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Bergoglio, bajo la lupa de los derechos humanos

El Papa Francisco saluda a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.

Miguel Cuesta

BUENOS AIRES —

Dos días después de la elección del jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio como Papa, el centro de Buenos Aires apareció empapelado con varios carteles, sin firma, donde aparecía una imagen en blanco y negro de Francisco sobre la que se podía leer “argentino y peronista”. Pero no todo el peronismo está de acuerdo en aceptar al jesuita en la gran familia. Aún cuando desde su arzobispado denunció la situación de pobreza y exclusión en las zonas desfavorecidas, su designación como Papa despertó sentimientos encontrados entre los organismos vinculados a la memoria y los derechos humanos, ya que el nombre de Bergoglio saltó en algunas investigaciones relacionadas con crímenes ocurridos durante la última dictadura argentina.

El periodista Horacio Verbitsky –y presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), organismo de derechos humanos enfocado en la documentación jurídica– se ha situado estos días como verdadero azote público de Bergoglio al recordar el caso de los curas villeros Franz Jalics y Orlando Yorio. Capturados durante la dictadura después de que el entonces jefe provincial de los jesuitas les retirara la protección, meses después fueron liberados gracias a su mediación.

“Nada logra borrar la sospecha que deja un documento confidencial de la Cancillería. Allí Bergoglio pide, en secreto, que no le otorguen pasaportes a Jalics y Yorio. Pero en el mismo momento, estaba entregando una nota formal para solicitar que se los dieran”, especifica un agudo perfil sobre el actual Papa publicado en febrero por la revista Crisis.

La presidenta de la Asociación Abuelas Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, admite que la existencia de un Papa argentino “nos emociona”, aunque no olvida añadir que “en el caso de los derechos humanos tenemos reproches. Y es que nunca, siendo todavía el máximo exponente de la Iglesia en Buenos Aires, habló de los desaparecidos. Nunca llamó para ver qué necesitábamos. Con nosotras fue un extraño. No lo acusamos de traidor. Omitió”. La propia asociación, en 2011, citó a Bergoglio como testigo de la causa abierta por la sustracción de la bebé nacida en cautiverio Ana Soledad Baratti.

“Nació una nena”

En 1978, la familia materna pidió a Bergoglio colaboración para encontrar a la menor y sus padres. El entonces jefe provincial de los jesuitas contactó con Mario Picchi, obispo de La Plata, quien a su vez obtuvo información del coronel Enrique Rospide –hoy procesado–, quien finalmente envió el mensaje: “Nació una nena, fue dada a un matrimonio que la está criando bien”. Estela de la Cuadra, tía de la bebé, se pregunta hoy: “¿Cómo sabía Bergoglio que mi padre tenía que derivarse a Picchi? ¿Y cómo sabía Picchi a qué área dirigirse, si eso era secreto?”. Carlotto recuerda que “la jerarquía fue cómplice, por acción u omisión. En el caso de Bergoglio, sabía pero no hizo”.

En un tono más atenuado, el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, vinculado a cristianos de base, ha asegurado que el nuevo Papa no colaboró con la dictadura, aunque “le faltó coraje para acompañar nuestra lucha por los derechos humanos en los momentos difíciles”.

Con sombras que flotan sobre su pasado, quizá Bergoglio puso su empeño en esas señales de austeridad y humildad que, probablemente, le han convertido en Francisco. Pero De la Cuadra considera que se trata de un artificio, porque “cuando acá se lo citó por la desaparición de personas, Bergoglio no concurrió como cualquier ciudadano a sentarse en un tribunal y decir la verdad. Reclamó que todo el tribunal en pleno concurriera al episcopado”. Hebe de Bonafini, presidenta de Asociación Madres de Plaza de Mayo, rechaza con dureza, a través de un comunicado, a la “opresora” jerarquía eclesiástica, al tiempo que explicita sus históricas buenas relaciones “sólo con los sacerdotes del Tercer Mundo”.

El apoyo de Bergoglio

Gustavo Carrara, un cura villero que trabaja activamente en la lucha por el derecho a una vivienda digna en la zona pobre del Bajo Flores, aporta, en cambio, una visión positiva de la trayectoria del nuevo Papa: “Nuestro trabajo acá fue apoyado por él. Como arzobispo, envió más sacerdotes a vivir y trabajar en estas villas. Hubo apoyo con su presencia, con la destinación de recursos económicos del arzobispado a estas zonas. Acá en concreto, se pudo hacer un jardín maternal, se compró un edificio para la escuela de artes y oficios, y se levantó el hogar de Cristo para la atención de chicos adictos y sus familias”.

La rectora de la Universidad de las Madres, Inés Vázquez, quiso ir más lejos en el sentido estratégico que la elección de este Papa puede tener sobre sus organizaciones, y afirmó que “la Iglesia jerárquica por supuesto, en su terrible crisis, mueve el ajedrez y coloca las piezas para una reacción. Y justamente esa reacción va dirigida al proceso revolucionario que se está dando en América Latina. Tenemos que estar más unidos que nunca para defender a nuestros pueblos y a nuestros gobiernos que de distintas maneras le están dando respuesta a lo que el capitalismo en Europa no puede o no quiere mejorar”.

Carlotto, por su parte, mostró una perspectiva más dialogante hacia la figura de Francisco y señaló que “ojalá en esta misión que tiene bregue por Latinoamérica, porque está saliendo de dictaduras, de opresiones económicas, de deudas impagables, está teniendo gobiernos que quieren países libres y soberanos. Él puede ayudarnos, y puede ayudar a encontrar la verdad de nuestro país”.

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