el año 2030 medio millón de personas morirán en toda Europa por enfermedades derivadas de la exposición al amianto. En 2013, además, el Parlamento europeo aprobó una resolución instando a la UE a “supervisar la presencia de amianto en edificios públicos y privados” y a crear “planes de acción para su eliminación segura” antes del año 2028. Asimismo, en 2015 el Comité Económico y Social Europeo aprobó un dictamen señalando que “la completa eliminación de todo el amianto debe ser un objetivo prioritario de la Unión Europea” e instó a la UE a “animar a los Estados miembros a lanzar hojas de ruta y planes de acción específicos” para su completa erradicación en el año 2032.

El Foro Social Gallego del Amianto trabaja desde hace años en esta dirección, como señala el médico Carlos Piñeiro, que en referencia con el caso del Ramón de la Sagra señala que “hace años presentamos desde el Foro un informe sobre la presencia del amianto en los centros de enseñanza de Galicia, pidiendo la adopción de medidas para su retirada. Pero no se nos hizo caso”. “Es una gran irresponsabilidad, una completa barbaridad, que una administración permita que se realice una operación de este tipo con el colegio lleno de gente”, añade.

“La falta de respuesta de la Administración denota una irresponsabilidad total. Parece que somos totalmente ajenos a lo que sucede en otros países de Europa, donde desde hace más de 20 años está planificando y llevando a cabo la sustitución de las cubiertas y de otros elementos que contienen amianto”, denuncia. “Italia, Francia o Polonia han iniciado planes específicos para su retirada en todos los edificios y construcciones, contando con ayudas europeas. Y en Inglaterra, debido a que hay una gran incidencia de casos de mesotelioma entre el profesorado, se ha diseñado un plan por distritos para su retirada en los centros de enseñanza”, dice.

“Aquí, en cambio, el tema sólo se tiene en cuenta en función de la sensibilidad de una ampa y de sus protestas, no hay planificación. Las autoridades no adoptan las medidas que tienen que adoptar y que la Unión Europea indica que hay que adoptar. La Administración actúa de forma irresponsable ante el amianto”, añade. Dentro de España señala como excepción el caso de algunas comunidades autónomas, como Andalucía o Baleares, que sí han iniciado planes para la eliminación sistemática del amianto en los colegios e institutos, “que se hace, por supuesto, durante el verano”, puntualiza.

El problema, evidentemente, no se reduce a los centros de enseñanza y otros edificios públicos. “Tenemos miles de metros cuadrados de amianto en buena parte de los edificios construidos en Galicia antes del año 1990. Calculamos que alrededor del 40% de esas construcciones pueden estar en esa situación. La uralita, que tiene un 30% de amianto, tiene una vida media de 20 a 30 años. Cuando supera eso, hay que cambiarla”, dice Piñeiro, que explica que ni siquiera está dado el primer paso: la identificación de las construcciones en las que está presente el amianto. Denuncia, en este sentido, que con la aprobación hace años de las normas de certificación energética de edificios “se perdió una gran oportunidad”. “Tenían que haber incorporado la cuestión del amianto, como sucede en Francia, donde no se puede vender una vivienda sin hacer antes un análisis de si en ellas hay o no este material”, dice.

De igual manera, Carmen Diego Roza comenta que “estamos muy concienciados con los problemas que se dan en los centros de trabajo, como los astilleros, pero no estamos tan mentalizados con el tema de la exposición doméstica y medioambiental”. “Ahora el Ramón de la Sagra centra la atención, ¿pero cuánta uralita es retirada todos los días, muchas veces sin excesivas precauciones? ¿Cuántas obras se realizan en edificios que en su momento fueron construidos usando fibrocemento?”, se pregunta.

Carlos Piñeiro concluye que “llevamos años de retraso”. “Parece que la Administración desconoce las directivas europeas a aplicar, y emplea un argumento económico que es absurdo, porque el gasto que genera su retirada no es tanto [alrededor de 150 euros por metro cuadrado] y el supuesto ahorro que se pretende conseguir incumpliendo la normativa después va a salir más caro, comenzando por las sanciones que puedan llegar desde Europa y los propios gastos sanitarios de tratar las dolencias producidas por el amianto”, dice.

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