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¿Logrará Trump que los progresistas se olviden de los derechos de las mujeres?

"Tras el triunfo de Trump, los activistas contra los derechos reproductivos no han desperdiciado ni un momento en su plan para echar atrás el acceso al aborto y a los métodos anticonceptivos".

Jessica Valenti

Si pensabais que los funerales para fetos y cigotos no eran lo suficientemente horrorosos, escuchad esto: la semana pasada, Ohio aprobó una ley que prohibe el aborto después de las 20 semanas  y Oklahoma quiere hacer obligatorios los carteles anti-aborto en los lavabos públicos para mujeres.

Tras el triunfo de Trump, los activistas contra los derechos reproductivos no han desperdiciado ni un momento en su plan para echar atrás el acceso al aborto y a los métodos anticonceptivos. Y, como es el caso desde hace un tiempo, estas peligrosas políticas son presentadas como avances para la mujer.

Cuando el gobernador de Ohio, John Kasich, aprobó la ley que prohibe el aborto después de las 20 semanas, por ejemplo, también vetó una prohibición del aborto a las 6 semanas, con la esperanza de que la medida se viera moderada en comparación. Pero las 20 semanas suele ser el momento en que se sabe si el feto tiene alguna anormalidad, lo cual suele ser un motivo para decidir un aborto.

Y si bien el proyecto de Oklahoma es promocionado por grupos pro-vida como una forma de ofrecer “alternativas”, lo que en realidad hará será avergonzar a las mujeres y obligar a tiendas y restaurantes a gastar dinero en propaganda ideológica. (¡Además, ya sabemos cómo les importa a los republicanos la privacidad de las mujeres en los lavabos!)

Las investigaciones lo han confirmado: las mujeres se ven perjudicadas cuando se les niega el acceso a los métodos anticonceptivos y al aborto. De hecho, aunque el discurso pro-vida diga lo contrario, el único impacto negativo que tiene el aborto en la salud mental de las mujeres sucede cuando a alguna se le niega acceso a la interrupción del embarazo.

Sin embargo, el desafío que se nos presenta no es sólo el peligro que supone el gobierno de Trump y el empoderamiento de los republicanos. En un momento en que los progresistas reciben malas noticias a cada paso –como escribió Jamelle Bouie, escritora de la revista Slate: “¿Sobre qué desastre escribiremos hoy?”– tenemos que asegurarnos de que los derechos de las mujeres no son dejados a un lado.

Hasta hace no tanto, las cuestiones raciales y de género se consideraban secundarias o temas de distracción en el temario de la política progresista, una noción que todavía vemos extendida entre las personas que culpan a las “políticas a favor de los derechos por la identidad” y a la “corrección política” por el triunfo de Trump. Si la historia nos ha enseñado algo, dentro de poco escucharemos a supuestos progresistas decir que las mujeres debemos sacrificar la lucha por las cuestiones que nos afectan en pos de “un bien mayor”. 

Es esencial que no olvidemos ni perdamos de vista la fuerza que adquirió el movimiento feminista en la última década, especialmente en lo que respecta a los derechos reproductivos. Hay mucho en juego. Cientos de miles de mujeres estadounidenses han tenido que recurrir a abortos ilegales, en parte por culpa de los obstáculos a nivel estatal. Y mientras se ataca la Ley de Cuidado de Salud Asequible, millones de mujeres podrían perder el acceso a métodos anticonceptivos.

Estas no son cuestiones menores ni secundarias, ni son intereses especiales. El derecho de las mujeres de tener control sobre sus propios cuerpos y de planificar su familia es una cuestión de Derechos Humanos. Y si bien todavía queda mucho por qué luchar en varios frentes, los estadounidenses no podemos darnos el lujo de tratar al feminismo y al progreso de las mujeres como algo que se puede hacer a un lado por un tiempo y recogerlo luego. No permitamos que nos derrote el hecho de estar abrumados. Ni ahora ni en ningún momento de los próximos cuatro años.  

Traducción de Lucía Balducci

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