Villas, mausoleos y catacumbas en la Vía Appia Antica romana

Restos de tumbas y piedras de la antigua calzada romana en la Vía Appia.

Viajar Ahora

Salimos de la ciudad a través de la Puerta de San Sebastián. Roma, más allá de los últimos muros de las Termas de Caracalla, es una sucesión de grandes jardines y casas señoriales que forman el exclusivo Parque de los Escipiones. Una buena opción para ahorrarse la caminata es tomar en las termas el Bus 118 y pasar volando. Se ahorra tiempo pero, por ejemplo, pasaríamos de largo junto al Mausoleo de los Escipiones (Dirección: Vía Porta di San Sebastiano, 9; Horario: L-D 9.00 – 21.00 –con reserva previa-; E-mail: info@060608.it), tumba que se perdió dos veces y que por otras tantas ocasiones fue descubierta; la última hace apenas dos siglos y medio. Última morada de la dinastía a la que perteneció el mítico Publio Cornelio Escipión, más conocido por la Historia como ‘El Africano’. Aquí reposaron los restos del general que derrotó a Aníbal y dio fin a la Segunda Guerra Púnica entre Roma y Cartago. Es uno de los pocos mausoleos patricios de la época republicana que quedan en la ciudad eterna y una buena manera de introducirnos en el imaginario de la muerte para los antiguos romanos. Estamos ya en plena Vía Appia Antica, aunque el crecimiento de la ciudad haya trasladado las murallas algunos centenares de metros hacia el suroeste y el callejero diga lo contrario (en realidad estamos en la Vía de la Puerta de San Sebastián).

Porque la ciudad de los muertos, en la antigua Roma, quedaba fuera de los límites de la ciudad de los vivos. En los tiempos del ‘Africano’, las Murallas Servianas quedaban más o menos por dónde hoy se sitúan las Termas de Caracalla; a dos pasos del Monte Palatino. Murallas que, por ejemplo, sirvieron para frenar las acometidas del propio Aníbal en el 211 antes de Cristo. Siglos después de la muerte de Publio Cornelio se construyeron los Muros Aurelianos para dar cobijo a una población creciente y, a la par, reforzar las defensas de la ciudad ante la amenaza de los galos y otros pueblos del norte. La impresionante Puerta de San Sebastián forma parte de esta nueva línea de defensa y hoy es sede del Museo de las Murallas de Roma (Dirección: Vía Porta di San Sebastiano, 18; Horario: M-D 9.00 – 14.00; E-mail: museomura@zetema.it).

Una vez dejamos la Puerta de San Sebastián atrás ya caminamos por la Vía Appia Antica. Los primeros 270 metros sirven para para pasar bajo la carretera de circunvalación de la ciudad y las vías del tren. 270 metros de un camino que 212 kilómetros más adelante nos dejaría a orillas del Adriático, allá abajo en la ciudad portuaria y comercial de Brindisi. Pero nosotros nos limitaremos a caminar las tres primeras millas: o tres mil pasos,milia passum en latín (la milla romana equivale a 1.481 metros). A extramuros, el paisaje urbano queda marcado por las villas y las arboledas. Pura vida para el camino de los muertos. Sí, de los muertos. Porque los romanos construían sus monumentos funerarios a la vera de los caminos. En un lugar en el que los caminantes pudieran verlos y, de manera involuntaria, ver los nombres de los que se habían ido. Porque para los romanos, la única manera de seguir viviendo en la otra vida era procurar que los vivos pensaran en uno cuando ya se había ido . Y de ahí que junto a los caminos se apelotonen las tumbas. Y así, entre las casas pueden verse restos de muros, torres, arcos o simples piedras; restos de aquel camino del recuerdo que, en aquellos tiempos debió ser imponente.

En apenas unos minutos cruzamos el Puente sobre el Río Almone (dónde según la tradición los sacerdotes de la diosa Cibeles realizaban sus ritos anuales de purificación) y pasamos junto al Mausoleo de Geta, una torre funeraria del siglo II coronada por una casa, y la Iglesia del ‘Domine Qvo Vadis’ (Dónde vas), lugar dónde, según la tradición católica, San Pedro recibió la orden divina de volver a Roma de la que huía horrorizado por las barbaridades que Nerón estaba cometiendo sobre la incipiente comunidad cristiana de la ciudad.

Un rosario de pequeñas ermitas e iglesias, que en muchas ocasiones ocupan antiguos mausoleos paganos. Ciudad de muertos también para aquellos primeros cristianos, que compraron terrenos a las afueras de la ciudad para enterrar a sus finados. Los altos precios les obligaron a excavar sus necrópolis hacia abajo creando verdaderos laberintos de túneles llenos de nichos y pequeños mausoleos. Las catacumbas fueron la consecuencia lógica de la especulación y no un escondite, tal como se ha difundido. Las Catacumbas de San Calixto (Dirección: Via Appia Antica, 110/126; Tel: (+39) 06 51 30 151; Horario: L-D 9.00 – 12.00 y 14.00 – 17.00; E-Mail: scallisto@catacombe.roma.it) son las más antiguas y famosas de Roma. Con más de 15 hectáreas y cuatro niveles, sus más de 20 kilómetros de longitud llegan a una profundidad de 20 metros y albergan miles de tumbas.

Apenas unos centenares de metros más allá se encuentran la Basílica y Catacumbas de San Sebastián (Dirección: Via Appia Antica, 136; Tel: (+39) 06 78 50 350; Horario: L-S 10.00 – 17.00) y las Catacumbas de Domitila (Dirección: Via delle Sette Chiese, 282; Tel: (+39) 06 51 10 342; Horario: Mi-L 9.00 – 12.00 y 14.00 – 17.00; E-mail: info@domitilla.info), las más grandes de Roma. Visitar estos espacios sepulcrales supone viajar hasta los primeros siglos del cristianismo. Símbolos, pinturas e inscripciones nos trasladan a un momento de la historia en la que la religión cristiana era un culto minoritario. Viajar Ahora visitó San Calixto y San Sebastián.

Parque de la Appia Antica

Caminando en dirección contraria a Roma, la Vía Appia muestra una clara diferencia a cada uno de sus flancos. A nuestra derecha se apelotonan las villas, las iglesias y todo tipo de construcciones, mientras que a mano izquierda, más allá de las Catacumbas de San Sebastián, se abre un enorme espacio libre, elParque de la Appia Antica, salpicado de restos de la antigua Roma. El más significativo es el Circo de Massencio (Dirección: Via Appia Antica, 153; Horario: M-D 10.00 – 16.00; E-mail: info@museiincomuneroma.it), un ‘pequeño’ hipódromo que se construyó para el uso exclusivo de la familia imperial. Junto al ‘circo’ hay otras estructuras de época imperial. Muy cerca se encuentra uno de los monumentos funerarios más famosos de la ciudad y auténtico símbolo de la Appia Antica: el Mausoleo de Cecilia Metella (Dirección: Via Appia Antica, 161; Horario: 9.00 – 19.00). La tumba, que se asemeja a un enorme castillo circular, fue construida por una de las más poderosas familias de la Roma (los Cecilio Metelo).

Más allá, se suceden las casas de campo y antiguas villas rurales. Una de las más famosas es la Villa de los Quintili (Via Appia Nuova, 1092; Tel: (+39) 06 71 29 121; Horario: L-D 9.00 – 19.00), situada a 3,4 kilómetros del Mausoleo de Cecilia Metella (una buena opción para llegar es tomar el bus 118 en la cercana Via Appia Pignatelli –ver mapa-). Pero merece la pena darse el paseo a pie hasta allí; la abundancia de pequeños monumentos funerarios y los tramos de calzada romana original recomiendan el andar pausado. Las ruinas de esta hacienda rural son imponentes y dan buena muestra de la riqueza que atesoraron los aristócratas de la vieja roma. Mosaicos, unas termas privadas y hasta un pequeño anfiteatro formaban parte de este verdadero palacio situado a apenas unas millas de Roma. Un pequeño museo, en el que se exponen numerosos objetos rescatados del lugar, nos ayudan a comprender el pasado de esta soberbia construcción.

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