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Terrorismo para todos

Suso de Toro

Hace una semana el PP comparaba a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) con Batasuna para mancharla con el fantasma del terrorismo de ETA. Puede parecer innecesario, pero conviene recordar que la Plataforma es probablemente la mayor y mejor novedad cívica en años: está siendo la mejor maestra de la ciudadanía, nos enseña democracia, solidaridad y dignidad, y además responde a un grave problema social.

A eso es a lo que ponen en relación interesadamente con el terrorismo. Y es que el terrorismo, además de interesarle a los terroristas y a quienes les han apoyado y apoyen, también ha sido utilizado por la derecha española y lo sigue utilizando. Es así como se comprende que el partido desviase dinero opaco, según los papeles de Bárcenas, para financiar una asociación que efectivamente combatía el terrorismo, pero que también interesaba y encajaba en su ideología política. El propósito de combatir políticamente el terrorismo fue utilizado perversamente para obtener una rentabilidad política directa del nacionalismo españolista contra el nacionalismo vasco y, por extensión, cualquier otro que cuestionase el españolismo centralista. La deslealtad en ese asunto y las acusaciones al Gobierno de Zapatero de connivencia con el terrorismo son consecuentes con este propósito.

Esta reciente actuación del PP, como otras demasiado frecuentes, sí que debe ser calificada de terrorismo verbal: su intención es el asesinato político, liquidar públicamente al adversario con la infamia.

El encono y la violencia de la derecha es una característica del sistema político español, y temo que aunque cambien otras cosas eso no cambiará. Hace años tuve oportunidad de comprobarlo en esa misma institución que premió ahora a la PAH cuando el Parlamento gallego y el español, con mayoría de la derecha, se negó a investigar los hechos ocurridos alrededor del naufragio del Prestige, y Nunca Máis acudió al Parlamento europeo, que sí nos recibió. Allí pudimos comprobar la distancia entre los europarlamentarios de la derecha europea y los del PP español, que pretendían evitar que se abriese una comisión, de la que posteriormente salieron varias resoluciones para proteger la costa europea de futuros desastres. La derecha española simplemente carecía de cultura democrática y pervertían las instituciones, boicoteando el acceso a los resortes que ofrecen las instituciones democráticas para proteger a la ciudadanía. Entre la derecha europea los españoles eran “marcianos”, eran otra cosa.

Y esta semana el delegado del Gobierno en Galicia, precisamente con motivo de la oposición social a los desahucios, relacionó públicamente de nuevo a una organización política respaldada por cientos de miles de ciudadanos, el BNG, con el terrorismo de Resistencia Galega, una organización a la que se le atribuyen atentados con explosivos contra sedes de partidos y bancos. Queda el denunciarlo en un juzgado pero prima la impotencia ante un individuo que injuria a un oponente político. Pero no es un individuo sin más, se trata de la utilización por parte del Gobierno de los instrumentos del Estado y los medios de comunicación públicos y privados a su servicio para injuriar a un oponente político, perseguirlo y destruirlo. El siguiente paso lógicamente es la utilización de la policía y su fiscal contra la disidencia política, el camino de transformar un estado democrático en un estado policial.

Debemos recordar cómo el Gobierno del PP hace nueve años ante el terrible ataque a los trenes en Madrid utilizó el fantasma de ETA para llevar el caudal político a su molino, contra toda evidencia insistieron en atribuirle el atentado, necesitaban que fuese ETA y aborrecían la idea de que el atentado tuviese relación con la guerra contra Irak. La infamia no tuvo límites. Pudimos comprobar entonces cómo esa utilización política del terrorismo por parte de la derecha era un catalizador ideológico y también un bisturí que cortaba y dibujaba un ancho campo ideológico que aglutinaba a intelectuales varios cuando al día siguiente del atentado, aún bajo aquella impresión que conmovió profunda y unánimamente a todos, desayunamos con dos tribunas en El País de dos de sus firmas más conspicuas, Fernando Savater y Muñoz Molina, aceptando que ETA era la autora de la matanza, señalaban como inductores intelectuales a quienes se habían manifestado contra el nacionalismo españolista de Aznar y sus políticas.

Aquella mañana terrible bastantes nos sentimos señalados. Sin duda podría haber sido ETA y en ese caso esos dedos acusadores se habrían sentido reafirmados, pues se partía ya de que quienes mantenían posiciones políticas contrarias pertenecían evidentemente al campo de los terroristas.

Pero bastan los ejemplos de cómo día a día este Gobierno utiliza el sambenito del terrorismo para situar fuera del espacio democrático y aún del amparo de la ley a cualquier resistencia a sus políticas. Ese comportamiento nos permite ver retroactivamente cómo la lucha contra el terrorismo fue utilizada como una miserable herramienta política para alcanzar y conservar el poder. Qué harían sin terrorismo.

El Gobierno de la segunda legislatura de Aznar traspasó los límites en democracia, este primer Ejecutivo de Rajoy lo está haciendo cada semana. Los desafíos internos que tiene la democracia en España son tan escandalosos que todos tenemos la tentación de pensar que lo que vemos no es real, que nuestra mente exagera las percepciones. Pero no, nos gobiernan nuevamente enemigos de la democracia.

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